Mujeres que se van

Adolfo Zableh, 2/5/2017

“Mujer que le dice a su pareja 'me voy' es que se fue hace rato. Uno, en cambio, vive el despecho después de la ruptura".

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La diferencia entre la tusa masculina y la femenina es que cuando ellas  deciden terminar es porque se han ido de la relación mientras esta aún existe. Una vez se arman de valor es como el fallo de una sentencia, irrevocable, nada las hace cambiar de opinión. Mujer que le dice a su pareja ‘me voy‘ es que se fue hace rato. Uno, en cambio, vive el despecho después de la ruptura, de ahí que se crea que la de ellas es corta e intensa, mientras que la de los hombres es larga y desprolija.

Tengo una amiga a la que el cuerpo no le da para separarse. Lleva cuatro años en esa lucha y aunque varias veces se lo ha planteado a su esposo, entre el miedo de ella y la insistencia de él, siguen juntos. De todas formas va a ocurrir. El día que coja fuerzas se irá para no volver y ese tipo va a quedar hecho trapo. Ella se marchará libre porque el dolor lo habrá vivido en la relación, mientras que él pasará por todas las fases, desde confusión y desespero, hasta odio y resignación. Negación, ira, negociación, aceptación; el menú completo.

-Adolfo Zableh también piensa que Tienen lo suyo las mujeres de 35 y cuánta razón tiene.-

Si miramos bien, el duelo de ella habrá sido más largo, pero el de él será más evidente. Mi amiga habrá dormido muchas noches junto a un extraño, quizá queriendo estar en otro lado, pero será su pareja quien tenga que lidiar con el abandono por su cuenta.

Cuando eso pasa los hombres enloquecemos. Nos volvemos erráticos, no nos hallamos y hasta buscamos fantasmas de nuestra expareja en otras, esfuerzo casi tan infructuoso como buscar a la madre en otras mujeres. Toda la vida los hombres hemos llevado con éxito la máscara de descomplicados, fuertes y autosuficientes. ¡Mentira! Nos hacemos un ocho, nos desmoronamos y sufrimos como el que más. En mayor o menor medida ese síndrome de niño abandonado nunca se va.

Cuando decimos adiós... una de nuestras columnas más leídas y sentidas de Adolfo Zableh. Personas sensibles absténganse.

Hace poco supe la historia de otra mujer a quien solo conozco por referencias, pero la oí y quedé fascinado. Terminó la relación con su esposo luego de una década y tres hijos. De inmediato quise saber más, al punto que la busqué en internet a ver si sus fotos me daban más pistas, pero en vez de certezas encontré dudas.

Siempre me han llamado la atención las mujeres que se desenamoran. En parte porque las he sufrido, en parte porque hay mucho de bello en claudicar después de haberlo intentado todo. ¿Qué pasa por sus cabezas? ¿Por qué lo hacen? Me gusta pensar que esta mujer de la que hablo se despertó un día y de la nada le dijo a su esposo que ya no lo quería. Le agregaría dramatismo al relato, pero no hay tal. Primero, amar a alguien y no querer estar con él son dos cosas bien diferentes. Aunque abandonemos, casi siempre terminamos sintiendo cariño por aquel que ya no está, lo que nos distancia son otros asuntos. Y segundo, esas cosas no pasan de la noche a la mañana, una relación se dinamita después de años de desencuentros. 

-Zableh también nos contó para qué cree que sirven los orgasmos-

No sé cuál sea la fórmula para una relación duradera, pero matarla es muy fácil aunque tome tiempo: no es necesario que haya peleas o infidelidades, basta con desatenderla, dejarla a su suerte, hacerse el pendejo y mirar hacia otro lado; esperar que las cosas se resuelvan solas y que de alguna manera mágica los problemas se vayan y todo vuelva a ser como antes. En eso somos expertos, en pretender que los líos no son cuestión nuestra. Luego, cuando el otro nos termina, ponemos cara de sorprendidos, aunque en realidad teníamos claro lo que se nos venía pierna arriba.

Terminador o terminado, uno espera que todos los despechados del mundo estén bien y que algún día puedan retomar su vida, porque cuando odiamos a alguien con todas las vísceras podemos desearle cualquier tipo de contratiempo o dolor, pero nunca una tusa.

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