¿Qué son las relaciones "adultescentes" y cómo saber si estás en una?
"Me quiere, no me quiere". ¿Sientes que tienes quince años otra vez? Tal vez te hayas metido en una relación inmadura
Que el amor es complicado no lo ponemos en duda, pero ¿qué hacer si aunque te encuentras con una pareja de treinta, cuarenta años estás teniendo una relación como de dos adolescentes, o mejor dicho “adultescentes”? Descubre qué es exactamente y cómo saber si ya estás en una.
Este tipo de relaciones inmaduras se dan entre dos adultos pero tienen todas las características de las relaciones entre adolescentes: apasionadas y divertidas pero sin compromiso ni regularidad y mucho, mucho drama. Por eso, una relación “adultescente” es poco satisfactoria- por no decir dañina-.
Pero ¿pueden funcionar?
Según los expertos, para que una relación funcione tiene que haber un equilibrio entre los tres pilares del amor: intimidad, pasión y compromiso.
La intimidad se refiere a gustarse, disfrutar de la compañía de la otra persona, aceptar lo bueno y lo malo. Podría decirse que es como la complicidad o la “amistad” más allá de la relación romántica. La pasión, que no tiene que ser exclusivamente sexual, incluye desde el deseo hasta las ganas de darle un beso cuando lo ves hablando apasionadamente en una cena con tus amigos. Y el compromiso, más allá de lo implícito, es tener planes en conjunto a largo plazo, un proyecto de vida, un deseo de estar juntos hoy, sí, pero también mañana. (Aquí es donde las relaciones “adultescentes” usualmente se quedan cojas).
Para que una relación funcione, estos tres pilares tienen que estar equilibrados. ¿No nos crees? Toma por ejemplo, si tienes la intimidad y el compromiso, además de tener un buen amigo puede que hayas dado con tu compañero de apartamento ideal, ¡no hay deseo, no hay chispa! Si por lo contrario tienes compromiso y pasión, seguramente tu relación no es la misma dentro y fuera de la cama.
¿Qué pasa entonces con las relaciones adultescentes?
Este tipo de relaciones tienden a tener mucha pasión, pero la intimidad y el compromiso están ausentes. Y ¡ojo! Cuando nos referimos a compromiso no hacemos alusión a casarse, tener hijos y un lindo perro que nos traiga el periódico, ¡eso lo defines tú! Pero seguramente va por las líneas de tener ideales de vida similares, reglas dentro de la relación, proyectos de vida, en fin: cosas de adultos.
Así que si contextualizas el claro desequilibrio de los pilares, más la intensidad, drama, inseguridad e incertidumbre omnipresente en la relación, podrás entender porqué la cosa se complica.
Te preguntarás “¡¿por qué?! ¿Por qué me metí en una relación de este tipo?”
Si te sirve de consuelo, es cierto que los malos ratos, la incertidumbre y las discusiones, son descorazonadores, pero los buenos momentos son alucinantes. Este tipo de relaciones se caracterizan por la intensidad ya sea de las peleas como de las felicidades. Así que es normal engancharse. Por naturaleza (o sobrevivencia) nos quedamos únicamente con lo bueno y nos reconforta pensar que “esta vez va a ser distinto” o “voy a lograr cambiarlo”. El tema es que en la mayoría de los casos, eso no funciona.
Pero antes de que deseches tu relación, ponte a pensar. ¿La relación es inmadura...o las personas involucradas lo son?
Para descifrarlo, estas son las señales, a grandes rasgos, de una persona inmadura.
-No supera etapas: insiste en los “juernes”, y quiere seguir saliendo de fiesta con universitarios a pesar de tener que trabajar al otro día
-Usa estrategias emocionales infantiles: todo desde el terrorismo emocional, el chantaje, pataletas, berrinches, y demás versiones de interacciones pasivo-agresivas
-Evita las confrontaciones
-Culpa a los demás por sus errores
-Y por supuesto, es un clásico compromiso-fóbico
¿Eres tú, es él, o es la relación? La cuestión es que en una relación “adultescente” la inmadurez impera tanto, como la probabilidad de terminar con el corazón roto.
“Me quiere, no me quiere” ¡Déjate de eso! La única margarita que deberías tener en este momento es una con limón y sal.