Personajes
Selena Gómez, la más popular del mundo
Nadie tiene casi 90 millones de seguidores en Instagram como la artista. ¿A qué se debe tanta fascinación?, ¿a que se convirtió en princesa de Disney a pesar de su origen humilde?, ¿al intermitente romance que tuvo con Justin Bieber?, ¿a la ambigüedad sexual que insinúa?, ¿a haberse convertido en musa de la moda?, o ¿a todas las anteriores?
Nueva York tiene alrededor de 8,5 millones de habitantes. Los Ángeles, otros 4 millones. En toda Francia viven cerca de 67 millones de personas... Selena Gómez sola suma más de 88 millones de seguidores en Instagram. Superó a las integrantes del clan Kardashian-Jenner, reinas de las selfies. Derrocó a su amiga Taylor Swift, quien hasta hace poco era la soberana de las redes sociales. Y pese a que en el pasado pudo ganar notoriedad por ser la novia de Justin Bieber, en esta competencia dejó rezagado a su ex.
Texas, estado donde nació hace 24 años –y que tiene unos 27 millones de pobladores–, le quedó pequeño. Hoy solo son anécdotas las épocas en que su mamá, quien la tuvo a la temprana edad de 16, ahorró para llevarla al concierto de Britney Spears. Eso sí, a veces solo podía darle pastas de un dólar en la cena, por lo cual la artista reconoce que le costó acostumbrase a la comida “refinada”. También, las aventuras con su padre, de origen mexicano, quien le puso su nombre en honor a la reina del tex-mex Selena Quintanilla, y que usaba a su pequeña niña de anzuelo para llamar la atención de las meseras de Hooters.
Ella confiesa que nunca esperó que su vida fuera tan pública. “Es decepcionante que me conviertan en una historia de tabloide. Eso me quita todo lo que amo de este negocio”, se quejó cuando se rumoraba, en 2014, que había suspendido su gira musical para ser internada en rehabilitación debido a problemas con las drogas y el alcohol. Las dudas no se desvanecieron pese a que explicó que en realidad estaba en un tratamiento con quimioterapia porque le diagnosticaron lupus. “Todo niño que crece en este medio es un blanco fácil. Eso es despreciable”, manifestó a Vanity Fair. De todas maneras las críticas han contribuido a cimentar su popularidad: “Lo peor que le puede pasar a una celebridad es que la ignoren. Cuando hablan mal sobre alguien significa que está en la mente de la audiencia”, comentó a FUCSIA el profesor de sociología Ellis Cashmore, autor del libro Celebrity Culture.
Si van a hablar de Selena, ella prefiere ser quien ponga el tema, y qué mejor estrategia que conquistando las plataformas virtuales. La actriz y cantante no sube imágenes con la frecuencia de otros colegas y quizá ese factor hace que cada post tenga un mayor impacto. Su fórmula es mostrarse accesible y cercana a los selenators, como se llaman sus seguidores. Para describir su belleza sencilla, aunque exótica, los gringos usan el término “nonthreatening” (no amenazante). Ella dice que le gusta ver televisión, que vive con una roommate que no es famosa… que quiere ser lo más “normal” posible. Pero, ¿quién puede serlo cuando cuenta con un séquito de admiradores bautizados en su honor? Esos que la defienden en estampida cada vez que alguien la tilda de “gorda”, o de tener “cara de indocumentada”. Los mismos que le expresan su ternura cuando trata de hablar en español, como lo hizo por varios segundos en un comercial de Pantene. De la misma manera ella es capaz de romper esa cotidianidad con una foto sensual y así evidencia que la niña que apareció en el show del dinosario Barney, y conoció la fama a los 15 al protagonizar la serie de Disney Wizards of Waverly Place, ya hizo su transición de ídolo adolescente a estrella adulta. Incluso no teme jugar a que los medios especulen sobre sus preferencias sexuales cuando se deja ver muy íntima con alguna amiga, como la modelo Cara Delevingne.
Las nuevas generaciones saben que en la actualidad el éxito se mide en las cifras de likes. Las marcas tienen claro ese poder a la hora de elegir quién las represente. Selena ahora exhibe su faceta de ícono del estilo: es la consentida de Anna Wintour, emperatriz de la moda, y recientemente posó abrazada a Nicolas Ghesquière, director creativo de Louis Vuitton, en la portada de Vogue Brasil. Anteriormente ya había colaborado con K-Mart y Adidas en la elaboración de colecciones. Y para su gira Revival (homónima de su más reciente álbum), lleva prendas de Karl Lagerfeld al escenario y un traje ajustado, adornado con 96.480 cristales de Swarovski que trabajó con el sello Monse (el cual cuenta entre sus clientas a Sarah Jessica Parker y Amal Clooney).
Reconoce que cuando rompió lazos con Disney estuvo confundida: “No sabía lo que quería. Debía aprender a ser yo misma”. Ha revelado que se sentía presa de la expectativa del público que quería preservar a “la niña buena”. “Cuando una celebridad cambia su imagen dulce por una atrevida es una decisión de marketing. A veces recurren a los extremos para librarse de su pasado infantil, lo cual puede generar reacciones negativas. Una transición gradual funciona mejor”, opinó a esta revista la doctora Jackie Raphael, editora de la obra Building Bridges in Celebrity Studies.
Selena ha sido mucho más discreta en sus elecciones que Miley Cyrus, quien borró con su corte de pelo y sus bailes obscenos cualquier atisbo de Hannah Montana. Es cierto que le pidió a su mamá que no fuera su mánager, argumentando su deseo de madurar y de alcanzar la independencia. También es cierto que protagonizó la película Spring Breakers sobre un grupo de jóvenes alocadas, y que su sola aparición en bikini hizo a muchos pensar que se había “echado a perder”. Pero la crítica la aplaudió. Un drama situado en los años 1930, In Dubious Battle, y una serie para Netflix, de la cual es la productora ejecutiva, son sus nuevas apuestas. Y, aun así, bromea con que su principal impedimento para interpretar los personajes que ambiciona es seguir pareciendo una quinceañera.