Editorial: ¿Hasta cuándo nos va a durar el #metoo?
Que el #metoo o #yotambién no se quede en una tendencia viral con la que nos dimos las palmaditas en la espalda del año. Que sea mejor un verdadero llamado a la acción.
Desde las denuncias contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein por parte de una serie de actrices y mujeres de la industria cinematográfica, una oleada de indignación y de movimientos en contra del acoso sexual y de género han inundado las redes sociales y los principales medios del mundo.
Miles de mujeres utilizando el hashtag #metoo (yo también) se han pronunciado como víctimas de algún tipo de acoso en un acto de solidarización colectiva que, por decir lo menos, nos ha hecho reflexionar como sociedad en cuanto a un tema espinoso y aún algo tabú.
Y sí, señores más que señoras que se manifiestan asombrados por las cantidad de mujeres que han usado el hashtag en sus redes: la cosa es grave.
No me refiero solamente a los actos que implican violencia y vulneración física o de naturaleza sexual. El acoso no se mide únicamente en si nos tocaron o no, o en si era la intención del perpetrador la de llevarlo a un nivel físico o no.
¿Dónde está el límite entre un piropo y un avance lascivo? ¿Por qué callamos al sentirnos profundamente incómodas con los comentarios sexistas o de connotación abiertamente sexual de algún jefe o colega en “tono de chiste”? ¿Por qué nos seguimos riendo en las conversaciones con amigos cuando hablan de otras mujeres de forma malintencionada y vulgar, pero si nos explayamos quejándonos públicamente en Facebook? Ojo ahí con esa hipocresía.
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La vulnerabilidad emocional y psicológica por cuenta del género es pan de cada día y sin darnos cuenta, a veces nosotros mismos nos encargamos de perpertuarla pues existe una cierta permisividad social con respecto a la mujer que nos tiene jodidas.
¿No les habría encantado denunciar y meter a la cárcel al menos por 24 horas al idiota que se les acercó por la calle a decirles alguna porquería y las dejó sintiéndose sucias y asustadas? Pues bueno, ellos lo hacen porque saben que no pasa nada y nosotras no nos manifestamos porque “¿para qué si igual no hay nada que hacer?”.
Ese miedo que sólo conocemos las mujeres es una enfermedad que debe ser erradicada y volverse historia. NO hayq ue esperar a que otras digan que las acosaron, que las tcaron, que las violentaron para reflexionar sobre esto y cambiar nuestro actuar al respecto.
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Hablemos, exijamos, investiguemos y actuemos en favor de los demás.
La próxima vez que le digan algo subido de tono por la calle acuda a la censura social y haga quedar en evidencia pública al que se crea con derecho de violentarla. Si se siente incómoda con actitudes que cruzan la raya de lo profesional por parte de jefes o colegas no tenga miedo y reporte, denuncie, publique. Si ve que alguna mujer está siendo acosada o maltratada, hable. Juntas (y juntos) somos más y no debemos manifestarnos únicamente con respecto a situaciones que nos son tan ajenas y lejanas como lo es Hollywood. Ubiquémonos en nuestro contexto aquí y ahora que buena falta que nos hace.
Y ante todo, dejemos de hacernos los locos cuando no es directamente con o contra nosotros. Mirar para el otro lado y hacerse los de la vista gorda es igualmente cómplice de eso que tanto estamos odiando y recordemos entonces lo que escribió el poeta italiano Dante Alighieri: “los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en tiempos de crisis moral”.
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