Tocar fondo
"La rabia destruye más que el vicio. Se puede volver del alcohol, de la droga; de la furia, en cambio, difícilmente nos reponemos.".
Uno solo cambia cuando toca fondo. ¿Dónde queda ese fondo? Varía según cada persona. Tocar fondo es un concepto muy etéreo, pero ocurre cuando sientes que ya no puedes más, que no quieres más de lo mismo, que estás cansado de tu vida tal cual es, que estás agotado de ti mismo. Y como es imposible escapar, no queda otra que afrontar los problemas a ver cómo se solucionan. Mientras no llegues al fondo, no te hundas completamente, vas a vivir en una medianía donde puedes llegar a sentirte muerto en vida: ni lo suficientemente mal para matarte, ni lo suficientemente bien para encontrar la alegría de vivir.
Entonces, tocar fondo es diferente para cada persona. A veces es necesario quedar en la calle, sin dinero y sin amigos para reaccionar; a veces, un amago de crisis alcanza para recomponer el rumbo. Profundo o llano, basta con sentir que no queremos –o no podemos– caer más bajo para volver a subir.
En mi caso el fondo fue una relación frustrada. Cuanto más intentaba salvarla, más la dañaba. En ese momento no entendía cómo era posible que las cosas estuvieran cada vez peor, pero ahora lo veo claro: a mi vida la regían el autosaboteo y el resentimiento, y esa mezcla era suficiente para acabar con cualquier buena intención que pudiera tener. Cuando tu cuerpo no da, no da y sobre la marcha no hay nada que puedas hacer al respecto; toca estrellarse y ahí sí empezar a reparar el daño.
Pasa que cuando te han herido, maltratado, tu reacción es endurecerte para que no te vuelva a pasar algo así, pero el dolor se queda ahí, guardado, así pretendamos estar bien. Entonces la rabia con la que vives es la transformación de ese dolor, la tienes latente, lista para explotar. Cuando vives así, puedes estar en el mejor de tus días, pero el mínimo traspié logrará hacerte explotar. Y claro, les vas a echar la culpa a los otros, porque una de las señales de quien está metido en un hueco emocional es creer que todo lo que existe en el mundo conspira contra él y que lo malo que pasa es por los demás, no por él mismo.
La rabia destruye más que el vicio. Se puede volver del alcohol, de la droga; de la furia, en cambio, difícilmente nos reponemos. Y nos escudamos en que somos así para no cambiar. Buscamos excusas en los genes para justificar nuestra actitud, pero la verdad es que no se nace malgeniado, no se nace odiando todo, no se nace con miedo. La vida nos va volviendo así, aunque, por otro lado, no se trata de culpar a la vida por ello. No está bien ni mal, simplemente así funciona esto.
Yo toqué fondo después de muchos años de andar a ciegas, aunque ya no lo sé. Toqué fondo y no había nada allí. La rabia me llevó allí. A usted puede llevarlo cualquier otra cosa, y como cada caso es diferente, lo que se siente al tocar fondo es algo difícil de explicar e imposible de enseñar; cada uno tiene que vivirlo. Llegar al fondo le va a doler, pero una cosa sí le garantizo: no importa cuánto haya sufrido, va a doler más salir de él. Le costará horas de sueño, viejas relaciones con personas que no necesita en su vida. Le costará zafarse de viejas creencias y hasta despedirse de usted mismo. Le costará sangre, sudor, llanto y a veces sentirá que ni eso le va a alcanzar. Eso sí, si llega a lograrlo, cada lágrima derramada habrá valido la pena y ningún esfuerzo habrá sido en vano. Salir del fondo es mejor que haber nacido.