Moda
Mochilas con historia colombiana
Un grupo de mujeres se sumó a un colectivo para diseñar moda a base de tejidos tradicionales de la comunidad arhuaca en Colombia.
Pueblo Bello, un municipio a 45 minutos de Valledupar, se ha convertido en un espacio mágico que ha sabido reinventar su identidad a través de su producción artesanal al rescatar para la contemporaneidad su máxima expresión de identidad: las mochilas arhuacas. Estas tienen denominación de origen, pero nuevas generaciones de mujeres han querido darle otros significados.
Este lugar es un pueblo de mujeres artesanas. Artesanas que, como miles de sus colegas a lo largo y ancho del país, tienen que ver su saber milenario perderse en la precariedad y en un oficio que no es rentable. Un arte y un saber que tiene intermediarios que muchas veces no llegan a reconocer el valor real de su labor.
Por esta razón, Lilyan Tarud y Lisa Fiallo crearon Lamore, un emprendimiento que estimula la creatividad de las artesanas y también muestra sus historias en cada parte del tejido que elaboran.
“El trabajo con esta comunidad inició gracias a la necesidad que vimos de que sus derechos por sus saberes ancestrales fueran recompensados de manera justa. Trabajamos con sus figuras geométricas, no cambiamos nada, lo único que aportamos es el color, pero ese sigue siendo su lenguaje”, cuenta Lilyan Tarud a Fucsia.
Un saber ancestral
Tejer cada una de las piezas que crean les toma cerca de 25 días y dos semanas más el bordado de pedrería, pues todo el trabajo es a mano. Todo inicia desde que le quitan la lana a la oveja y la hilan, luego, con una aguja empiezan a tejer. Los arhuacos consideran el mundo lleno de equilibrios: la lluvia sigue a la sequía; los cuatro niveles de arriba del nivel medio le dan forma reflexiva a los cuatro niveles inferiores del mundo. Esta cosmología está plasmada en la configuración geométrica de las figuras tradicionales, todas y cada una de las puntadas están guiadas por ella.
Y es que cada figura geométrica, cada patrón figural está ligado a una creencia y solo pueden ser expresadas mediante el colorido. Este proyecto, además, les permite proyectar el pensamiento que se enfoca en el tejido de la vida que inicia con un nudo y va creciendo, así como pasa con las vidas que arrancan de la nada.
Para las emprendedoras, el proyecto ayuda también a esas nuevas generaciones de artesanas que no quieren ver este saber como algo cotidiano, sino como un elemento cultural que puede ser proyectado más allá del acogedor pueblo y sus casas coloniales. “Muchas personas valoran mucho el trabajo de estas mujeres, ellas se sienten muy bien y nosotras solo estamos mostrando su arte al mundo”, agrega Tarud.
Tarad y Fiallo encarnan la palabra “empoderamiento”, un término que más allá de ser un cliché ha sido una realidad luchada, pues buscan hacer pervivir una tradición dando rostros y, sobre todo, el pago justo y reconocimientos a sus tejedoras.