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Perreo intenso y moda: el reflejo de un mundo digital, inclusivo y alejado de los estereotipos

Fucsia, 14/9/2022

De cómo el reguetón, a partir de su constante reinvención, se convirtió en el presente y en el futuro de la moda local y global.

J Balvin fue el invitado especial durante el show de Karol G en Coachella. Los artistas interpretaron el éxito 'Mi Gente'.
J Balvin fue el invitado especial durante el show de Karol G en Coachella. Los artistas interpretaron el éxito 'Mi Gente'. - Foto: 2022 Getty Images

Durante muchos años el reguetón, un género musical nacido en la década de los noventa en los barrios populares de Puerto Rico, incomodó a las élites y a ciertos grupos privilegiados. Buena parte de aquellos hombres blancos, ricos, millonarios, que encontraban sus modelos de éxito en las estrellas del pop o la industria de Hollywood, miraban con recelo el surgimiento de esos extraños reguetoneros latinos que cantaban de manera cruda sobre el deseo sexual y copiaban la ostentación de los artistas de hip hop de Los Ángeles. Con esas canciones obscenas de ritmo repetitivo y vistiendo esos atuendos tan poco elegantes, ¿cómo podrían triunfar?, murmuraban los más tradicionales en aquella época.

El reguetón no se detuvo y con el paso de los años dejó atrás el imaginario del machismo alfa para incluir discusiones de género e invitar al empoderamiento. Invadió las plataformas de música por streaming, las arenas, los estadios y los escenarios más prestigiosos. A través de sus nuevos referentes, con sus centros mundiales de creación en Miami y Medellín, propició una estética que desde el ámbito digital despierta los deseos y aspiraciones de una generación que se resiste a los modelos tradicionales y a los estereotipos. Con el ‘perreo intenso’ llegó también la resurrección del streetwear, de esa moda urbana que privilegia la comodidad y la conjuga con prendas o accesorios de las marcas más prestigiosas.

Hoy este género musical ha tomado el relevo del pop que tanto sedujo a los jóvenes en la primera década de este siglo. Hoy el reguetón es diversidad, lujo, transgresión y evolución. Basta con revisar la transformación de J Balvin, quien años atrás vestía enormes sudaderas propias de cualquier exponente del hip hop y ahora desfila sobre la pasarela con una falda de Balenciaga sin importarle las críticas machistas (este sí es el negocio, socio); esas que también han recibido el rapero Lil Nas X —inolvidable su falda en The Tonight Show con Jimmy Fallon— o el cantante británico Harry Styles —quien vistió esta prenda y atuendos femeninos para la Vogue de diciembre de 2020—.

Por su parte, el puertorriqueño Bad Bunny se pinta las uñas, se pone en un cuerpo de mujer e incorpora elementos sartoriales y estilísticos femeninos para conformar su universo. Y que nadie se equivoque, su propuesta no se limita al adorno, con ella invoca problemáticas como el feminicidio o las disidencias sexuales, temas de los que poco se habla en Latinoamérica, una región con tantas reservas hacia la pluralidad.

Con las estrellas del reguetón la “aspiracionalidad” (eso que quisiéramos ser, eso que deseamos tener) ha cobrado otro sentido. Balenciaga o Gucci ya no son marcas que evocan el distante glamour europeo destinado para unos pocos; Adidas o Nike tampoco son franquicias deportivas reservadas para una minoría pudiente. El lujo se habla en español y les llega a los jóvenes asiduos de Instagram con los temas de Ryan Castro, “Y la baby se me pega con un rico splash, conjunto ‘e Nike y unas Air Force One”; del mismo Bad Bunny, “Y yo te compro un Banshee, Gucci, Givenchy…”; o Camilo, “Y quiere que me ponga ropa cara, Balenciaga, Gucci, Prada”. Estas menciones musicales generan relevancia, conversación y recordación. Son la más efectiva campaña publicitaria. Hasta eso lo ha cambiado este ritmo que, contrario a lo que opinaron algunos críticos, no fue un capricho pasajero.

Plural, irónico, digital

El reguetón, desde su nacimiento, se ha alimentado de la controversia no solo por sus choques de clase, género, apropiación racial o cultural, sino también por haber despertado profundas discusiones en el mundo de la moda. Los estilismos y los universos creados por sus intérpretes están plagados de referencias y apuestas vanguardistas que los críticos señoriales del sector no saben cómo clasificar. Los atuendos de muchas de las figuras reguetoneras se resisten al análisis clásico. Lo que visten Karol G (la ‘bichota’), Farina o la española Rosalía, entre otras, no puede reducirse tan solo al streetwear.

La popularidad de este género también ha propiciado el regreso de antiguas tendencias que se transforman con piezas audaces, que se nutren de corrientes como la psicodelia, de subculturas latinas como las cholas o de la ironía y la exageración estética del camp. Los looks de las y los artistas del perreo suelen recurrir a piezas de diseñadores emergentes que han sido puestas en su justo lugar por visionarios estilistas. Así es posible que un sombrero vaquero y un vestido patchwork en forma de slip dress (vestido lencero) de los noventa, conformen una atractiva mezcla que, seguramente, se hará viral y poderosa en los escenarios físicos y en las redes sociales. Una de las pioneras de estas osadías ha sido la puertorriqueña Ivy Queen, quien, al mejor estilo de Lady Gaga, piensa muy bien el concepto que hay detrás de sus looks.

Más allá de sus megaestrellas, sus triunfos y sus polémicas, la música urbana actual refleja historias desde la periferia que se han transformado en arte digital gracias a la moda. De esta manera, artistas de Medellín como Homie y Maxi rescatan el formato de la década de los noventa, junto con el shitposting (memes o trinos o posts realizados de manera intencional con una estética pobre y, en apariencia, carentes de sentido) para redefinir la masculinidad. En otra orilla encontramos al dueto Las Villa, quienes, desde Bogotá, retoman el legado del trío femenino estadounidense TLC (conocido por temas como “No Scrubs”), así como la sensualidad latina, para crear su propia plataforma. En la combativa Cali se destacan los hermanos Dawer X Damper, quienes reivindican el género y la raza por medio de sus editoriales de moda.

Aunque algunos se resistan al embate del ‘perreo intenso’ y sigan creyendo que sus canciones son un infernal “pum-tatata-pum”, este rico cosmos de la música urbana muestra visiones emergentes de la moda y de todos los actores (nacionales y globales) que forman parte de su industria. El reguetón se apoderó del planeta porque supo leer el deseo de sus consumidores, sus inquietudes sociales y existenciales en la aún más efímera —pero eterna en su ironía— era digital. Lástima por aquellos que no supieron entenderlo.