Salud
Menstruación en el pasado: la evolución de los productos de cuidado femenino
Un recuento de cómo se trataba el periodo y qué recursos innovadores encontramos hoy en día.
“Estás temperamental, seguro es porque tienes la regla”. ¿Existe alguien que no haya escuchado esta frase? La menstruación, como muchos sabemos, es un proceso natural que ocurre en el cuerpo de las personas que tienen un sistema reproductor femenino.
Es tan natural como respirar, pero durante muchos años este proceso del cuerpo humano no fue visto así, como algo natural, sino que era considerado incluso un acto de brujería y durante siglos fue parte del estigma que de por sí reciben las mujeres desde más de un ámbito de sus vidas.
En el Antiguo Testamento, la Ley establecía que las mujeres menstruantes no podían entrar al templo y en el antiguo Egipto la sangre tenía una connotación mística, pero si se tenía el periodo debía recluirse de la sociedad hasta que terminara.
Aún hoy en día existe una sombra sobre la regla. En el 2015, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) realizó un estudio que arrojó que el 48 % de las niñas en Irán creían que la menstruación era una enfermedad.
Sin embargo, sin importar lo que se crea sobre ella, es un proceso que sí o sí sucede y desde el inicio de la civilización se consideró que había que contenerla. Así aparecieron las primeras formas de toallas higiénicas.
¿Cómo se retenía la menstruación en el pasado? Recuento histórico de los productos sanitarios para el periodo
Desde la civilización egipcia a.C. hay datos de que la menstruación era contenida con simples pedazos de tela de lino que eran amarrados al cuerpo de la mujer, estas se lavaban y volvían a ser utilizadas.
Además, fueron innovadores, ya que también se tiene registro de una especie de tampones que hacían con fibra de papiro. Durante la misma época en Grecia, se cree que las mujeres utilizaban pequeños trozos de madera envueltos en tela.
Luego, la documentación sobre la contención de la regla fue casi inexistente. La historiadora Ana María Rodríguez explica para Fucsia las razones:
“La misoginia que nos ha acompañado a lo largo de la historia es innegable, y la menstruación ha sido solo un motivo más para ello por su connotación de desecho, de mal olor. Porque, para colmo, solo la tenían las mujeres... Quienes podían escribir y publicar eran hombres, quienes no estaban muy interesados en este ‘vergonzoso’ tema y la menstruación quedó fuera de los textos”.
Pero hay datos del siglo X en Noruega donde ya se empezaba a ver un diseño de toalla tejida lavable. Para disimular el olor, se cree que amarraban hierbas y flores a estas compresas.
Con el paso de los años, se buscaron medidas más cómodas y sanitarias. En el siglo XVIII apareció una especie de cinturón en el que se colocaba una toalla de tela absorvente y lavable. Este mecanismo evolucionó hasta ser conocido décadas más adelante como el cinturón Hoosier, pero tenía un alto precio y muchas mujeres no podían adquirirlo.
En la Primera Guerra Mundial la adversidad le abrió paso a las nuevas creaciones. Debido a las graves heridas de los soldados y los civiles en la época, las enfermeras norteamericanas notaron que la celulosa absorbía mejor la sangre que el mismo algodón. Estas compresas fueron llamadas Kotex y serían las precursoras de los productos que ya conocemos hoy en día.
Las copas menstruales también tienen su primera aparición en el siglo XIX. Inicialmente, fueron hechas de metal y se sujetaban con cordones, pero una mujer sería la encargada de cambiar esa incomodidad.
Leona Chalmer creó la primera patente de la copa hecha en goma, creada para que los músculos del suelo pélvico fueran los que la sujetaran.
El periodo en la actualidad: las nuevas opciones conscientes de nuestro cuerpo y del medioambiente
La sociedad agradece los inventos por la salud sanitaria de la mujer que han permitido la higiene durante la menstruación. Sin embargo, llegamos a décadas de acumulación de productos desechables que se han convertido en un residuo masivo y contraproducente para el planeta.
Los plásticos y materiales utilizados para crear toallas higiénicas y tampones hacen que estos productos tarden más de 500 años en descomponerse, según una investigación de National Geographic Society.
Hagamos cuentas. Digamos que la vida fértil de una mujer, en promedio, puede ser de 40 años antes de la menopausia. Si se utilizan cuatro toallas o tampones diarios cada mes de la menstruación, estaríamos hablando de casi 13 mil productos desechables en la vida de solo una persona.
El panorama es preocupante si consideramos la contaminación ya existente en el mundo. Pero la contemporaneidad ha traído nuevas opciones de viejas costumbres. Por ejemplo, muchas mujeres han decidido utilizar métodos lavables como la copa, calzones menstruales y toallas higiénicas de tela en medio de un movimiento conocido como menstruación ecológica.
Aquí también se encuentra un nuevo mecanismo de enfrentar el periodo como parte de la mujer y se trata del free bleeding o ‘sangrado libre’. Las mujeres que lo practican explican que se debe tener una gran consciencia de tu propio cuerpo para saber cuándo va a expulsar la sangre, así como el cuerpo avisa sobre las ganas de orinar.
La ginecóloga Diana Vélez comentó para Fucsia que puede ser controversial, pero los nuevos métodos pueden ser beneficiosos para el cuerpo: “Como sociedad y como mujeres estamos acostumbradas desde pequeñas a que nadie debe saber cuándo nos llega. Y está bien, pero ahora el sangrado libre nos permitirá estar en contacto con nuestro cuerpo, entender dolores y expulsiones. Funciona siempre y cuando tengamos presente que la higiene es la prioridad y permite la buena salud de todo el cuello uterino”.
Las nuevas opciones no solo permiten tener una consciencia de nuestro propio cuerpo y del impacto medioambiental, sino también de que muchas mujeres no pueden acceder a los métodos convencionales. Teniendo en cuenta la menstruación, lo que en un tiempo fue signo de debidilidad y bochorno, hoy en día debe ser un motivo de empoderamiento y consciencia medioambiental, de clase y del cuerpo.