Opinión - Turismo
Aruba: donde encontré paz para mi corazón
Con su encanto etéreo y su aura sanadora, es el escenario donde mi corazón comenzó a cicatrizar, donde aprendí a aceptar la belleza de lo desconocido y a abrazar el fluir impredecible de la vida misma.
Por: Monica Garzón Ramírez
En el ocaso de un año marcado por la pérdida, la vida me condujo a Aruba en una sucesión de eventos que parecían orquestados por el destino mismo. Todo comenzó con la partida inesperada de mi padre, un golpe devastador que sacudió los cimientos de mi existencia y me dejó sumida en un mar de incertidumbre y dolor. Las lágrimas brotaban sin control mientras sostenía el teléfono, incapaz de articular qué sería de mi vida sin él, sin su presencia reconfortante.
Siempre había sido alguien que trazaba su camino con determinación, convencida de tener el control sobre el destino. Pero en esos días sombríos, comprendí la fragilidad de esa ilusión. La vida, caprichosa y sin aviso previo, había alterado el curso que yo misma creía tener definido. ¿Acaso era un requisito saber siempre hacia dónde íbamos y por qué? ¿No podíamos también aceptar la belleza y el misterio de lo desconocido, del no saber qué nos depara el próximo paso?
El proceso de sanación comenzó tímidamente, como un brote de primavera tras un invierno implacable. En medio de la penumbra, cuando los días empezaban a parecer menos oscuros, recibí un mensaje que sería el punto de inflexión en mi duelo. Cami Arévalo, me escribió con dulzura y compasión: “Moni, queremos invitarte a un viaje para que tu corazón no esté tan triste”. Sus palabras resonaron en mi alma como una promesa de esperanza y renovación.
Tomé la decisión en un abrir y cerrar de ojos. Dejé atrás la indecisión y la cautela que me habían paralizado desde la pérdida, y me lancé hacia lo desconocido con la determinación de encontrar paz y consuelo en un lugar tan lejano como familiar en mi corazón.
Así fue como me encontré desembarcando en Aruba, bajo el cálido abrazo del sol caribeño y el susurro constante de las olas que acariciaban la playa. El contraste entre el paisaje sereno y mi corazón aún lacerado era palpable, pero conforme los días pasaban, sentía cómo la isla empezaba a envolverme en su manto sanador. Cada puesta de sol era un recordatorio de que la vida sigue su curso, con sus altibajos, sus giros inesperados y sus momentos de belleza infinita.
Descubrí la magia de Aruba no solo en sus playas de arena blanca y aguas cristalinas, sino también en la generosidad y calidez de su gente, en las serenas y verdes colinas de Alto Vista, un lugar donde la naturaleza y la espiritualidad convergen en perfecta armonía. María Pucci, con su sabiduría y cálida presencia, me guió en una caminata de meditación que se convirtió en una experiencia profundamente transformadora. A medida que avanzábamos por los senderos, el suave murmullo del viento creaba una sinfonía natural que acompañaba cada paso. El sol, filtrándose entre las hojas y las piedras del lugar, iluminaba el camino con destellos dorados, invitándome a respirar profundamente y a liberar el estrés y las preocupaciones. María, con sus palabras llenas de paz y reflexión, me ayudó a conectar con el entorno y conmigo misma. Cada momento era una oportunidad para redescubrir la belleza de lo simple y lo esencial.
Luego, una relajante excursión en yate con Blue Parrot Private. Navegar donde el cielo se encuentra con el mar y la tierra, no es solo un paseo; es una invitación a la introspección, a la paz y a la renovación del espíritu. Entre la majestuosidad del paisaje y la tranquilidad del entorno, encontré un espacio para escuchar mi corazón y recordar que la verdadera belleza de la vida se encuentra en los momentos de calma y conexión profunda. Nadar y hacer snorkel en esas aguas cristalinas me mostró que incluso los peces, con su libertad, nos enseñan que lo más pequeño es lo más grande.
En la encantadora Granja de Mariposas de Aruba, viví otro momento mágico. Practicar meditación allí se convirtió en una experiencia revitalizante. Rodeada de exuberantes jardines y acompañada por el delicado aleteo de mariposas, cada respiración se llenaba de una energía especial. Al llegar a ese lugar, me recibió un paraíso de serenidad. Las mariposas, con sus vibrantes colores, revoloteaban a mi alrededor, creando un ambiente de paz y armonía. El suave susurro de las hojas y el murmullo de un arroyo cercano complementaban la atmósfera, haciéndome sentir completamente conectada con la naturaleza. A medida que empezaba mi práctica, guiada por un instructor experimentado, sentía cómo cada momento fluía con la gracia de las mariposas.
Un día memorable fue cuando realicé una sesión de SUP Yoga en las cristalinas aguas del mar de Aruba, guiada por la experta Andrea Herrera. Esta actividad combina la serenidad del yoga con la emocionante práctica de remar sobre una tabla de paddleboard, creando un momento de conexión profunda con la naturaleza y conmigo misma. SUP Yoga lleva la práctica tradicional del yoga a un nuevo nivel, literalmente flotando sobre el agua. Con la guía de Andrea Herrera, una instructora apasionada y conocedora, me embarqué en una travesía que desafía el equilibrio y la concentración, mientras me sumergía en la paz y la belleza del entorno marino.
Participar en la competencia de relajación Relaxaton en Eagle Beach fue mucho más que un evento; fue un viaje profundo hacia la reconexión conmigo misma y con el entorno que me rodea. Al principio, mi mente estaba llena de pensamientos dispersos y expectativas inciertas, pero conforme transcurrieron los 60 minutos, me sumergí en la serenidad de ese lugar mágico, algo comenzó a transformarse dentro de mí. Descubrí una calma que había olvidado, un amor por la tranquilidad que se reflejaba en cada respiración y cada momento de paz compartido con los otros participantes.
Al final, escuchar mi nombre en el puesto 18 de entre 100 participantes fue más que una sorpresa; fue la validación de un esfuerzo personal por encontrar equilibrio y bienestar. No solo había competido con otros, sino también conmigo mismo, superando mis propios límites mentales y emocionales. Aquella experiencia en Eagle Beach quedará grabada en mi corazón como un recordatorio de que la verdadera victoria está en encontrar la paz interior, un logro que va más allá de cualquier clasificación.
Aruba no había borrado el dolor, pero me había mostrado que la vida aún guardaba sorpresas y momentos de alegría, incluso en los tiempos más oscuros. Este viaje fue una travesía transformadora gracias a la compañía inigualable que compartí con Pata Morales, Lucre Melcior, Samantha Alva, Anna Sancho y Paula Ochoa. Juntas, hemos tejido recuerdos que brillan con la luz del sol en cada amanecer de Aruba, risas que llenaron el silencio de la noche, y abrazos que sanaron los rincones más profundos de mi corazón.
Al regresar a casa, llevé conmigo más que recuerdos de una isla paradisíaca. Traje conmigo un nuevo entendimiento de la resilencia humana, de cómo podemos encontrar luz incluso en las sombras más profundas. Mi viaje no fue solo una escapada física, sino un viaje de autodescubrimiento y sanación emocional que continuaría mucho después de haber dejado la isla.