Michael Kors, el nuevo magnate de la moda

Revista FUCSIA, 3/4/2014

El diseñador acaba de convertirse en multimillonario, sumándose a sus colegas Renzo Rosso y Tory Burch, que recientemente ingresaron a la lista de Forbes. El ascenso de estos diseñadores demuestra que, pese a la crisis, el lujo sigue siendo una obsesión.

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Los números no mienten: la moda paga. En el mítico ranking de los personajes más ricos del mundo elaborado por la revista Forbes, el puesto número tres, con una fortuna de 64.000 millones de dólares, lo ocupa Amancio Ortega, fundador de Zara. En la posición 12, con 34.400 millones, se encuentra el dueño de la cadena H&M, Stefan Persson. Luego de esta antesala aparecen los magnates del lujo, Bernard Arnault, creador del conglomerado LVMH, que cuenta con Louis Vuitton y Céline en su portafolio, y François-Henri Pinault, propietario de un imperio del que forman parte Gucci, Yves Saint Laurent y Balenciaga. Otros nombres ya habituales son Miuccia Prada, Giorgio Armani, Ralph Lauren y Gerard y Alain Wertheimer, de Chanel.

En el último año, la lista ha seguido creciendo y el integrante más nuevo del club es Michael Kors. “Lujo que se queda en las estanterías no es lujo”, es una consigna que le ha servido para amasar sus primeros mil millones de dólares a este diseñador de 54 años que se confiesa enemigo de la ostentación. Sin embargo, quizá solo se trate de una convicción a la hora de crear, porque como personaje es toda una celebridad, en parte debido a sus diez temporadas como el carismático jurado del reality 'Project Runway'.

La experta en artículos de gama alta Tilar Mazzeo considera que el éxito del negocio de Kors radica en el balance entre lo suntuoso y lo accesible: “los consumidores más conscientes desean diseños hermosos con un toque artesanal pero, sobre todo, algo que puedan usar en la ‘vida real’. Él es uno de mis favoritos por esa razón. Toma lo clásico y lo transforma en una moda contemporánea que cuenta una historia y captura un estado de ánimo”, comentó a FUCSIA.

Para ella su sentido de la empatía es el pilar del estatus alcanzado por el multimillonario. Kors bromea con que no le gusta tener cadáveres en sus pasarelas sino mujeres saludables, sexys y sonrientes. De ahí que haya expandido su línea en cuanto a tallas y precios. Asegura que la mayor cualidad de sus zapatos estrella, los Berkley T Strap, “es que con ellos se puede caminar. Por cierto, un vestido con el que no te puedas sentar, una cartera tan pesada a la que no le puedas poner más que un pintalabios, no tienen sentido”.



Kors: el nuevo Midas

El diseñador empezó a dar muestras de ese talante a los 5 años, cuando le arregló a su mamá el vestido de novia de su segunda boda, quitándole los pomposos lazos y encajes, y logrando una versión más minimalista. Al mismo tiempo creó para sí una nueva personalidad: cambió su nombre Karl por Michael, por simple gusto, y se quitó el apellido Anderson de su progenitor para usar el Kors de su padrastro. A los 11 ya vendía prendas hechas por él, a los 16 ofrecía a las tiendas diseños de sus jeans y con las ganancias dio muestra de su selecto gusto comprándose un reloj Cartier. Abandonó el instituto de moda para trabajar en una boutique, en 1981 lanzó su primera colección y una década más tarde se declaró en bancarrota. Resucitó con una línea más asequible y convirtiéndose en el creativo de la casa Céline.

Desde 2002 su firma no ha dejado de crecer. Un año después los empresarios Silas Chou y Lawrence Stroll le compraron el 51 por ciento de la compañía, y en 2011 esta salió a la bolsa. Entonces tenía ingresos de 800 millones de dólares y en la actualidad su capitalización en el mercado ronda los 20.000 millones, permitiéndole al norteamericano ser uno de los magnates del mundo aunque solo sea propietario de un dos por ciento de la firma: “¿no es una locura? En plena década de catástrofe financiera, y a pesar del fantasma del 9/11, todo ha ido en ascenso”.



El imperio de los accesorios

Según estimativos de la firma consultora Bain & Co., el sector del lujo parece inmune a la cautela inherente a la crisis económica. Su crecimiento ha sido progresivo y tan solo en 2013 los consumidores gastaron aproximadamente 292.000 millones de dólares en complacer sus gustos. Los accesorios son la pieza central de esta escalada y eso explica que recientemente Tory Burch, de 47 años, también se haya abierto un espacio entre los más ricos de la moda. Sus zapatillas de cuero tipo ballet, de 195 dólares, adornadas con su insigne doble “T” y llamadas “Reva” en honor a su mamá, fueron escogidas por la reina de la televisión norteamericana Oprah Winfrey como una prenda indispensable en un clóset femenino. De esa manera “desentaconó” a las mujeres, presentándoles una alternativa glamurosa.

Hace diez años, después de haber trabajado en la revista Harper’s Bazaar y de manejar las relaciones públicas de figuras como Vera Wang, empezó un negocio homónimo haciendo sus diseños en la cocina de su casa, mientras obtenía dinero para abrir su propia tienda en Manhattan. En la actualidad tiene cerca de cien locales alrededor del planeta, además de que sus creaciones de estilo preppy bohemio y chic, incluyendo sus famosas túnicas, se consiguen en más de mil almacenes selectos. Luego de una batalla legal con su exesposo, Chris Burch, a quien acusó de copiar su estilo con la firma C. Wonder, él decidió vender la mayor parte de sus acciones a nuevos inversionistas. Este acuerdo estaría detrás de los 3500 millones de dólares en los que la compañía Tory Burch LLC está valorada.

Pero tales cifras no son solo explicables a partir de este tipo de movidas entre magnates. Hay una fuerza más poderosas provocándolas: el diario The Wall Street Journal la describe como una nueva clase consumidora global, con un crecimiento tan acelerado que su demanda supera la oferta. Internet y series como Sex and the City han hecho que el público en general sea testigo de lo que sucede en el mundo de la moda en las diferentes latitudes y que pueda acceder a sus tentaciones haciendo clic en las tiendas virtuales e-commerce, cuyo incremento es del 25 por ciento al año. “Los consumidores están más interesados en la calidad que en la cantidad”, señala Mazzeo, refiriéndose a los costos del lujo en plena recesión, aunque no le gusta definirlo en términos de precio sino de “buen ojo” y diseño.

Quizá una forma de ahorrar es adquirir productos “finos” que terminan siendo una buena inversión por su durabilidad. “No es cosa de ricos. Los jóvenes están ahorrando para adquirirlos. Por su espíritu aspiracional deben ser capaces de comprar aunque sea una pieza, y hay muchos de ellos”, explicó Milton Pedraza, CEO del Luxury Institute a la revista Slate. Sin embargo, en esta ecuación, la variable clave son mercados emergentes como el asiático, con sus hordas de chinos turistas, y el brasileño: su poder adquisitivo y su conciencia del prestigio de las marcas son los medios para alcanzar mayor estatus.



Los extremistas del lujo

Algunos analistas coinciden en que una estrategia de precios más cómodos ha cumplido un papel importante en el posicionamiento y la ubicuidad de figuras como Kors. No consideran que tal democratización afecte a una industria caracterizada por su exclusividad, porque brindarle cierta facilidad de compra a esta tiene el potencial de crear una especie de necesidad, al tiempo que jalona nuevos clientes.

Lo cierto es que el lujo “extremo” está lejos de ser una especie en vía de extinción: “precisamente la marca a la que le ha ido mejor en los últimos años es Hermès, que tiene los precios más altos. Incluso, compañías como Dolce & Gabbana han eliminado algunas de sus líneas más económicas”, expresó a esta publicación Luis Lara, catedrático de Internacionalización del ISEM Fashion Business School. En 2013, un año después de tomar esta medida, los italianos Domenico Dolce y Stefano Gabbana vieron cómo su imperio obtuvo ganancias cercanas a los 1400 millones de dólares, suma que los catapultó directo a la lista Forbes. Y todo en medio de un escándalo por evasión de impuestos.

Su compatriota y colega Renzo Rosso, de 57 años, tampoco se ha distinguido por tener precios bajos y ha conseguido una fortuna de 3300 millones de dólares. Cuando a mediados de los ochenta el creador de Diesel decidió probar suerte en Estados Unidos, lo hizo por lo alto: “mi par de jeans más barato tenía un valor de 100 dólares”. Hasta entonces los más caros eran los de Ralph Lauren, que costaban la mitad. “Un producto que nació con la clase trabajadora, asociada con lo bajo y sucio, de repente era la antítesis”, afirmó el diseñador.

Desde que era simplemente el hijo de un granjero sus aspiraciones han sido exorbitantes: aunque se inscribió en un curso de fabricación de textiles porque le sonó que era un asunto fácil, a los 15, en la máquina de coser Singer de su mamá, hizo sus primeros pantalones de bota “campana”. A los 20 se unió a la empresa fabricante de ropa Moltex y solo dos años después, gracias a un préstamo, compró un buen porcentaje de esta. En 1978, aprovechando la crisis del petróleo y el boom del diésel como combustible alternativo, le cambió el nombre. Hoy el diseñador no solo vende los dénim que lo hicieron famoso, sino artículos de lujo y una línea de muebles que ofrece sofás de 6000 dólares. Ha adquirido participación en firmas como Viktor & Rolf y estuvo a punto de comprar la casa de alta costura Valentino.

Un sondeo realizado por Slate encontró que los conocedores de la industria apuestan a que el camino está abonado para que Alexander Wang, Tom Ford y Marc Jacobs hagan una multimillonaria fortuna. “Hay que darles tiempo a los ‘nuevos ricos’ para ver la evolución de sus firmas”, opina el profesor Lara.

“Pero su escalada será difícil. Los magnates del lujo franceses Arnault y Pinault han sabido agrupar empresas y crear conglomerados que crecieron de manera muy rápida. Es algo que les ha faltado a los italianos, quienes con su individualismo se están quedando atrás en cifras de ventas”. Tilar Mazzeo piensa, desde una visión más romántica, que su éxito está ligado a una nueva concepción de la moda: “esta tiene poco que ver con ‘el último look’ de una temporada. Es más acerca de obtener piezas que perdurarán. Una de las grandes tendencias en Nueva York y Hollywood es lo vintage, un estilo que se diseñó décadas atrás. Así es como los consumidores conciben el verdadero lujo: es algo que no solo vale la pena comprar sino también mantener”.