Moda
El club de las modelos raras
Modelos albinas, de caras poco armoniosas, labios abultados y ojos desproporcionados, con separaciones entre los dientes o bizcas. La moda parece salirse de los cánones marcados por años, para abrir su rango a bellezas extrañas.
"La armonía me aburre, me estanca”, ha repetido en diferentes ocasiones el diseñador Yohji Yamamoto,quien en sus creaciones celebra siempre lo disonante, lo inesperado, lo asimétrico, y confirma en cada una de sus piezas que para él no hay belleza sin una oscuridad, sin una rareza. “Toda mi vida he trabajado contra el cliché de la belleza. No tengo nada en contra de ser guapa y sexi, pero me gusta cuando es una opción y no un mandato”, expresó por su parte la italiana Miuccia Prada en esas conversaciones imaginarias que el Museo Metropolitano de Nueva York le incitó a tener con Elsa Schiaparelli.
Estos discursos que parecen reivindicar lo diferente, que buscan apartarse de los inamovibles y estrictos mandatos de lo bello, fueron siempre ideales más bien marginales en el mundo de la moda, inquietudes propias de esos intelectuales como Yamamoto o Prada, que siempre parecían estar hablan- do de otra cosa que no fuera solo trapos y tendencias. De un tiempo para acá, sin embargo, estas premisas parecen permear cada vez más una industria que se ha caracterizado por su capacidad de uniformarnos a todos y hacernos desear lo mismo. Con sorpresa, muchos lectores de revistas y asistentes infaltables a los desfiles de modas se han topado con unas modelos de caras extrañas, bocas no tan armónicas como las que se solían ver, dientes separados, ojos brincones, extremadamente grandes o bizcos (sí,bizcos). Cara Delevingne con sus cejas superpobladas, Georgia May Jagger con sus dientes incisivos notablemente separados, Saskia de Brauw con su cara masculina con la que posa tanto para marcas de hombres como femeninas,empezaron a provocar con sus rasgos bruscos. Luego Lily McMenamy, la nueva musa de Marc Jacobs, con sus labios salidos y su nariz grande, Masha Tyelna con su gesto de muñeca asustada, y Moffy, una modelo bizca que ya ha conquistado dosportadas de revistas, parecen inaugurar, en diferentes niveles, el género de las raras.
Sakia de Braw
Por años fuimos testigos de una avalancha de mujeres brasileñas, de pelos frondosos, cuerpos bronceados y perfectos que inundaron las revistas y que a fuerza de estar presentes en todas partes (comerciales, campañas, cine, televisión y desfiles) nos hicieron creer que esa era la expresión máxima de la belleza. El resto de las mortales, al ver en una publicidad a Gisele Bundchen o Adriana Lima, deseábamos de alguna manera emular o sentirnos incluidas en esos cánones que el mundo celebraba como perfectos, sin importar cuán distante estuviera nuestra realidad física de esos estándares. Vinieron luego las de Europa del este y las orientales, pero igualmente esa disparidad entre lo convencional y la belleza producida por la moda seguía siendo enorme. ¿Será entonces que esa fuente inagotable de sufrimiento femenino, esa tiranía de aquellas formas de la belleza únicas con la que nos hemos comparado por años podrían estar dándonos una tregua con la incursión de estas extrañas mujeres que conquistan la moda?
Tal parece que en las recientes semanas de la moda ni las lindas brasileñas, ni las despampanantes rusas,ostentaran el santo grial de la belleza. “En las pruebas para los desfiles deNueva York, más que buscar un prototipo puntual de raza o un fenotipo perteneciente a una región, todos estaban en busca de mujeres con una especialidad: un toque particular, algo que las diferenciara y las salvara de encarnar el molde de lindas que tanto aburre por estos días a fotógrafos y editores de moda”, explicó a FUCSIA el brasileño Lucius Villard, quien ha acompañado a diferentes creadores de su país a las pasarelas internacionales y ha estado involucrado en los procesos de casting. “Puedo entender ese hastío de la industria con las bellezas tan perfectas y tan planas”, explica, por su parte, Alejandra Quintero, fotógrafa colombiana, editora fotográfica de Soho y autora de un sinnúmero de editoriales de moda quien, sin embargo, ha insistido en volver a las personas albinas la verdadera inspiración de su lente.
“Mi escuela en la fotografía ha sido casi siempre trabajar con personas reales, que no poseen los estereotipos de belleza requeridos, por ejemplo, dentro de la industria de la moda. Con el tiempo me empezaron a gustar otros tipos de belleza y fui formando mi manera de ver linda a la gente que no cumple con esos estándares. Creo que siento a estas personas más vulnerables y más puras; me resultan más fáciles de retratar puesto que, como desconocen su belleza, pueden ser mejor dirigidas. He tenido que fotografiar gente canónicamente bella, por supuesto, pero sus caras han sido tan retratadas que me parece más complicado aportar algo nuevo a su imagen. Belleza es lo último que están buscando los agentes de moda, quizás están persiguiendo algo que les llame la atención en una chica por más de un microsegundo”.
Justamente ese objetivo, el de capturar la atención por unos instantes en un mundo sobrecargado de estímulos visuales, es lo que la investigadora en temas de cuerpo y belleza de laUniversidad de los Andes, Ingrid Bolívar, encuentra tras este fenómeno: “creo que el interés por esa belleza menos simétrica, por cuerpos que destacan por sus defectos no tiene que ver con una mayor democratización sino con la necesidad de volver a crear impacto. Las chicas más ‘hermosas’ se parecen tanto entre sí que es difícil recordarlas; entonces el recuerdo de la marca, que es uno de los grandes objetivos de la publicidad, peligra. La gente con algún defecto o algo ‘raro’ sirve también para comunicar que como marca se es diferente; creo que ese es el valor más exaltado por estos días”.
Lily McMenamy
Más allá de los nobles ideales que puedan estar inspirando a la moda a llenar sus campañas fotográficas de mujeres extrañas, lo que sí parece poner de manifiesto esta tendencia es que las ideas sobre la belleza son construidas por la sociedad, no son ningún mandato natural y biológico, sino más bien un cierto acuerdo cultural que es susceptible de ser replanteado. Basta con analizar la historia y notar que no es la primera vez que características extrañas han sido valoradas como bellas.Durante el mandato de la reina Elizabeth de Inglaterra, en el siglo XVI, las mujeres bellas eran aquellas que tenían una frente prominente como la que ella tenía, y esto impuso entre las mozuelas la moda de raparse el pelo completamente hasta la mitad de la cabeza para ostentar su bella redondez craneal. Por su parte, las mujeres del siglo XVIII usaban cremas abrasivas solo con el fin de blanquearse la piel. A ellas les hubiera resultado un esperpento ver nuestras pieles bronceadas de hoy en día, porque para entonces la blancura era el valor máximo de una mujer bella, pues indicaba que tenía dinero suficiente como para no salir a trabajar al aire libre.
“Varios factores influyen en la determinación de los cánones de belleza. Es útil pensar que tales factores varían con el tiempo de acuerdo a cómo se recomponen en la sociedad y en los específicos grupos sociales las luchas por la supervivencia, las ideas sobre reproducción, sobre la vida que vale la pena vivir, la espiritualidad y lo queda placer. Los cambios de los cánones de la belleza están asociados a transformaciones en otras esferas de nuestra vida y, de manera muy importante,a cómo se ve y se vive el cuerpo”, añade Bolívar. Además, considera que la moda, los concursos de belleza, la televisión son más influyentes y, si se quiere, opresivos, en el momento de determinar lo que es bello, de influir sobre los grupos y las clases sociales que requieren ser aceptadas, que son aspiracionales. “Entre otros grupos como los rurales o los más populares se observan los cánones pero no necesariamente se reproducen”, sostiene la investigadora.
Lindsey Wixson
Este club de modelos raras, en las que empiezan a resaltar los defectos como algo valioso que hace alarde de un carácter único, es realmente incipiente, y aunque ha logrado ser suficientemente trasgresor y permear toda la industria, aún habrá que ver si a fuerza de familiarizarnos con esas bellezas extrañas que pueblan campañas de publicidad y comerciales y que parecen ampliar el espectro, empezamos a estar más cómodos con esa belleza más convencional y ordinaria que ostenta la mayoría.