Hollywood
Moda en las alturas
La interpretación más lujosa del glamour de los 60 está calcada en la nueva serie que revive la vida de las azafatas de la aerolínea Pan Am. FUCSIA tuvo acceso a los secretos de la diseñadora de vestuario del programa, Ane Crabtree.
Hollywood siempre ha tenido un fetiche con el mundo de los pilotos y las azafatas. Tal vez, los mejores recuerdos que se tienen archivados en el cine sean el de Leonardo DiCaprio cuando se puso el traje de piloto para Atrápame si puedes y El aviador, y en el caso femenino, los de Catherine Zeta-Jones cuando enamoró a Tom Hanks vestida de azafata en La terminal; o el de Kirsten Dunst como una coqueta auxiliar de vuelo en Elizabethtown. Sin contar la olvidable y sosa actuación de Gwyneth Paltrow y Christina Applegate en A View from the Top. A pesar de los buenos y malos intentos del pasado, Jack Orman, la mente creadora de E.R., quiso revivir la vida de las auxiliares de vuelo de la aerolínea más famosa de los años 60, Pan Am, que fue reconocida por la glamurosa estética que le impusieron sus azafatas al oficio de volar.
Christina Ricci, Kelli Garner, Margot Robbie y Karine Vanase son las radiantes aeromozas que adornan los aeropuertos internacionales, las cabinas y los corredores del avión, luciendo el característico traje azul con guantes blancos que las identificaba. “Muchos de los primeros diseños de Prada están inspirados en uniformes. El de Pan Am es espléndido en su simplicidad y en el papel para el que esta hecho”, explica Ane Crabtree, la diseñadora de vestuario de esta y otras series importantes como Los Soprano y Sin rastro.
Hoy Nueva York, mañana Londres, París, Roma…
Hace 50 años, cuando el transporte aéreo era considerablemente turbulento, pero más formal de lo que es hoy, las azafatas eran vistas como verdaderas diosas de las alturas. Se cortaban el pelo en el salón Vidal Sassoon en Londres, compraban sus brazaletes dorados en Beirut y llevaban tapetes tejidos de Teherán. Ellas nunca cargaban maletas de ruedas, además, se hospedaban en los mejores hoteles del mundo y escogían sus propias rutas. “Pan Am nos dio libertad y responsabilidad, éramos como embajadoras de buena voluntad, inteligentes, mujeres descaradas que estábamos en un pedestal y teníamos muchas aventuras” apunta Nancy Hule Ganis, una azafata que voló para Pan Am entre 1969 y 1976, y que es productora ejecutiva del show. Para trabajar en esta célebre aerolínea, la estatura de una azafata debía oscilar entre el metro sesenta y el metro setenta de altura. En el aeropuerto JFK de Nueva York, como se muestra en la serie, estrictas supervisoras revisaban que las ayudantes de vuelo no superaran los 61 kilos de peso, además de que siempre usaran una faja, medias de nylon y que su corte de pelo nunca sobrepasara la altura de los hombros. Estaba claro que ser azafata de Pan Am en su época dorada demandaba más cuidados que los de una reina de belleza, además de tener el privilegio de ser las ostentosas dueñas de un armario muy internacional.
Las cuatro protagonistas, al mejor estilo de Sex and the City, se deleitan vistiendo hermosos trajes que van acordes con cada destino que visitan, y nunca pierden la oportunidad de disfrutar de un coctel en uno de los bares de la ciudad a la que vuelan. Para Ane Crabtree, fue muy complicado complacer a los escritores, porque ellos siempre estaban pensando en grande. “Para crear un atuendo de cualquier lugar en Asia se necesitaba de mucha investigación. Yo no pensaba en Asia, pensé en Yakarta, Burma o Indonesia. Con pequeñas pistas visuales pudimos decir expresamente ‘esto es París en 1963’”.
El personaje de Christina Ricci (Maggie) luce un vestido verde oliva con estampados de flores durante su paso por Berlín, que la hace lucir fascinante e impecable. “Ella es el ave rara del grupo. Su estilo bohemio del centro de una ciudad la convierte en una dama muy impetuosa que representa el espíritu libre americano de la época”, explica Crabtree acerca de la inspiración que tuvo para diseñar el vestuario para Ricci.
Existen hermosos secretos en el vestuario que siempre están dando información sobre algún destino en el que aterrizan. El primer episodio de la serie expone el encuentro de una de las azafatas con un espía en Roma, mientras sus compañeras y los pilotos disfrutan de una cena en uno de los bares del centro de Londres.
Crabtree cree plenamente que el núcleo de los personajes emerge visualmente cuando están fuera del avión y visten sus atuendos de calle, mientras la belleza minimalista de los uniformes es resplandeciente en sus líneas limpias y diseño utilitario, únicamente para usar durante los vuelos y en los aeropuertos.
La más reciente colección de Alta Costura de Karl Lagerfeld para Chanel fue un rutilante retrato inspirado en las auxiliares de vuelo de los años 60. Una pasarela convertida en avión, adornada al mejor estilo del jet-set internacional, fue la plataforma en la que los asistentes al desfile se abrocharon los cinturones para apreciar una gama de azules pastel, traducida en vestidos cortos de seda con las características geométricas de la banda en el cuello, mangas tres cuartos y la cintura baja.
Una aventura a nueve mil metros de altura
Todos los secretos e intimidades del mágico mundo aéreo se ponen en evidencia en esta nueva serie que cuenta también los romances esporádicos entre azafatas y pilotos, además de los constantes coqueteos con algunos pasajeros. Según los rumores, algunas de ellas compiten por algún pasajero que les parezca guapo desde que este sube a bordo. Pan Am expone en uno de sus primeros episodios cómo una de las protagonistas descubre que el pasajero con el que se acostó es casado.
Aparte de las aventuras sexuales a nueve mil metros de altura, también se verán las rivalidades y celos en su gremio, sin que queden por fuera los corazones rotos que dejan los engalanados pilotos en cada vuelo. La crítica ha recibido favorablemente la propuesta de la serie, resaltándole el buen diseño de vestuario y el romanticismo de los 60 que logra evocar. Indiscutiblemente, no ha logrado dejar de ser comparada con la exitosa serie Mad Men, también ambientada en esa nostálgica década, que narra la historia de un grupo de publicistas. Aunque es innegable que las dos series tienen un punto en común: el buen gusto que le imprimieron al vestir a sus personajes conservando los sastres impecables, sin arrugas, las camisas almidonadas y el calzado alucinantemente brillante característico de la época, que no deja lugar a dudas de que todo tiempo pasado fue mejor.