En la intimidad con Carolina Herrera
Lila Ochoa, 24/8/2015
Un sueño hecho realidad fue la invitación de la casa Carolina Herrera a visitar sus oficinas en Nueva York y asistir a la gala del Jardín Botánico. Esta es la crónica de este encuentro con una de las mujeres más emblemáticas de la moda.
No importa cuántos años lleves en la moda, cuántas galas y entrevistas puedas tener en tus recuerdos, nunca deja de sorprenderte cuando recibes la invitación de alguno de los grandes de la moda mundial para conocer más íntimamente y en detalle su universo.
Una mañana soleada en Bogotá, recibí el cálido mail de la diseñadora venezolana radicada en Nueva York, Carolina Herrera, para asistir a la presentación privada de su colección, conocer sus oficinas, el taller y asistir a una gala.
Desde la llegada al aeropuerto me sentí como una persona muy especial. Un conductor me esperaba a la salida para llevarme al hotel Surrey donde me alojaría junto con un grupo de periodistas latinoamericanas.
A la mañana siguiente empezamos el día en el Fashion District, o distrito de la moda, donde están localizadas las oficinas del emporio que ha creado esta mujer. Desde la entrada el ambiente era impactante.
Todos los espacios en blanco inmaculado, los muebles forrados en tela de rayas blancas y marrones -que son ya un emblema de las oficinas de esta casa de modas-, y muchas fotos de ella y su familia colgadas en las paredes. Fotos en blanco y negro de momentos de su vida que le permiten a uno recorrer los pasos de esta famosa diseñadora.
- El taller-
La visita empezó en el taller, tan impecable como el resto de las oficinas. Aquí se hacen las prendas a la medida, vestidos de novia y los prototipos de cada colección.
En un ambiente impecable trabajan las costureras junto con los patronistas y el jefe de taller que se encarga de que todo funcione como un reloj. Se ven prendas en proceso, trabajos hechos a mano en camino de ser algo excepcional, dibujos, moldes y rollos de tela, todo organizado con cuidado y precisión.
Luego nos instalamos en el salón central donde podíamos ver y tocar cada uno de los diseños. El mood board, o tablero de inspiración, nos mostró los elementos básicos de la colección. Lentamente empezaron a salir las modelos y Carolina Herrera fue explicando cómo la simpleza de una pluma fue el punto de partida de la inspiración de la colección Resort 2016. Esa pluma que detonó un universo creativo se repite entonces en texturas y motivos que protagonizan las diferentes telas y bordados.
- La colección-
El desfile apenas empieza a insinuarse y de inmediato se hace evidente que el amarillo y el rosado van a invadir el salón. "Estamos trayendo el color y la ligereza a un largo y frío invierno", explicó la diseñadora a los periodistas. Prendas con delicados motivos en telas fluidas y ligeras fueron exhibidas por las modelos de la casa, una detrás de la otra salieron al inmenso salón.
Un par de culottes en jacquard estampado en rosado neón y blanco, perfectos para ir a un té con amigas o para una fiesta en el jardín. Luego aparece el que podría ser el vestido que resume sus ideas para diseñar cada una de las prendas: el traje de gala, una pieza en coral con una ilustración gigante de plumas en la falda. Y como ella misma explica: "Todo se reduce a siluetas simples y al color. Sin esfuerzo."
Pero las prendas de esta colección van mas allá de la ligereza y la simplicidad, Carolina siempre vuelve a sus raíces, al ADN de su marca: apliques botánicos en lentejuelas y plástico, bordados y estampados florales gigantes también se impregnan en sus vestidos pues como confiesa la misma creadora, "No me puedo imaginar una colección de resort sin flores".
Hay prendas para el día, como los pantalones estampados en seda o las túnicas en tweed de algodón que se pueden combinar unas con otras. Pero definitivamente, es la noche la que parece conmocionar más profundamente su alma pues cada vestido está hecho para hacer de una mujer común, una diosa. Al final del desfile, nos esperaba una larga mesa decorada maravillosamente con flores para disfrutar un delicioso almuerzo en compañía de esta mujer inspiradora.
Una mañana soleada en Bogotá, recibí el cálido mail de la diseñadora venezolana radicada en Nueva York, Carolina Herrera, para asistir a la presentación privada de su colección, conocer sus oficinas, el taller y asistir a una gala.
Desde la llegada al aeropuerto me sentí como una persona muy especial. Un conductor me esperaba a la salida para llevarme al hotel Surrey donde me alojaría junto con un grupo de periodistas latinoamericanas.
A la mañana siguiente empezamos el día en el Fashion District, o distrito de la moda, donde están localizadas las oficinas del emporio que ha creado esta mujer. Desde la entrada el ambiente era impactante.
Todos los espacios en blanco inmaculado, los muebles forrados en tela de rayas blancas y marrones -que son ya un emblema de las oficinas de esta casa de modas-, y muchas fotos de ella y su familia colgadas en las paredes. Fotos en blanco y negro de momentos de su vida que le permiten a uno recorrer los pasos de esta famosa diseñadora.
- El taller-
La visita empezó en el taller, tan impecable como el resto de las oficinas. Aquí se hacen las prendas a la medida, vestidos de novia y los prototipos de cada colección.
En un ambiente impecable trabajan las costureras junto con los patronistas y el jefe de taller que se encarga de que todo funcione como un reloj. Se ven prendas en proceso, trabajos hechos a mano en camino de ser algo excepcional, dibujos, moldes y rollos de tela, todo organizado con cuidado y precisión.
Luego nos instalamos en el salón central donde podíamos ver y tocar cada uno de los diseños. El mood board, o tablero de inspiración, nos mostró los elementos básicos de la colección. Lentamente empezaron a salir las modelos y Carolina Herrera fue explicando cómo la simpleza de una pluma fue el punto de partida de la inspiración de la colección Resort 2016. Esa pluma que detonó un universo creativo se repite entonces en texturas y motivos que protagonizan las diferentes telas y bordados.
- La colección-
El desfile apenas empieza a insinuarse y de inmediato se hace evidente que el amarillo y el rosado van a invadir el salón. "Estamos trayendo el color y la ligereza a un largo y frío invierno", explicó la diseñadora a los periodistas. Prendas con delicados motivos en telas fluidas y ligeras fueron exhibidas por las modelos de la casa, una detrás de la otra salieron al inmenso salón.
Un par de culottes en jacquard estampado en rosado neón y blanco, perfectos para ir a un té con amigas o para una fiesta en el jardín. Luego aparece el que podría ser el vestido que resume sus ideas para diseñar cada una de las prendas: el traje de gala, una pieza en coral con una ilustración gigante de plumas en la falda. Y como ella misma explica: "Todo se reduce a siluetas simples y al color. Sin esfuerzo."
Pero las prendas de esta colección van mas allá de la ligereza y la simplicidad, Carolina siempre vuelve a sus raíces, al ADN de su marca: apliques botánicos en lentejuelas y plástico, bordados y estampados florales gigantes también se impregnan en sus vestidos pues como confiesa la misma creadora, "No me puedo imaginar una colección de resort sin flores".
Hay prendas para el día, como los pantalones estampados en seda o las túnicas en tweed de algodón que se pueden combinar unas con otras. Pero definitivamente, es la noche la que parece conmocionar más profundamente su alma pues cada vestido está hecho para hacer de una mujer común, una diosa. Al final del desfile, nos esperaba una larga mesa decorada maravillosamente con flores para disfrutar un delicioso almuerzo en compañía de esta mujer inspiradora.