Columna
El breve encanto de los avatares
No sé si RIM logre reponerse de las persistentes caídas de su innovador sistema de comunicación gratuita e instantánea que ha hecho del Blackberry un éxito comercial hasta ahora, pero lo que sí es cierto es que los avatares hablan más de los usuarios que los mismos servicios de mensajería instantánea.
Un avatar es la figurita que la gente pone en sus celulares, correos electrónicos y en casi todos los sistemas de mensajería instantánea que dominan la sociedad por estos días. Esa es una revolución en las relaciones modernas dominadas por las interfaces a base de las pantallas. Atravesamos una verdadera generación-pantalla especialista en no desaprovechar ningún espacio para darse pantalla.
Y si al mundo de las comunidades lo mueven las pantallas (cine, celulares, computadores, televisores, etc.), a las pantallas las mueven las imágenes de sus usuarios. Todos quieren personalizar sus cosas para sentirse y parecer diferentes. En el lugar designado para identificarse usan fotos, cómics y emoticones, entre otros iconos, todos ellos llamados ‘avatares’.
El decadente mundo del Blackberry es un buen ejemplo del variopinto universo de los avatares. Hay gente que por alguna necesidad laboral, social o exsentimental está en nuestro radio de los avatares y a través de ellos nos damos cuenta de qué están haciendo a toda hora. No porque nos envíen mensajes directos, sino por sus cansonas actualizaciones que involuntariamente miramos. Nos comunican qué oyen, dónde están, sus emociones y hasta hacen proselitismo al encadenarnos en campañas sociales, políticas y hasta deportivas.
@London. Enfado. Atasco. Viernes¡ Mariana esta escuchando Guns & Roses. Ala Barcelona. Cero Toros. Los anteriores mensajes son muy comunes en el mundo del chat y son mensajes involuntarios que nos comunican más información de sus usuarios de la que necesitamos. Hay gente que actualiza su estado en el Smartphone hasta cuando entra al baño o sale para la oficina o universidad. Eso sucede no solo porque está enganchado a estar revisando su BB, sino porque sabe a la perfección que hay algunos de sus contactos que solo están pendiente de las actualizaciones.
El asunto traspasa los límites cuando de exnovias se trata. Un amigo terminó una relación de dos años un poco adolorido y desconcertado, con el corazón medio roto, pero se negó a eliminar a su ex del ‘pinuniverso BB’ y cada vez que ella se iba a cine, a comer o de rumba, sus actualizaciones lo chuzaban como en una acupuntura, directo al corazón. Estaba completamente adicto a mirar qué avatar ponía, dónde andaba y qué estaba escuchando. El pobre vivió una segunda tusa pegado a la pantalla de su BB.
Lo único que me duele a mí de que BB muera, tal y como le sucedió a Palm en su momento, u otros servicios innovadores efímeros, es que me pierdo las actualizaciones de ciertos contactos que de verdad me distraen. Sucede lo mismo que en Facebook, en donde son populares las fotos calientes y que hablan mucho de su usuario. Viejas en vestido de baño, tipos con gafas oscuras con telón de fondo las pirámides de Egipto o la simplona foto de sus hijos. Confieso que a mí me gustan los contactos de las mujeres tipo grilla que actualizan unas fotos estilo Soho.
De verdad es muy entretenido ser testigo de sus salidas en minifalda los viernes de rumba, de su fin de semana en Cartagena y de sus ‘copitas’, ‘noticas musicales’ y demás ‘pendejaditas’ que van dejando cada veinte o treinta minutos y con las cuales se autodelatan e informan sin informar de sus vidas.
La verdad me siento como el ‘Ciudadano Kane’ siendo un ‘Gran Hermano’, testigo directo del mundo de mis contactos a través de su BB.