"Uno se enamora de la que no es para autosabotearse": Adolfo Zableh
Elegimos a la imposible para no ser felices. Por eso nos juntamos con la inviable, con la que nos rechaza, con la que cuesta retener. A la que nos ama y nos acepta, en cambio, la repelemos, al anulamos, le restamos valor.
Por Adolfo Zableh
Columnista Revista FUCSIA
El amor de una mujer es uno de esos premios que los hombres no sabemos cómo usar. Una mujer se enamora de nosotros y la creemos tonta porque no entendemos qué habrá visto en nosotros. Tantos años habitando este planeta y no sabemos nada de ellas. Ignoramos por qué se enamoran, pero también cómo retenerlas. Y enamorarse está bien, es un comienzo, pero resulta fácil. Uno puede enamorarse en cualquier esquina. Lo difícil es cultivarlo, de ahí que tantas parejas empiecen con la fuerza del Titanic y acaben igual que él, hundidas a mitad de camino.
Yo recuerdo mi primer amor. Se llamaba Katherine y vivíamos en Barranquilla. Me enamoré de ella en los ensayos de un desfile de modas cuando teníamos diez años. Quizá ocho, no recuerdo bien. Lo que sí tengo claro es que fue verla y caer. Pelo liso, largo y negro, ojos azules y medio perdidos, voz dulce. Yo, que sufro de pánico escénico, desfilé en vestido de baño frente a doscientas personas solo por estar junto a ella. Pero a ella le gustaba otro. Y así tenía que ser, de otra forma no habría aprendido desde temprano que el amor es una cosa esquiva, una especie de karma que nos persigue y al mismo tiempo nos evita. Por eso crecemos creyendo que la gracia del amor no es amar, sino ser correspondido.
Aunque si lo pienso bien, mi primer amor pudo ser antes de Katherine. En la niebla de los seis años recuerdo una cara pecosa y muy blanca, con pelo rojo y carente de dientes frontales porque los estaba mudando. Suena aterrador, pero era preciosa. Estaba tan perdido en ella que alguna vez me hizo llorar como lo hacía mi madre cuando me regañaba.
Por asociaciones así es que los hombres buscamos a una mujer que nos recuerde a nuestra madre. Pero esa niña de seis años es un fantasma, no recuerdo ni su nombre. Podría cruzármela hoy y no reconocerla, por eso pongo a Katherine como mi primer amor. Hace poco hablé con ella y todo bien. Fue un alivio porque si siguiera en mis diez años, me habría perdido de lo que la vida tenía para mí.
Entre Kathy y mi amor de hoy pasé por una serie de relaciones fallidas. Y fallaban por mí. Me pasé la vida buscando lo imposible porque estaba convencido de que no merecía ser feliz. Uno se enamora de la que no es, para autosabotearse y que la relación fracase. Elegimos a la imposible para no ser felices, por eso me juntaba con la inviable, con la que me rechazaba, con la que me costaba retener. A la que me amaba y me aceptaba, en cambio, la repelía, la anulaba, le restaba todo el valor que tenía. Y eso pasaba porque yo no me quería. Usted no se quiere y es incapaz de querer a lo que sea, desde una persona hasta un cuarto repleto de billetes de 500 euros. Cuando entendí que la gracia del amor no estaba en recibir, sino en darlo todo a cambio de esperar nada, empecé a disfrutar de estar con alguien.
Acostumbrados a lidiar con quien no toca, llega el amor de la vida y no sabemos qué hacer con eso. A mi mujer tuve que esperarla cinco años y perderla dos veces. Tuve que mandarla al carajo para volver a buscarla justo antes de que se me fuera. Un segundo más tarde y la habría perdido para siempre. Pero todo sirvió, porque hoy con ella todo es diferente. No es la primera vez que siento que una mujer me ama, pero sé que ella es la única mujer que puede decir que se ha sentido amada por mí; y no es poca cosa. Muchas buenas mujeres pasaron por mi vida, solo que no eran ella.
Sé que la amo porque lo de antes no sé que era. Cariño, enamoramiento, aprendizaje tal vez. Amaba desde el miedo, desde el ego, pero las mujeres no están ahí para llenar los vacíos ni para hacernos sentir bien por lo que somos capaces de conseguir. Ahora, cuando estoy con ella, siento que estoy donde debería estar, con quien debería estar y haciendo lo que debería hacer; entre nosotros nada sobra, y nada de lo que está afuera en el mundo nos hace falta. Con ella todo se siente correcto, y eso es suficiente. La amo tanto que no quiero perderme un segundo de ella, y aunque sé que es imposible, quisiera que todo lo que hacemos fuera la primera vez para ambos. La amo tanto que con ella me iría feliz a la puta mierda. Se me va a explotar el corazón.