El destino de Manuela González

Revista FUCSIA, 19/8/2014

Tras finalizar la producción de la tercera temporada de la serie Susana y Elvira, la actriz se embarca en el que ha sido hasta ahora su proyecto más exigente: el papel de Susana Machado de Guerrero, en la superproducción de época, El chivo.

Top, falda y chal en lana de Ashes. Anillos y aretes, $120.000 de And the Gods. Fotografía. © Camo/14. Maquillaje y peinado: Ceci Arenas. - Foto:

"Los planes solo están trazados para romperlos”. Manuela González lanza esta consigna sabiendo muy bien el peso de sus palabras. Esa parece ser, después de todo, una frase que la vida le ha enseñado a repetirse.

Eso fue justamente lo que le sucedió cuando regresó de California, donde estudiaba, a pasar solo unos días en Colombia, e inesperadamente se topó con dos castings que le cambiarían la vida. Uno para el papel de una trastocadora Lolita, otro, para ser la chica colombiana de la afamada serie Verano del 98. La vida daba un viraje inesperado y sus planes de estudio en Estados Unidos se convertían en un abrir y cerrar de ojos en dos proyectos televisivos en Latinoamérica.

La frase que repite, su mantra, ha vuelto a sucederle. Estaba viviendo en México. Llevaba seis meses de arduas grabaciones encarnando a Lorelai Cadena, una joven colombiana que termina enredada con El señor de los cielos, una figura emblemática de los carteles del narcotráfico mexicano. Era su debut en una producción mexicana y había conseguido darle forma y carácter a un personaje fuerte que, a pesar de vivir en España y estar alejada del mundo de las drogas, había terminado estrechamente vinculada a este capo a raíz del asesinato de su hermano.

“Fueron tiempos muy felices y de mucho trabajo, en los que además tuve la oportunidad de seguir con el proyecto de la serie por Internet Susana y Elvira. Así que México sirvió de escenario para la grabación de la tercera temporada de mi personaje de Susana”, cuenta Manuela, quien tras finalizar varios proyectos y con dos nuevas propuestas entre el tintero en México, vino unos días a Bogotá de paso, solo para tentar al destino, que volvió a imponerse.

Era miércoles, faltaban solo dos días para tomar su vuelo de regreso al D.F. y unos agentes de Televisa le pidieron que hiciera el casting de Susana Machado de Guerrero, un personaje muy difícil y sufrido de la serie El chivo, basada en la afamada novela de Vargas Llosa, La fiesta del chivo. Fue una dura prueba, a Manuela se le pidió que interpretara una de las escenas más violentas de la serie, en la que su personaje se consagra como víctima. El papel era suyo, ella lo sabía, y pronto los directores también lo supieron. El vuelo a México se canceló.

“Mi personaje es la esposa del ministro de Defensa del gobierno de Leonidas Trujillo, el dictador dominicano. Es la historia de una mujer inteligente que viene de una familia acomodada y muy culta, cuyo sueño es hacer una gran contribución cultural a Santo Domingo y darle su propio museo de arte moderno. En medio de estos ideales, y apoyando de manera incondicional la carrera política y militar de su marido, cae infortunadamente en las manos de Trujillo y se vuelve víctima de su poder político y su obsesión sexual”, cuenta Manuela, que todavía está pasando por ajetreadas sesiones de grabación.

La relación particular y rápida que la actriz entabló con el personaje tenía una razón muy clara. Su madre, Gloria Inés Daza, había trabajado toda la vida del lado del arte y ese complicado mundo le había dado la manera de sacar a sus cuatro hijas adelante. Manuela, como suele hacerlo cada vez que le entregan un personaje, buscó esos elementos comunes que podía tener con el rol de esta mujer y aceptó inmediatamente el papel.

“No me cabe duda de que en todos los años que llevo de carrera este ha sido el reto más grande como actriz, y me llegó de la mano de un director mexicano muy especial, Poncho Pineda, que está muy bien parado en Hollywood. Yo quería llevar este personaje, al que le pasan cosas terribles, a otros lugares diferentes al de la típica víctima, no quería que fuera una María Magdalena. Quise sentirme libre de crear, incluso, una dualidad moral que hiciera que el público se cuestionara su buen criterio”, cuenta emocionada la actriz, quien reconoce que es de esas profesionales que sí necesitan estar bien dirigidas. “No creo en mandarme sola y, menos, en ser capaz de resolver los retos que impone el personaje por cuenta propia. Este rol de Susana Machado requería de alguien mucho más inteligente que yo y ahí estuvo este director que nos ayudó a todos”.

Esa desprevención con la que suele referirse a sus procesos como actriz es una bella característica que le ha ayudado a mantener los pies en la tierra. Manuela González es consciente de cuánto le costó empezar como actriz. “Desde que puse el primer pie en el set supe que me quería quedar allí para siempre, por eso me lo tomé en serio y tuve que ponerme a estudiar arduamente actuación. Veo actores nuevos que desde el principio son brillantes; yo, por el contrario, sé muy bien cuánto esfuerzo me costó estar a la altura de mis papeles, lo cual, a la final, terminó estando a mi favor, porque me hizo sentir que nunca era suficiente, siempre se podía aprender y esforzarse más”.

La producción de época, que ha sido rodada con una narrativa muy cinematográfica, emulando el estilo de grandes series como House of Cards, y que ha usado diferentes locaciones colombianas como Bogotá y la costa Caribe, ya fue comprada por España y actualmente se adelantan negociaciones para que sea transmitida en Colombia, lo que permitiría que la gran historia del nobel peruano Mario Vargas Llosa fuera vista por miles de televidentes que descubrirían a uno de los dictadores más peculiares de la América Latina de los años cincuenta.

Así, por estos días, Manuela González convive con dos Susanas, de estilos y épocas muy diferentes. La una, la de la serie El chivo, es el recuerdo vívido de su madre y la enfrenta a los vericuetos de la historia, la otra, la de Susana y Elvira, la conecta con los dramas de su generación, le saca ese humor negro que comparten las amigas y, sobre todo, le hace comprender que “está bien no cumplir el sueño ideal de vida, estar sola o que no funcione la vida en pareja, que el trabajo no traiga el éxito soñado y que aun así le puedas encontrar el sentido a la vida”.

Antes de que tuviera que volver a su acostumbrado rol de actriz, le pedimos que fuera la modelo de los mejores vestidos que vimos desfilar en Colombiamoda 2014, solo para demostrar que la moda puede ser llevada por mujeres reales. Porque Manuela González es sobre todo eso, una mujer real.