Personajes
Carlos y Miquel, dos españoles que están cambiando la realidad de varios niños en una de las zonas más olvidadas del país
En una zona turística paradisíaca, cerca al Parque Tayrona, se materializó el sueño de un grupo de amigos que querían construir un proyecto de impacto social propio. Gracias a su trabajo hoy existe la Fundación Costeño Social.
Todo empezó con un grupo de viajeros que se encontraron en un hostal llamado Costeño Beach, que se ubica entre el kilómetro 39, vía Riohacha, en el oasis llamado Guachaca, del departamento del Magdalena. Enamorados por la tranquilidad, la vibra y la comunidad de la zona, se hicieron la promesa de regresar al año siguiente con recursos financieros para construir un proyecto propio.
Carlos Amaya Solivellas fue uno de los integrantes y en entrevista con Fucsia nos contó el proceso que los llevó a edificar su más grande logró: La Fundación Costeño Social. Amaya es un español de Mayorga, España, mide un metro con ochenta, luce un cabello castaño y largo y su estilo es playero y bohemio. Tiene 33 años y su apariencia es la de ser un hombre sumamente comprometido y serio. Luego de graduarse como psicólogo, viajó a Latinoamérica con el sueño de recorrer todo el continente de norte a sur. Sin embargo, cuando llegó a Colombia, quedó perdidamente enamorado del país.
“Gracias a que estuvimos en un momento concreto; cuando justo iniciaba el desarrollo de un emplazamiento turístico llamado Costeño Beach, un hostal construido en una zona virgen muy cerca al Parque Tayrona. Se organizó un grupo de amigos. Estábamos tan encantados que hicimos un pacto. Este consistía en volver a Guachaca para invertir y empezar un proyecto propio”, recordó de forma emotiva el español mientras estaba sentado en su “oficina” que cuenta con una gran y amplia vista al mar.
Juan Francisco Villa, docente de educación física y coordinador de estudios, de nacionalidad argentina, fue el primero que llegó a Guachaca a cumplir su promesa. Villa se alió entonces con Costeño Beach para buscar estrategias didácticas alternativas y así surgió la Fundación Costeño Social. El hostal prestaba sus instalaciones para recibir a los jóvenes interesados en aprender y poco a poco el voz a voz fue cogiendo fuerza.
“La idea era darles a los niños talleres de diferentes tipos. En esta zona la educación es muy escasa y hay poca oferta cultural y educativa, por ello, los niños llegaban a aprender sin necesidad de hacer publicidad. Esos fueron los principios de una pequeña ventana que se abrió en esta región que queda entre guachaca y mendihuaca”, indicó Carlos.
Los talleres que dan en la Fundación comprenden el cine, surf, fotografía, clases de inglés, lectura, arte, entre otros. Para ese momento, cuando el voz a voz hizo su efecto, el hostal no daba abasto, habían muchos niños, entonces Juan, Carlos y otros amigos compraron un terreno para hacer un proyecto verdaderamente independiente.
“Compramos el terreno y destinamos la mitad a la fundación. Desde entonces han pasado tres años y como hormiguitas hemos estado reuniendo fondos para ir desarrollando la infraestructura necesaria para, de a pocos, ir mejorando la calidad de las clases, ampliando el abanico de profesorado, voluntarios, al final, todo se traduce en recursos económicos. Ahorita estamos terminando la biblioteca y nos sentimos muy orgullosos de nuestros avances. La idea es traer donaciones de computadores, los talleres han ido evolucionado. Nos gusta decir que somos una institución educativa más, que provee educación no formal con el uso de metodologías y pedagogías alternativas”, señaló Amaya.
Es importante resaltar que esta no ha sido una tarea fácil, pues a pesar de que ya llevan algunas generaciones de niños formados, las familias de la zona como desplazados, madres cabezas de hogar, personas de bajos recursos, tienen vidas marcadas por la escasez, que, muchas veces, impactan en la educación de sus hijos y no les facilita recibir algún tipo de formación.
En cuanto a los avances, la institución ya cuenta con una página web http://costenosocial.org/, donde transmiten sus valores, misión, visión, explica quienes son y lo que pretenden, muestran su trabajo hasta la fecha, entre otros detalles. Como aspecto curioso, el grupo de amigos se inspiró en una escuela de Indonesia que ha pasado por un proceso muy parecido para poder darles formación a cientos de niños.
Nos llena el alma aportar a la comunidad de Guachaca y dejar una huella
Otro de los jóvenes que estuvo en el grupo de viajeros fue Miquel Gargallo, también español, 1.75 metros de altura, cuerpo atlético, cabello castaño, barba, de 31 años y con apariencia relajada y jovial. “Cuando empecé a viajar tenía 22 años. Recuerdo que tenía un profesor en la universidad de Filosofía que me hizo reflexionar sobre mi vida y lo que quería. Fue ahí donde me di cuenta de que lo que quería era viajar y conocer el mundo”, dijo Gargallo, mientras estaba sentado donde se guardan las tablas de surf, con un brillo en los ojos difícil de describir.
Miquel viajó 6 meses a la India. Luego se fue a Indonesia donde empezó a surfear. Conoció otros países de Asia, Europa y, finalmente, llegó a Colombia. Fue ahí donde conoció a Carlos. Los españoles comenzaron a trabajar juntos, se fueron a Panamá, Estados Unidos, México, entre otros destinos. “La situación con La Fundación fue que en Costeño Beach creamos un grupo de amigos, hicimos la promesa y cuando volvimos, nuestro amigo Juan ya había empezado La Fundación. Entonces nosotros éramos instructores de surf y fue fluyendo con los niños, de hecho, yo llegué cuando ellos ya habían comprado el terreno”, relató Gargallo.
El surfista tuvo la oportunidad de construir su casa en el terreno que habían comprado sus amigos, al igual que ellos, entonces, la mitad del espacio se destinó para la institución educativa. Además de Costeño Social, Carlos y Miquel estaban trabajando en una escuela de surf de una pareja noruega, ubicada en el hostal Viajero Tayrona, muy cerca de Costeño Beach. No obstante, la pareja se mudó a su país y Miquel y su novia decidieron comprar la escuela.
“Compramos lo que es ahora Olala, y aunque no funcionó con ella y me quedó la experiencia de no mezclar romance y negocios, el negocio prosperó. Entonces cuando todo terminó, Carlos le compró su parte y ya llevamos casi dos años trabajando juntos. En cuanto a la vida de la Fundación, ya cumplen cinco años y yo llevo tres años con este proyecto. Estoy encantado. Aquí tengo todo lo que quiero. Me siento feliz. Puedo surfear lo que más amo en la vida, aportar a la comunidad, me siento útil y ahora con mi negocio estoy más que contento. La verdad es que la riqueza llega por otros lados”.
Actualmente, los españoles y su grupo de amigos se encuentran desarrollando infraestructura en las playas del caribe colombiano. Sus estudiantes ya están dando clases a los de primera generación y se ha vuelto un círculo de aprendizaje. Incluso algunos ya reciben remuneración por sus conocimientos. Parte de los aprendizajes que ha recibido la comunidad está cambiando la realidad de las familias y ese sencillo acto —como dicen por ahí—, es ponerle el alma.