Rompamos con el efecto Matilda
Por Ana Peña
Este efecto responde a cómo muchas mujeres que se han dedicado a la ciencia o a la investigación no han sido reconocidas o tuvieron que ocultar sus aportes al mundo.
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Recientemente hemos escuchado hablar acerca de los trabajos de la nueva era y sus futuros líderes, siendo un tema en tendencia especialmente en el mundo de la tecnología. Pero, ¿tenemos claro lo que significa? Un informe de la Unesco anticipa que hasta el 75 % de los empleos estarán relacionados con el campo de las STEM, es decir, que muchas de las capacidades necesarias para los empleos del futuro estarán completamente asociadas con carreras profesionales en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. ¿Contamos con suficientes niñas y mujeres en STEM?
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, las mujeres solo representan cerca de una cuarta parte (28 %) de los graduados con máster en ingeniería y tan solo 40 % de los egresados de ciencias de la computación en el mundo. Además, solo el 22 % de los profesionales que trabaja en el campo de la Inteligencia Artificial es mujer.
Puede que el mundo tenga estos porcentajes de mujeres en áreas STEM, pero ¡eso no está bien! Hombres y mujeres —y todas las minorías— deberían tener igualdad de acceso a oportunidades. La inclusión es fundamental para impulsar la innovación y así crear un mundo mejor en colaboración con el sector empresarial.
Lo anterior no solo genera reflexión, sino también nos da un empujón para continuar involucrando y brindando oportunidades a más niñas, jóvenes mujeres y a otras minorías, con el fin de que conozcan de primera mano lo que pueden lograr a través de las herramientas que nos ofrece la tecnología y la digitalización en la actualidad.
No todo está perdido
Hoy en día existen diferentes programas y estrategias lideradas por el sector público y privado para atraer a niñas y jóvenes al ámbito de las STEM. De hecho, recientemente 35 niñas colombianas, entre los 9 y 15 años, provenientes de regiones en situación de vulnerabilidad, estuvieron durante cinco días en el Space Center de la NASA, interactuando con astronautas y participando en actividades que las acercó al mundo de la ciencia.
¡Precisamente a esto me refiero!
Estoy segura de que estas niñas con su visión se convertirán en líderes del futuro y nos ayudarán a cambiar la frase que afirma actualmente que “de tres personas que se dedican en el mundo a la investigación en ciencia e ingeniería, solo una es mujer”. Esto no significa que queramos enfocarnos en las estadísticas. Cada vez me convenzo más de que el secreto está en impulsar mayores referentes en la industria, como en el caso de Diana Trujillo, la colombiana que fue nombrada por la NASA como nueva directora de vuelo y ahora supervisa las operaciones de la tripulación comercial y del programa Artemis en la Luna.
Encontrar mujeres que sean reconocidas por su trabajo en estas áreas no es tarea fácil. A lo largo de la historia nos hemos enfrentado al “Efecto Matilda”, que responde a cómo muchas mujeres que se han dedicado a la ciencia o a la investigación no han sido reconocidas o tuvieron que ocultar sus aportes al mundo. Este concepto fue acuñado por la historiadora científica Margaret W. Rossiter en 1993, quien denunció la situación de miles de mujeres científicas que la historia ubicó en un segundo plano, nombrándolo “Efecto Matilda” en honor a Matilda Joslyn Gage, primera activista norteamericana que luchó por los derechos de las mujeres, especialmente para que obtuvieran su derecho al voto a mediados de los años 1800.
El camino es largo, pero la recompensa es enorme
Actualmente vivimos en un entorno de constante transformación; todo avanza rápido y no nos podemos quedar atrás en el camino… ¿A qué me refiero? A nuestras acciones del día a día, no solo como individuos, sino también por medio del rol que cada uno de nosotros desempeña. Vivir en medio de una cultura inclusiva da la bienvenida a todo tipo de perspectivas.
Y esta cultura depende de lo que pensamos. Por eso la necesidad de “cambiar el chip” dentro de las organizaciones, al interior de los colegios y centros educativos, incluyendo las universidades, porque no se trata de un enfrentamiento de géneros, sino de sembrar la semilla para que más mujeres lleguen a ser referentes y líderes en las carreras STEM, ya sea asistiendo a la NASA, liderando proyectos de investigación, siendo docentes en facultades de ingeniería o logrando convertirse en CEO de una compañía.
* Las opiniones dadas por Ana Peña no representan la opinión de la revista Fucsia.