Maricarmen Cervelli, columnista invitada Fucsia

Las contradicciones de una mamá

Por Maricarmen Cervelli

13/3/2023

Yo teletrabajo, lo he hecho por casi ocho años y tengo una rutina diaria para evitar que el trabajo devore los otros roles de mi vida.
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Comienzo a las 8:00 a. m. y trato de terminar a las 4:00 p. m. para poder estar con mi hija cuando llega del colegio. Entonces, suelto el computador para acompañarla en sus tareas, clases extracurriculares o juegos. Y, fin, se acaba el día.

Es muy buena esta dinámica porque me permite tener cierto balance. Cieeeeerto balance.

El problema es que, como todas las rutinas en esta vida y a pesar de ser una mujer privilegiada, a veces me siento extremadamente aburrida de hacer lo mismo todos los días y, sobre todo, de no salir de mi casa-oficina, de no interactuar con otros adultos, de no ir a dar una vueltica y de no dedicarme tiempo real para mí, sin trabajo, maternidad y deberes del hogar.

Entonces, la institutriz que tengo en la cabeza comienza a hacerme malas jugadas y me envía avisos de advertencia (que honestamente a veces le agradezco): te vas a quemar; llama a una amiga, ve al centro comercial, camina, ¡haz algo distinto!, estás reducida al rol de madre, no seas tan autómata, la vida es una y es un carnaval.

Pero como es tan cabrona, también me increpa: ¿vas a salir?, ¿a esta hora llegas?, estás trabajando más de la cuenta, estás presente pero ausente.

Maravillosos los juegos mentales, ¿no?

Les cuento una anécdota para ilustrarlo mejor.

Hace poquito, una de mis mejores amigas llegó a Medellín a realizar un stad up comedy, show que, por supuesto, yo no podía perderme.

Decidí dedicarle una tarde completa, cosa que casi nunca hago. Nos encontramos para almorzar, nos tomamos dos jarras de sangría y hablamos tanto que se nos fueron volando unas cinco horas. ¡Yo estaba en mi elemento!

Después, la acompañé a arreglarse para su espectáculo y, como se acercaba la hora de su presentación, nos fuimos directo al teatro, donde seguimos juntas en pruebas de sonido, arreglos y preparación. Total, no volví a mi casa sino hasta después de la medianoche. Me sentí muy feliz.

Pero…

No se imaginan las contradicciones que sentía en mi mente descontrolada. Por un lado, esa felicidad infinita por ver a mi amiga después de tanto tiempo y, por otro, un tic tac que sonaba en mi cabeza, repitiéndome constantemente: hoy no vas a ver a tu hija, no vas a llegar a casa a tiempo, qué mala madre, la dejaste tirada, ¿y las tareas?, etc.

Me sorprendió, porque ya estoy curada de la maléfica culpa materna, pero mis pensamientos estaban jugando conmigo y, por supuesto, convirtieron (porque lo permití) mi tarde maravillosa en una incoherencia contradictoria y dramática.

Contradicciones de una mamá

No sé a ustedes, pero a mí generalmente me pasa que ansío estar sola, aunque sea medio día, para hacer miles de cosas pendientes para mí; y cuando lo logro, no hago nada, porque no sé por dónde empezar. Así se me va el tiempo de gracia.

Si salgo, como me sucedió con la anécdota de mi amiga, me prometo a mí misma que voy a disfrutar, que voy a pasarla bomba y que voy a dejar todo organizado para que mi hija quede bien cuidada; y cuando ya estoy montada en el bus, me atacan los nervios y las preguntas de si esto que estoy haciendo es correcto. ¡Qué estupidez!

Y cuando trabajo más de la cuenta, aunque estoy presente en cuerpo, no lo estoy en alma; así que da lo mismo, porque mi hija no tiene acceso a mí aunque esté en el cuarto de al lado, lo que significa que me ataque el pensamiento institutriz y me sienta una mamá ausente.

Es decir, olvido todo lo bueno que sí hago, como cuando en las redes sociales recibes 100 comentarios buenos y UNO malo, y el malo te daña el día.

Y la conclusión a la que he llegado, después de todo esto, es que las mamás (o al menos esta mamá que les escribe aquí) vivimos preguntándonos si lo que estamos haciendo será lo correcto, será suficiente y no les va a dejar marcas negativas a los hijos en el futuro.

Ante esas preguntas, particularmente pienso que “hacer lo correcto” lleva detrás un montón de creencias y juicios sobre lo que es correcto y no; sobre lo que es bueno y malo; por lo tanto, salvando algunas excepciones, lo correcto es relativo.

¿Suficiente? No sé. Generalmente, las mujeres tenemos la sensación de insuficiencia desde el vientre materno y hoy en día, esta emoción se potencia cuando nos invitan a ser las mejores versiones en todo, las más empoderadas, las supermujeres o las supermamás; conceptos que, definitivamente, nos joden la existencia más que hacernos bien.

Y en cuanto a las marcas futuras que dejaremos en nuestros hijos, yo creo que eso es inevitable y les tocará ir al psicólogo a resolverlo.

Entonces, frente a esta reflexión en la que me siento “la generala en su laberinto”, solo puedo pensar en volverme más consciente y coherente de que soy un ser humano que no nació solamente para trabajar y ser mamá. Quiero honrar sin culpas mis gustos y necesidades por fuera de la maternidad —que son muchos, de hecho— y también quiero ser coherente con esos gustos.

El conato de culpa siempre va a existir, creo yo, y más, frente a esta sociedad que te condena y mide tus niveles de desempeño como madre.

En todo caso, si quiero momentos a solas, los voy a respetar y aprovechar.

Si quiero estar con mis amigas, las voy a disfrutar hasta el último pelo de la cabeza.

Si quiero salir a cenar con mi marido, quiero saborear hasta el último bocado.

Porque eso forma parte de mi paquete, del combo con el que vine a este mundo y, definitivamente, cuando honro mi vida como un todo, me vuelvo una mejor mamá para mi hija y me siento suficiente, sobre todo, conmigo misma.

Aquí les dejo esta reflexión.

Sobre mí

Soy periodista, editora y directora de Asuntos de Mujeres.

* Las opiniones dadas por Maricarmen Cervelli no representan la opinión de la revista Fucsia.

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