Francia Márquez: el reflejo de un país distinto a través de la moda
Por Luz Lancheros
¿Y si la candidata a la vicepresidencia muestra a un país que desde hace décadas está cambiando a pesar de su propio relato cultural hegemónico?
--------------------------
Cada vez que leo —de nuevo— un ataque racista y condescendiente hacia la fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro, Francia Márquez, personifico de inmediato el meme de Edna Moda (la fabulosa diseñadora de Los Increíbles), viendo el mundo arder. Me encanta ver que su color de piel produce incomodidad en un país que jamás, con toda franqueza, ha dejado sus taras coloniales. Me encanta que no sea complaciente. Me encanta que no quiera adaptarse ni ser correcta, y, sobre todo, me encanta que jamás ha tratado de adaptar su imagen a lo que la élite política e institucional colombiana espera de ella o quiere aprobarle. Antes, a través de su estilo, ha creado todo un poderoso statement para reafirmar su etnia, su orgullo, sus luchas y su territorio.
Es un placer verla con todos sus estampados que rinden homenaje a la cultura africana —muchos de ellos dispuestos a través de sofisticadas siluetas— y con sus accesorios, que también rinden tributo a departamentos como el Chocó para echar al traste siglos de señorialidad en el país. Esa que ha dictaminado que debes ser claro, cómo no, delgado, blanco, “sobrio” y estar vestido de sastre para ser tomado en serio en política. Una visión ampliamente masculina y heredada de siglos, que en Colombia anula y violenta cualquier expresión individual que se salga de esta norma. Esta es la expresión que Francia realza más y más a medida que amplía su plataforma.
De hecho, es música para mis oídos ver que ciertas comunicadoras y artistas racistas tienen que menoscabar esa apariencia porque se niegan a ver de paso un país que poco a poco ha abierto su mirada al mundo y cuya juventud se atreve a ir más allá de lo normativo y aspiracional. Esa que las élites criollas instauraron desde la Independencia. Lo vemos con el streetwear innovador de los nuevos artistas del reguetón, por ejemplo. Con las declaraciones de estilo de (quién lo diría) Yeison Jiménez en un género tan machista y tradicional como la música popular.
Con los nuevos influencers que representan disidencias sexuales, estéticas y políticas. Con el streetstyle que cada año engalana eventos como Colombiamoda y donde lo queer se diversifica en creatividad. Con mujeres de otras tallas atreviéndose a romper las reglas, y con algunas —solo algunas— imágenes de moda que ya reflejan cómo el siglo XXI, así sea a paso de tortuga, llega por fin al país.
Yo quisiera decirle a Francia que, como ella, también fui, a mi regreso a Colombia, bulleada por mi apariencia y mi talla. Que aparte de su lucha y plataforma también me siento identificada por esa violencia estética, aunque esté muy lejana de su experiencia como mujer negra en Colombia. Esa violencia en donde la institucionalidad, por años rabiosa al ver mi voz, tenía que ceñirse con una apariencia que se negaba a encajar en una uniformidad alienante y que he conservado, como ella, a toda costa, así como muchas personas que han sido invisibilizadas y violentadas por atreverse a ser, lucir y pensar distinto.
Y mantener esto en este país ya es un acto de valentía y de amor propio inmensos, porque, así sea desde una pieza y también desde su propia voz, ella grita que ya esa Colombia blanca del pasado, con una sola imagen, un solo rostro, una sola forma de pensarse, está en el pasado por mucho que a quienes representan todo esto no les parezca. Porque somos un país diverso, multicultural y multicolor no sólo para las campañas oficiales, sino para todo; somos una diversidad que ya quiere reconocerse y presentarse ante el mundo sin miedo, para abrirse lugar en un país que desde siempre la ha negado.
* Las opiniones dadas por Luz Lancheros no representan la opinión de la revista Fucsia.