El activismo político que propone la moda
Por Verona Ramírez
Apostar por marcas con propósito que generen valor en nuestro entorno es un cuestionamiento constante por el que cada uno debe optar.
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Muchas veces nos preguntamos qué relación tiene la moda con la política, las posturas de estilo de vida, los cambios sociales e incluso con las revoluciones; en definitiva, apreciando la historia de la humanidad y sus transformaciones, hoy podría asegurar que se relaciona absolutamente con todo. Comparto una visión en la que vinculo este tópico que para muchos es banalidad y ostentosidad, para otros sencillamente un commodity y están quienes la viven como una expresión artística. Sin embargo, aunque incluyo la mayoría de estos términos y usos en mi concepto, yo la entiendo también como una forma de hacer política.
Desde los tiempos de María Antonieta, la primera fashionista declarada en la historia, el traje, la indumentaria y los ornamentos suntuosos se usaban como una herramienta de comunicación potente, cuando en su época el mensaje era transmitir el abolengo, la riqueza y el poder de la monarquía. De igual manera, con el pasar de los años y los hechos sucedidos, la moda se ha transformando desde los atuendos de gala, corsé y estampados orientales de la alta sociedad de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, de La Belle Époque y sus plumas, las sensuales siluetas y los labios rojos, a los uniformes de protección que usaban las mujeres para reemplazar a sus maridos en las fábricas durante las dos guerras mundiales.
Entre las diseñadoras pioneras en entender las necesidades del “consumidor” fueron Coco Chanel y Jeanne Lanvin; la primera cambó los tejidos por unos más resistentes, pantalones y faldas largas junto con camisas un poco más masculinas (y cómodas), mientras que Lanvin propuso vestidos de noche amplios para quienes aún podían asistir a fiestas y el efecto bolsillo más el delantal para las trabajadoras de hospitales. Igualmente, Christian Dior en 1947 crea The New Look, trayendo una innovadora propuesta sofisticada a la mujer para incorporarse a la nueva vida de posconflicto.
En los años consecutivos distintas tendencias también habían surgido desde las sociedades y sus ansias por libertad, los movimientos culturales o quizás la rebeldía a los cánones de belleza, tales como los looks del rock and roll de los 50 con el cuero en todas partes, las mini faldas de Mary Quant en 1964, la moda punk de Vivienne Westwood, el legendario Made In Italy de los Missoni, Armani, Fendi, Versace y Prada entre los 70 y 80. Igualmente, se habla del surgimiento de los sneakers de la cultura afroamericana neoyorquina, potencializados por el movimiento del hip hop y ampliado por doquier en las décadas siguientes gracias al furor que hoy en día tenemos por la comodidad como leitmotiv.
Esto último se asocia a la más reciente tendencia del athleisure, que data de hace unos diez años aproximadamente y se ha fortalecido de forma exponencial debido a la pandemia y nuestra necesidad de bienestar en todo sentido. Por ello, no solo las marcas insignia del estilo como Off White, Adidas o Nike, sino otras de diseño tanto locales como globales lo han adaptado en sus colecciones. Otra iniciativa relevante del presente siglo es la necesidad de tomar acción ante el consumismo y la sobreproducción que afectan al medioambiente y a la sociedad, creándose diversos tratados entre países potencia como el Acuerdo de París del 2016. Este trabaja por combatir el cambio climático junto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible que la ONU ha delimitado y se promueve entre los gobiernos, empresas y civiles a nivel mundial.
Todos estos hechos mencionados demuestran la transformación y adaptación de las sociedades a periodos críticos a través de la moda, la cual es un reflejo del pasado, presente y futuro; esta, a su vez, propone una rebelión estética con tendencias de estilo y un consumo disruptivo que traspasa fronteras.
Hacer esta pequeñísima recopilación de la historia del traje y la humanidad, me hace recordar cuando quería estudiar relaciones públicas o periodismo político para “hacer algo positivo por el mundo”; cuando caí en cuenta de que el mundo también se puede cambiar desde la creatividad, la belleza y la moda, así como menciona Irene, la protagonista de la serie Made In Italy inspirada en la legendaria Franca Sozzani.
Fue en esta investigación constante durante mis años universitarios y de carrera profesional en la que he entendido que como consumidores somos los principales vehículos para la transformación, ya que al comprar un producto o servicio estamos adquiriendo y siendo parte del universo de las marcas. De esta manera, hacemos política al estar del lado de la determinación, tenemos el poder de elegir por quién votar, apoyando con nuestros hábitos y decisiones de compra, por sus propuestas de valor y afinidad con nuestros principios, nuestras proyecciones y deseos más allá de lo superfluo. Por eso, estas pequeñas acciones diarias son igual de importantes que los momentos en los que elegimos líderes, es fundamental escoger a quiénes se alinean con nuestro pensar y sentir para que el propio actuar pueda ser replicado a mayor escala desde los cambios que nacen en nosotros mismos.
Allí comenzó mi búsqueda por generar impactos positivos desde cualquiera que fuese mi labor, sea periodista, mercadóloga, empresaria y, por supuesto, como ciudadana; la búsqueda no solo por hacer proyectos con propósito, sino también generar conciencia en mí y en aquellos en los que pueda sembrar.
Sobre mí
Mercadóloga y comunicadora de Moda, fundadora de una firma de athleisure consciente, encargándose en la actualidad de la coordinación de marketing para marcas de moda de lujo. Cuento con experiencia en medios de comunicación digital, marketing de marcas de belleza y ha sido docente. Ha realizado consultoría para marcas de diseño independiente local, le apasiona el periodismo, la sostenibilidad, los proyectos con propósito y el mundo del arte.
* Las opiniones dadas por Verona Ramírez no representan la opinión de la revista Fucsia.