Ana Peña, columnista invitada Fucsia

Barbie quiere ser astronauta

Por Ana Peña

5/8/2022

Un reporte de la Unesco de 2019 nos dice que desde temprana edad existe predisposición por inclinar a las niñas a involucrarse en actividades sociales y creativas como el baile o la pintura.
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Vivimos en una realidad cada vez más dependiente de la tecnología. Entre tu celular, reloj y computador utilizas más tecnología en unas cuantas horas que la que llevó al hombre a la luna en los sesenta. La tecnología ha hecho nuestra vida tan cómoda que es casi imposible imaginar un mundo sin ella. Por esta razón, es posible que hayas escuchado el término transformación digital como la última sensación de la educación y el empleo, una a la que cada vez más personas y empresas se están sumando.

La transformación digital se refiere al proceso de sustitución de métodos manuales o tradicionales de hacer negocios por alternativas digitales, tecnología 5G, inteligencia artificial o adopción de aplicaciones en la nube, por ejemplo. Además, transforma todos los aspectos de un negocio —desde los productos y servicios que ofrece, los canales de marketing y distribución, hasta las cadenas de suministro—.

Pero ojo, que podamos encontrar tecnología en todos lados, no significa que esta sea accesible a todos. Ya no podemos hablar sólo de transformación digital si no procuramos que esta asegure la inclusividad, es decir, que atienda a los intereses y necesidades de todas las personas. Para lograrlo, la industria tiene que involucrar a todos en su desarrollo.

“Sé lo que quieras ser”

¿Cómo aseguramos que haya diversidad en los equipos de trabajo que desarrollan la tecnología? Debemos regresar a las aulas y a los talleres que forman ingenieros. Por ejemplo, ¿te has preguntado por qué hay tantas campañas enfocadas en incluir mujeres y minorías en carreras STEM?, (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés). Seguro la respuesta que escuchas más frecuentemente es “bueno, porque a las mujeres les interesa menos la ciencia”, que, sobra decir, es una completa mentira. Se estima que una niña pierde el interés en la ciencia y las matemáticas desde los 7 años y la evidencia nos dice que tiene que ver más con factores culturales que con una “predisposición natural”.

Por ejemplo, un reporte de la Unesco de 2019 nos dice que desde temprana edad existe predisposición por inclinar a las niñas a involucrarse en actividades sociales y creativas como el baile o la pintura, mientras que a los hombres se les motiva a adoptar pasatiempos que desarrollan el pensamiento crítico y matemático, como construir con legos o jugar con robots.

De acuerdo con un reporte de IDC del año 2019, sólo 24 % de las personas en puestos de liderazgo para la industria tecnológica es mujer. Esto combinado con factores familiares y sociales hace que, en palabras de la Unesco, “las mujeres y niñas representan el sector menos aprovechado en las áreas STEM”. No es por obsesionarnos con los porcentajes, pero cuando la demanda de profesionales en este sector y el nivel educativo del fragmento de la población conformado por mujeres no coinciden con el número de mujeres en STEM, algo estamos haciendo mal.

Tres cabezas piensan mejor que una

¿Y por qué es tan importante tener mujeres en los equipos de trabajo de la industria tecnológica? La respuesta es simple. Se trata de diversificar el talento que trabaja en una industria que debe ayudar a cada ser humano en la Tierra y que tan sólo en Colombia, genera más de 370 mil empleos al año. Un equipo diverso permite que fluyan mejores ideas y se discutan varias perspectivas de un mismo problema, además enriquece la cultura laboral en todo el país.

¿Cómo lo logramos? La solución en las aulas está en tomar un papel activo en la educación, en establecer expectativas equitativas entre niños y niñas. Fuera de las aulas, se logra amplificando y escuchando las voces de las mujeres en la empresa, creando líderes y modelos a seguir que inspiren a las generaciones que siguen. ¿Recuerdas esa sensación cuando viste por primera vez a una mujer piloto en la tele? o ¿a una presidenta? o ¿senadora? Ese cosquilleo que sentimos al ver a mujeres parecidas a nosotras como líderes e ingenieras hace que nos sea fácil pensar “algún día yo también estaré ahí”. Esta es la razón por la que es tan importante tener modelos a seguir, porque hay miles de niñas esperando escuchar esa vocecita que les recuerde que “sí se puede”.

¿Qué nos queda al resto? Seguir siendo proactivas en el día a día, porque siempre va a haber oportunidades y problemas que resolver. Aunque estas estrategias son un buen “empujoncito” en la dirección correcta, no pueden quedarse para siempre, porque más allá de todas las acciones, no debemos olvidar que en el día a día, nuestro género debería ser el aspecto menos interesante de nuestro trabajo.

No caigamos en la trampa de quedarnos en nuestra zona de confort, en el creer que tenemos tal o cual puesto asegurado en una empresa porque “igual tienen que cubrir una cuota de género”. El objetivo final es que algún día toda esta discusión se vuelva innecesaria y la participación de las personas en el sector tecnológico deje de estar determinada por su género.

* Las opiniones dadas por Ana Peña no representan la opinión de la revista Fucsia.

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