Relaciones
Seducción: aprende la mercadotecnia del amor
Todas hemos sido alguna vez víctimas de la mercadotecnia, pero ¿cómo podemos lograr que ésta funcione en el amor? Conoce toda una estrategia de marketing para llamar la atención del hombre de tus sueños.
En nuestros sueños (o en las películas románticas), el encuentro con el hombre de nuestra vida es a la vez simple y eufórico: lo vemos, nos ve, está tan contento que hasta da brincos, es una fusión. Le rozamos la mano y bailamos bajo la lluvia. Le damos un masaje en la espalda o en el abdomen y se pone feliz.
En la realidad, seducir al hombre ideal es una maniobra un poco más complicada, y la fusión no es siempre inmediata, porque el hombre ideal tiene a veces otras preocupaciones mayores en la cabeza: terminó lamentablemente su historia de amor con una adolescente, se le perdió su reloj, perdió a su madre o a su trabajo o a su tío, o simplemente quiere sacar provecho de su juventud (sobre todo a los 42 años). Entonces el cuento de hadas se opaca un poco (el pobres está estresado).
En pocas palabras podemos ser la persona perfecta para él pero no llegamos en el momento correcto. ¿Qué hacer frente a este idilio comprometedor? Renunciar es tomar un riesgo. Él por su parte, se muerde las uñas y se carcome el cerebro en lamentos irreversibles (‘Pude haberla llamado’, ‘¡Debí haberle pasado la sal!’, ‘¡Debí haber olvidado mi casco de moto en su casa para tener un pretexto y hablarle!’).
Entonces se molestan con nosotras por querer seducirlos discretamente con toda espontaneidad y por manipular a nuestro hombre ideal. Pero para lograr conquistarlo aunque también para que él pueda ser feliz antes de perder todo el pelo, la mercadotecnia es perfecta (al igual que su rama con el público: la publicidad). Ésta crea todos los días una historia de amor entre nosotros y una marca de papel de baño, o alimenta una pasión entre nosotros y una nueva servilleta higiénica. Realmente esto funciona muy bien. Todos hemos soportado alguna vez las técnicas de mercadotecnia más eficaces. Aquellas que nos hacen caer a sus pies.
Atrae su atención (para que te vea y te hable)
La mercadotecnia es formal: para darte a notar no estás obligada a gritar ‘¡yuju!’. Según los expertos en el tema, para captar la atención es necesario hacer cosas ‘que llamen la atención’. Primera etapa: escoge una falda de color sugestivo, azul para las tímidas (es el color preferido de muchos hombres, simboliza el cielo, la magia, la pureza, el mar). La audaces escogerán una falda roja (fuego, pasión, amor, erotismo), el color que en la publicidad llama más la atención. Y, si es posible, con lunares. Un consejo perfecto con aspecto rebuscado: la publicidad demostró que demasiada simetría en un visual aburre. Entonces intentemos un peinado despeinado (el mechón sobre un lado, el moño no tan centrado). Sin abusar, porque una ausencia total de simetría perturba al género humano.
Mantén su interés (que se quede un poco con nosotras)
En publicidad, despertar y mantener el interés es en principio, explicar por qué el consumidor estará satisfecho. Es necesario sugerir que los beneficios que el hombre ideal sacará de nuestra relación son, entre nosotros, que tendrá a alguien que lo escuche atentamente, una vida de viajes sensuales, la posibilidad de sacarle los puntos negros de la espalda, de desmentir los rumores homosexuales a los que pudiera estar sujeto. Se puede, de la misma manera, utilizar una figura publicitaria llamada el ‘exodo exabrupto’, destinada a suscitar la interactividad: ‘¿Cómo, no conoces Venecia? Si vas te recomiendo...’.
Crea el deseo (que quiera que visitemos su habitación)
Esta tercera etapa es la síntesis de las dos precedentes. (1. El producto ha sido visto, 2. El consumidor ha encontrado un interés, y 3. El comienza a babear.) Si no es totalmente tonto, el hombre ideal debe ser también capaz de establecer una conexión entre los párrafos uno y dos, con sus necesidades (escucharlo, los puntos negros, los rumores homosexuales...) y con lo que le proponemos (nosotras, una mujer con falda sexy y el éxodo exabrupto). Para reforzar la voluntad de adquirir lo que uno no tiene, la publicidad encontró un método inevitable: pretender que si uno espera, se arriesga a perder el objeto deseado (donde es común que se mencione la frase ‘satisfacción garantizada’ o ‘hasta agotar existencias...’). Entre las principales adaptaciones uno escogerá mencionar a un colega del trabajo magnífico que nos tira los perros, un amigos guapísimo que viene a pasar tres días en nuestra casa, una amiga que hace una fiesta con el tema “modelos masculinos, solteros y heterosexuales que están en búsqueda de la madre de sus hijos”.
Genera acción (bésalo, bésalo)
Es la etapa final. La cereza sobre el pastel, la borla en la boina de marinero, la razón por la cual los equipos profesionales se niegan a viajar tres veces a Marruecos y prefieren mostrar su genio creativo y estratégico desde sus oficinas hasta la media noche: el desencadenamiento del acto de compra, vender una tableta de chocolate.
En concreto, para esta famosa impulsión, la publicidad no tiene 36 soluciones. Sólo debe: 1. Dirigir los pies del consumidor hacia el estante de ‘chocolates’, 2. Hacerlo que cierre los ojos cuando pase delante de las tabletas de chocolate de otra marca, y 3. Orientar su brazo, siempre con los ojos cerrados, hasta que tome la marca deseada. Aunque aquí interviene un nuevo equipo, para llegar a este milagro es decir, para concretizar el acto de compra, el secreto de la publicidad es jugar doble y simultáneamente: acentuar el deseo (‘¡Pero qué rico es esta chocolate!’, gracias a las publicidades atrayentes con papel abierto, cuadros crujientes, avellanas que caen rodando, peras que reciben el chocolate fundido encima). Todo, minimizando el esfuerzo por obtener el producto (‘¡Pero no es nada caro el chocolate!’ = con una nota en la caja que muestre una reducción de $500 pesos o una calcomanía con la que diga que en la compra de un segundo chocolate te llevas el tercero gratis).
En lo que nos concierne, la última etapa de nuestra conquista amorosa debe tomar esto como modelo: 1. Haces una revisión a tu hombre ideal, una recapitulación de todas las cosas buenas que le van a pasar si se digna a hacer de ti la patrocinadora de su corazón. (La falda sexy con puntos + el moño no centrado + los guapos que hacen un congreso en nuestro departamento + la pancarta ‘hasta agotar existencias’, etc.) Y simultáneamente tranquilizas a tu hombre ideal sobre los pocos esfuerzos que él habrá realizado para obtenerte, ya que tú estás ahí, a su lado. Y recuérdale bien que no es por eso que va a perder su partido de fútbol a las 4 de la tarde.