Mitos, verdades, prejuicios y perjurios sobre las zonas erógenas y el placer masculino. Entérate aquí.
Los negros la tienen grande, los judíos pequeña; la masturbación produce acné; el semen es uno de los mejores tónicos faciales; la única zona erógena de los hombres es el pene; la próstata es el Punto G de los hombres; a los que les gusta la penetración anal, son gays; el viagra es el mejor afrodisiaco… Son algunos de los prejuicios, heredados y actuales, de la sexualidad masculina.
En lugar de mitos, ahora se levantan falsos testimonios que rodean el sexo masculino como en los viejos tiempos del siglo XX y anteriores se hacía con el sexo femenino. La historia comprueba que los tabúes demuestran que la concepción sexual es un asunto cultural, no hay que olvidar que siglo XVIII, época en la que un anónimo publicó el libro Confesión de la señorita Safo, se creía que el causante de la histeria femenina era su propio útero y que para combatirla era de necesidad el ejercicio de la masturbación o el coito.
Placer a lo grande
Probablemente, tener prepucio aumenta la intensidad del placer sexual para las mujeres, pues el grosor del pene erecto gana unos milímetros; aunque para los hombres con fimosis, puede tornarse dolorosa, aunque esa es una situación extrema.
La fimosis es un cuadro clínico que consiste en que el prepucio (la piel que recubre el glande) se cierra en forma de anillo, evitando la salida del bálano y causando incluso dificultades en la micción. Por lo que se requiere de la circuncisión. Pero, “no hay ninguna diferencia entre hombres circuncidados y no circuncidados con prepucio normal, en cuanto a la satisfacción que obtienen de la relación sexual”, indica la sexóloga Marta Lucía Palacio.
La circuncisiónes un asunto cultural que no pretende ni agrandar el pene de los que nacieron con el órgano sexual masculino pequeño, ni dar mayor placer. Según cuenta la historia, Luis XVI, rey de Francia, tuvo dificultades para iniciar su actividad sexual debido a una marcada fimosis, “y es por ello por lo que él y María Antonieta no tuvieron descendientes hasta después de 1778.
Según cuenta en sus memorias el peluquero de María Antonieta: Luis XVI, que había aceptado que lo circuncidaran, cambió de parecer y encontró un modo de estirar su prepucio por sí solo”, afirma Maggie Paley en El libro del pene. Pero, más allá de las historias y los perjurios, el prepucio tiene por función orgánica recubrir la cabeza del pene, glande o bálano, que es una zona demasiado sensible; por lo que no hay ninguna razón para operarlo, a no ser por las consideraciones médicas sobre la fimosis y la balanitis crónica.
Pero, para todo hay solución: Bigelow, un sicólogo clínico que ideó una técnica gracias a la cual recuperó su prepucio, cree que el proceso puede ser vital para la salud mental de un hombre: “amenudo, el pene tiene mucho quever con la baja autoestima de los hombres que tienen un mal concepto de sí mismos. Para los hombres que crecieron preguntándose qué había de malo en ellos o en sus penes para que tuvieran que cortarles una parte, tener de nuevo un prepucio puede proporcionarles la sensación de haber recuperado el poder”.
Viagra como afrodisiaco
Muchos hombres menores de 60 años o que no tienen disfunción eréctil, se preocupan porque sus erecciones a veces no son fuertes, y consultan sobre el uso del viagra como estimulante o solución a su problema. Y antes de cualquier explicación médica, hay que insistir en que el viagra no es una panacea sexual o afrodisiaco sexual; este fármaco requiere, en los casos de impotencia comprobados por los médicos,que haya estimulación sexual; y no al contrario: que el viagra sea el estimulante.
Según Marta Lucía Palacio, “en un hombre joven, el uso del viagra no es recomendable por varias razones: en primer lugar, se va a quedar sin saber por qué está fallando; en segundo lugar, su disfunción eréctil puede ser causada por alguna afección que va a pasar inadvertida; en tercer lugar, corre el riesgo de que el resultado inicial sea positivo y continúe empleando el medicamento. Pero en algún momento, si tiene por ejemplo 33 años, se preguntará: si mi expectativa es de 30, 40 ó más años de vida sexual activa, ¿tendré que emplear el viagra durante tanto tiempo? Mejor acude a un urólogo o a un profesional de la terapia sexual”.
Pensamientos de falla
“Siempre se habla de las zonas erógenas de la mujer y cuando hablamos de las del hombre, a lo único que uno se suele circunscribir es al pene —comenta Miguel Sira, terapeuta de la conducta y médico sexólogo de la Unidad Sexológica del Este, de Caracas, y colaborador del sitio de Internet sexologica.com—. Por cultura, los hombres hasta que no les toquen el pene no asumen que han tenido un encuentro de tipo sexual. Por eso, cuando se trabajan los problemas sexuales, se hace básicamente en dos etapas: una primera que es a nivel individual y la segunda, en pareja.
La primera etapa incluye entrenamiento en relajación muscular y el manejo de los pensamientos de falla: por ejemplo, cuando se trata de eyaculación precoz, el hombre teme acabar muy rápido, quedar mal o ser incapaz de controlar la eyaculación. En el caso del que tiene problemas de erección, está el pensamiento de que no va a alcanzarla, que no la va a mantener y entonces no va a complacer a la pareja”.
Miguel Sira explica que “en el caso de la mujer, pensamiento de falla sería si disfruta sus relaciones sexuales en el momento de la penetración (caso de vaginismo), o si es una mujer que tiene problemas de orgasmo, no disfruta la relación sexual o llega un momento y deja de disfrutarla, no siente nada. Estos son los pensamientos de falla que se deben trabajar, que son bien importantes porque esto comprende 40 a 50 por ciento de la curación de ese hombre o de esa mujer”.
Con respecto a la exploración de los hombres, Marta Lucía Palacio explica que “enciertos momentos, cualquier parte del cuerpo puede ser una zona erógena. Las mayoría de los hombres encuentran muy placenteras las caricias en los hombros, las palmas de las manos, la espalda, el pecho o las tetillas. En nuestra cultura, es más frecuente pensar en un hombre acariciando los senos de la mujer, pero los hombres también disfrutan las caricias en sus tetillas, es cuestión de ensayarlo y aprenderlo. Insisto en que cada uno ha de explorar y conocer qué le resulta más placentero, con qué clase de caricias y en qué momento”.
Para concluir, Sira recalca que “hay hombres que se excitan cuando la mujer les toca el pecho. De hecho, yo he conocido mujeres que como saben que ese es el gatillo, cuando quieren acabar la relación sexual, le agarran el pecho al hombre y éste se alborota y eyacula. También tendríamos que hablar de los órganos de los sentidos como el oído. Hay hombres que se excitan con palabras que les dice la mujer; con fantasías, una clásica es que él es profesor y ella la alumna”.
El punto G masculino
El hombre no tiene Punto G. De hecho, “en algunas mujeres no existe tampoco. El glande sería lo mismo que es para la mujer el clítoris por la cantidad de terminaciones nerviosas que están allí”, asegura Miguel Sira. La similitud de una sensación extremadamente placentera, la tienen algunos hombres cuando se toca con el dedo el interior del recto o la próstata. Pero para llegar a esta exploración sexual, se requiere tanto de los ejercicios de Kegel, como de tener mucho más que la mente abierta.
Algunos hombres han bautizado este ejercicio de exploración como ‘estarteo’, un neologismo que mezcla un poco de mecánica automotriz con anatomía humana para definir ese momento, tanto del carro como del cuerpo masculino, cuando ya están calientes y han recorrido la mayor parte del terreno, pero de un momento a otro se apagan. Y toca prender de nuevo el motor, sin ‘resetear’, sin reiniciar el equipo, sino aprovechando el momento más caliente.
Según esas consideraciones, algo bizarras, la llave para encender de nuevo el motor del hombre está en el ano. Aunque los estudios que tenemos a la mano no dan información precisa sobre el éxito de esta práctica (y nuestra pequeña encuesta a 14 hombres, nos da datos marginales, pues 11 dijeron que nunca se dejaban tocar en esa zona; y de los tres que aceptaron su práctica, apenas uno dijo que cuando la mujer lo penetraba con un dedo, el ‘estarteo’ reanimaba tanto la erección como el acto sexual), según Miguel Sira, “el rol pasivo es asumido como problema por el hombre latinoamericano si inicialmente él ve que su pareja es activa, pero eso es un prejuicio”.