Dicen que los gordos viven felices. Pero en materia de relaciones sexuales, esto es un mito. Para que una mujer obesa tenga buen sexo no sólo se necesita de un hombre sin prejuicios, sino también de que ella acepte su cuerpo y no se inhiba con su gordura.
Si bien hombres y mujeres con sobrepeso tienen sus propias limitaciones cuando enfrentan su sexualidad (o cuando no lo hacen), son ellas las que más frecuentemente sufren porque el preámbulo del sexo es la atracción, y la vista es su sentido predilecto. La era de la ‘globesidad’ es la máxima provocación de la delgadez: cuantas más personas gordas hay, mayor es la obsesión por bajar de peso, y en medio de esa paranoia desparramada, la vergüenza, la baja autoestima, la rabia, el temor al rechazo, la culpa y la inhabilidad física suelen ir a la cama.
“Siempre estamosc on una Barbie en la mano, en esa cultura vivimos. Es un referente muy insano y hay muchas mujeres que, al no poder alcanzarlo, no pueden tener placer sexual. La gordura es una necesidad de protección permanente y, al mismo tiempo, una necesidad de agredirse. El porqué es autodestrucción y el para qué es protección”, explica la sicoterapeuta Beatriz Uprimny, para quien es claro que no se puede disfrutar de la sexualidad cuando no se quiere el propio cuerpo.
En aras de no ser vistas ‘así', muchas mujeres evitan los encuentros eróticos, hasta el punto de reprimir su líbido, especialmente aquellas que eran delgadas y luego engordan cinco, diez o quince kilos más allá de su peso ideal. En otros casos, la gordura se convierte en un mecanismo de defensa para evadir el sexo y los vínculos afectivos, como una mujer que se engordó para no serle infiel a su esposo u otra que lo hizo inconscientemente para evitar al marido y no recordar el abuso sexual del que fue víctima cuando niña.
Pero hay otras mujeres, en especial las que siempre han sido gordas, que viven una sexualidad muy placentera y estimulante cuando hallan una pareja que las acepta como son. Según el sexólogo Álvaro Poveda, las mujeres obesas son muy cordiales y con una ‘chispa’ que las lleva a buscar el jugueteo, los bailes, la estimulación manual o el sexo oral; buscan más la actividad erótica en la relación y no tanto la penetración, aunque ésta llega usualmente por petición del hombre. Son mujeres que toman la iniciativa y se desnudan sin recato.
Límites de la carne y juegos de la mente
Tener mayor masa corporal determina que en el sexo el tamaño sí importe. La grasa acumulada en los muslos forma irritaciones molestas que al desnudo provocan vergüenza; además, las obesas deben subir su abdomen para permitir la penetración. Por esto, las posiciones más recomendables son la de ella arriba y él abajo, o ella recostada al borde de la cama y él de pie.
Las relaciones sexuales en condiciones de sobrepeso pueden aumentar la presión arterial, ocasionar fatiga más rápidamente y restringir la movilidad. El calor y el sudor causan que en los pliegues de grasa, especialmente en los obesos mórbidos, se acumulen bacterias y se produzca mal olor. El hipotiroidismo también podría implicar una disminución del deseo sexual, pero detrás de esto se esconde algo más poderoso: la mente. “Los niveles hormonales son importantes, pero mucho más importantes son la estimulación y la aceptación del estímulo, así como la actitud frente a lasexualidad”, dice Poveda.
Precisamente por su actitud, Laura*, cuya silueta es de modelo, rechaza los encuentros eróticos. Su gordura es mental y le ha generado un complejo con su cuerpo: “Me siento gorda; mira estas llantas —dice señalando su cintura y tratando de formar consu piel un rollo para demostrarlo—. Cada vez que mi novio quiere hacer el amor, trato de evadir la situación inventándome algún plan.
Cuando inevitablemente sucede, me mortifico mucho pensando en que no se me vean los gordos”. Pero hay mujeres que sí son o han sido obesas y que viven su sexualidad sin problemas. “Cuando estaba gorda era terrible: tenía la autoestima por el suelo. No quería encontrarme con nadie. Pero en mis relaciones sexuales sentía placer y no había inhibiciones porque tengo un esposo muy comprensivo. Él me dio toda la seguridad. Lo hacíamos en la cocina, en la sala, en la cama, con la luz prendida… Yo me ponía tangas y pijamas bonitas porque él me hacía sentir seductora”, recuerda Ana.
Su caso refleja lo que especialistas y mujeres en su misma condición dicen: tener al hombre adecuado es fundamental. “Si el hombre es amoroso y dulce, puede ser muy sanador para ella”, explica Uprimny. Por supuesto, siempre será más sano para el cuerpo y el espíritu conservar una figura equilibrada.
Aunque Eros sucumbe ante cualquier conflicto con la corporalidad, bien es sabido que los excesos son, generalmente, fatales. Lo más importante a la hora de ir a la cama es saber que ni el sexo ni la sexualidad están en la entre pierna, sino entre las orejas, donde nacen y terminanel placer y el amor.
Perfil de Lucía
Peso actual: 96 kilos
Estatura: 1,69
Edad: 27 años
Estado civil: soltera, con gemelos de cuatro años. Mantieneuna
pareja estable.
Inicio de su obesidad: a los 17 años, cuando trabajaba en un restaurante de comida rápida. Se retiró seis años después con 12 kilos de más.
“Siempre he preferido que me digan flaca fea que gorda bonita. La gordura opaca mucho, también en la cama. No tengo mal sexo, pero la gordura a veces me mortifica. Disfruto mi sexualidad porque encontré a un buen hombre; nunca me ha dicho que por qué soy tan gorda, aunque a veces tiene comentarios difíciles de aceptar, como cuando ve a una mujer delgada y dice: ‘¡Ahh!, qué rico tener una mujer delgada y ponerla aquí encima’. Me fatigo más rápido y siempre le pregunto si lo estoy apretujando. Cuando veo porno con él me siento un poco incómoda porque temo que él se inhiba y no lo quiera hacer conmigo; por eso le pido que cambie el canal.
Cuando llegué a cien kilos, a veces sentía que la sexualidad era para él, y yo sólo buscaba complacerlo: me ponía un brasier muy lindo y unas tangas muy llamativas para que a él le gustara eso y no se fijara en mi cuerpo. Me gusta tener relaciones con la luz apagada. Tengo orgasmos y siento placer, pero ojalá fuera delgada para hacer otras cosas, como usar un babydoll o hacer un strip–tease.
Él me conoció cuando no era tan gorda, hace cinco años (76kilos), y por eso siento miedo de que me deje. Pienso que si peleo con él, ya no volveré a tener relaciones con nadie. Le pregunto si es más rico hacerlo con una flaca o con una gorda, y él me dice que es igual por dentro; es decir, como ellos sienten más placer cuando penetran, entonces me dice que ahí no se nota la diferencia. Pero por fuera obviamente sí hay diferencia.
Él nunca me acaricia elestómago, pero me dice que le gusta mi cola y que mis senos le fascinan porque son grandes. Estoy reconociendo lo que se esconde detrás de mis gordos, mis miedos y vacíos, y estoy luchando contra eso. Ahora mi felicidad es que tengo una esperanza”.
Perfil de Liliana
Peso actual: 71 kilos
Estatura: 1,68
Edad: 35 años
Estado civil: soltera, con una hija y dos divorcios.
Inicio de su obesidad: en su primer matrimonio. Durante diez años vivió entre gordura y delgadez extremas, pesando desde 55 hasta 111 kilos.
“Me impresionó mucho una escena: cuando estaba en embarazo varias veces vi a mi primer marido mirándome por el espejo del baño con una cara aterradora de asco. Una persona obesa me muestra un absoluto descontrol de todo y creo que los hombres no se les acercan a las personas gordas. Con mi primer esposo el sexo fue traumático porque de qué te sirve sentir un orgasmo si no te sientes cómoda con lo que lo rodea. Teníamos un sexo práctico. Creo que él pensaba: ‘Tranquilo, yo hago esto para llegar a donde quiero, el orgasmo, y me aguanto un poco’.
Sentía que ‘ese era el derecho de las cosas’. Pero cuando me separé y me adelgacé tuve otros hombres y me di cuenta de que eso no era placer sexual. La obesidad no te deja ser muy creativo. No podía levantar las piernas porque a los cinco minutos me dolían. El problema de no acercarme a una relación sexual sana está en mi mente, pues sentía que no soy merecedora de esa felicidad por obesa. Pero también puedo decir que no conozco al primer gordo feliz.
Llegar a la aceptación del propio cuerpo es muy complicado. No es convencerse y mantenerse en la mentira. Los que llegan al programa Comedores Compulsivos Anónimos, y dicen eso, al cabo del tiempo se dan cuenta de su autoengaño. Cuando uno pesa 111 kilos el sexo es muy difícil. Sólo para quitarse el pantalón es una tortura. Cuando digo que ningún hombre se acuesta con una gorda es porque estoy convencida de que una gorda no despierta ningún sentimiento sexual, ni siquiera ganas.
Eso sólo puede suceder cuando un hombre se enamora de verdad, y encontrar esa persona es muy difícil. Yo la encontré, pero después también me separé. El comer compulsivamente exige tal concentración mental que a ti hasta se te olvida el sexo”.