Incluso muchos le escriben que envidian a su esposo, Diego Pulecio.
Linda Palma es una de las presentadoras más queridas de la televisión colombiana. Con una trayectoria de más de 15 años, Linda ha adquirido muchos seguidores quienes resaltan su talento para estar frente a las cámaras, pero también su belleza, naturalidad y carisma.
Hace un tiempo, la barranquillera fue tendencia por su valentía y determinación| debido a la revelación de una fuerte enfermedad que padece.
Palma confesó que durante mucho tiempo no quiso confesar que tenía esclerosis múltiple porque podía afectar su trabajo, incluso aseguró que tuvo que volver a caminar y hablar. Pero siempre tuvo a un importante apoyo a su lado, su esposo, el cantante Diego Pulecio.
A principios del 2021, Linda Palma contrajo matrimonio con su novio de cinco años, el cantante de la exitosa agrupación Don Tetto, Diego Pulecio. La pareja acudió a una ceremonia privada y a una notaría para formalizar su amor.
El atuendo que escogió Linda para su día especial fue un romántico vestido de encaje y pedrería en el torso. Un poco más de un año después la mujer de 37 años quiso conmemorar esta pecha y publicó una nueva foto de ese día.
Los elogios no se hicieron esperar y a Palma no la bajaron de “ángel” con cada uno de los atributos que le señalaron en redes sociales.
La historia de amor entre Linda Palma y Diego Pulecio todavía conmueve hoy en día, siendo una pareja admirada por muchos debido al amor que se demuestran. Ambos se conocieron en el 2008 cuando la banda Don Tetto se presentó en un canal bogotano donde Linda era la presentadora.
Dos años después, en medio de una fiesta a la que habían asistido juntos, Diego le pidió a Linda que fuera su novia y ella aceptó feliz. La pareja estuvo en cinco años de noviazgo cuando Pulecio aseguró sentirse listo para dar un paso más en la relación.
El cantante organizó un viaje para los parques de Disney en Orlando y allí le propuso a la presentadora que fuera su esposa, sin embargo no todo resultó como el cantante había planeado:
“Faltaban pocas horas para tomar el vuelo de regreso, era casi la media noche, y le propuse que fuéramos a dar una vuelta, a tomarnos algo, o que por lo menos saliéramos del cuarto, y nada, no quiso; entonces, tocó ahí (risas). Le dije lo que sentía y nos pusimos a llorar. Me contestó que sí”, dijo para la Revista Vea.