Los hombres, a lo largo de la historia siempre se han debatido entre este gran paradigma, sin decidirse por cual amar con mayor intensidad, pero las mujeres no nos quedamos atrás en cuanto al rol que mejor nos va en la intimidad.
Es cierto que la mayoría de las veces pareciera un imperativo interpretar el papel de niña ingenua y poco experimentada para seducir a un hombre. Pero también está la tentación de atraparlo a través del papel de mujer experta y activa y despistar a tu objeto de deseo puede cobrar un sentido especial.
En mi concepto, el juego de dominio y la sumisión siempre estará ligado a las fantasías sexuales de, independientemente de lo aberrantes, escabrosas, desabridas planas que estas resulten, porque, a través de esos juegos de poder podemos delegar en el otro toda la responsabilidad que implica vivir el sexo en toda su dimensión, o caso contrario sentirnos amos de la voluntad de un ser ajeno a nosotros, algo seductor y tentador en sí mismo.
De hecho, cuando converso de esto con amigas, he reafirmado esta teoría. A más de una le encanta interpretar el papel de “femme fatal “ ataviada con un arnés de cuerina y el infaltable látigo, y victimizar a su objeto de deseo con toda clase de “vejámenes” y otras admitieron que una de sus fantasías más frecuentes consiste en tener como amante a un obediente y solícito “esclavo” dispuesto a jugarse la vida por satisfacer de manera literal cada uno de sus caprichos en la cama, sin importar si ello implica “sacrificarse” y anteponer mi placer al suyo.
Si no existiera tanta fantasía en los seres humanos, no existiría en este mundo tanto sexo clandestino en donde las prácticas de bondaje, dominio y sadomasoquismo consituyen una de las principales demandas por parte de hombres y mujeres dispuestos a pagar lo que sea con tal de obtener un rato de placer escabroso, a partir de ser castigados siendo atados, esposados, azotados y humillados verbalmente o al hombre que le encanta que su amante se vista de niña colegiala que no es capaz de mirarlo a los ojos.
El tema aquí es que todas llevamos adentro a una ingenua o a una prostituta. Nos gusta hacernos las bobas pero nos encanta tener el control y dominar a nuestra pareja y es indiscutible que, en cada acercamiento que hacemos en la intimidad, ocurre un permanente intercambio de roles que le imprimen a cada encuentro su dulce y su picante, al que se expresa no sólo en las posturas que asumimos al hacer el amor, sino en aquellas actitudes, palabras o demandas que musitamos en un momento determinado.
La gata que llevas dentro también te incitará a ser traviesa, a echar mano de tus fantasías y de las de tu pareja, y consumarlas acorde a las circunstancias. Nunca debemos olvidar que la intimidad de una pareja es tan intima que mientras los dos estén de acuerdo cualquier fantasía es válida y respetada.