Por Ana Lucía Rey González*
Sí, para una mujer no es nada fácil subirse a un bus urbano. Muchas veces hay no solo que lidiar con los tumultos, las eternas esperas; sino, además, con los acosos de algunos hombres, a los que me referiré en otra ocasión.
¿Cuál es la solución? Se han implementado los vagones exclusivos para mujeres, en los que nos separan por sexos, como si fuésemos adolescentes en una formación del colegio; las policías encubiertas disfrazadas de civiles o, mejor conocido como, el operativo 'cazaabusadores' y, de hecho, más recientemente se emitió un artículo en el nuevo Código de Policía, que asegura que quien agreda a una mujer física, verbal y/o psicológicamente deberá pagar una multa de $656.000.
Ahora, me entero que Orlando Santiesteban Millán, concejal de Bogotá, expondrá un proyecto para que los hombres cedan la silla a las mujeres que comparten el transporte urbano con ellos. Como si lo que alguna vez se trató de un acto de cortesía, ahora debe ser una ley inquebrantable.
Y es que, pregunto: ¿Acaso esta propuesta no es una forma más de incentivar la desigualdad? El Concejal asegura que se trata de un privilegio para las mujeres, con el fin de evitar los actos de acoso sexual, que son el pan de cada día en los noticieros de la televisión nacional. Sin embargo, y aunque, de cierto modo, coincido en su preocupación por esta situación que, bajo ninguna razón, debería seguir sucediendo, no es una solución razonable.
Será que cuando a aquella mujer, a la que el “caballero” debió ceder la silla, vea a otra en estado de embarazo o a cualquier congénere suya de la tercera edad ¿Hará lo mismo? Quizás sí o, tal vez, esperará a que un hombre se levante de su asiento…porque como esa es la ley. En ese orden de ideas, la mujer que está de pie no tendría el derecho a estar cómoda y segura, a pesar de su condición, pero la que está sentada sí.
Y es que les pongo un ejemplo: quizás muchos recuerden que en marzo de este año, un hecho de intolerancia llenó la parrilla de noticias de los medios de comunicación colombianos. Se trató de una mujer de 19 años que, ante la negativa de otra, de 24, por darle el asiento del bus de Transmilenio en el que la segunda se dirigía a la estación Marly, después de lanzarle toda clase de improperios, decidió sacar un arma blanca y, sin consideración alguna, apuñalar a la víctima en el abdomen y un brazo ¿Hubo hombres implicados en este hecho? Seguramente aquellos que intentaron detener a la agresora, mientras la otra recibía asistencia médica.
Entonces, no hay duda, y debo decirlo: ¡No tiene sentido! Este tipo de iniciativas, aunque en primera instancia parezcan positivas, al ir en pro de los derechos de las mujeres, también atentan contra los derechos de los hombres y, peor aún, dejan un mensaje de desigualdad de género en una sociedad a la que le cuesta que ambos puedan convivir en un solo espacio.
El derecho de las cosas no es la segregación, ni el castigo; es, sin duda, la educación. Pero, lamentablemente, parece que preferimos remendar las situaciones con soluciones mediocres, en vez de acudir a la raíz de la problemática, en la que no solo los hombres son los únicos victimarios y las mujeres nos convertimos, muchas veces, en parte del problema.
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Acerca del blog:
Del sexo débil y otras mentiras
Desde pequeñas se nos ha asegurado que somos el sexo débil, las niñas de la casa, las princesitas de mamá, pero detrás de estos prototipos existen mujeres pensantes, capaces y guerreras, dispuestas a vivir en una sociedad en la que ser mujer no es cosa fácil. Ya decía Marilyn Monroe que no importa vivir en un mundo de hombres, siempre que se pueda ser una mujer en él.
Ana Lucía Rey González* es Comunicadora Social y Periodista. Actualmente es periodista redactora de Fucsia.co.
Twitter: @AnaLuRey