Creamos o no en el Día de la Mujer, tenemos que celebrarnos con ardor. En un mundo donde las libertades se ven amenazadas, la conciencia de nosotras mismas es nuestro mayor poder.
Editora Fucsia.co
No importa si consideramos que el 8 de marzo es una fecha especial o no.
No interesa si creemos en la importancia de celebrar la lucha de nuestras congéneres a través de la historia para llegar a donde estamos hoy o si creemos que se trata más bien de una fecha profundamente condescendiente. Si creemos que es un día de agradecimiento, un día para enardecer nuestra exigencia de derechos o un día como cualquier otro.
Obvio, somos mujeres y no habría posibilidad de ponernos de acuerdo en esto. Sentimos, vivimos y pensamos tan diferente que no hay consenso que nos abarque… ¿o si?
Independientemente de todo esto, es un día en que somos el centro de atención y por irrelevante que parezca es una oportunidad para pensarnos y asumirnos como individuos en el mundo de hoy.
Un mundo en el que las cosas parecen ir de mal en peor y en el que la diferencia, la diversidad y la libertad están siendo atacadas por facciones cada vez más fuertes con poder real de cambio social.
No me refiero únicamente a las cosas que nos parecen más lejanas y que repudiamos en voz a gritos como la fuerza que ha tomado el radicalismo islámico que anula totalmente a la mujer. Siempre es más fácil señalar al otro, al que nos parece ajeno en vez de mirara hacia adentro.
No vayamos tan lejos, no.
Si pensamos que el presidente del llamado “mundo libre” no sólo ha manifestado abiertamente su posición reacia con respecto al poder de decisión de la mujer frente a su propia sexualidad y su propio cuerpo y que firmó leyes al respecto rodeado exclusivamente de hombres, algo nos debería oler mal.
Si pensamos que un miembro del Parlamento Europeo se atreve a decir durante una plenaria que “las mujeres deben ganar menos que los hombres porque son más débiles, más pequeñas y menos inteligentes” también deberíamos encender una señal de alerta. (Vean todo el polémico discurso aquí)
¿Nos parecen muy locos los radicales islámicos? Los invito a conocer a nuestros propios obispos y jefes de la Iglesia que no dudan en afirmar que el feminicidio es culpa nuestra y que nos buscamos nuestra suerte por no seguir las reglas y convenciones que nos corresponden.
La acelerada modernidad nos hace tomar todo por sentado y creer que no depende de nosotros sino de otros darnos el lugar que queremos tener en la sociedad. ¡Nada más peligroso que eso!
Les recuerdo que en el Afganistán de los setentas las mujeres andaban igual y tenían las mismas oportunidades que en París, Nueva York, Buenos Aires o Bogotá y miren cómo cambió la cosa en menos de 20 años. No se trata de una cuestión de religión ni sociedades específicas sino de las cosas que damos por sentadas y esas otras que poco a poco se empiezan a permitir (por nuestro consentimiento o por nuestra indiferencia). Nada está escrito ni mucho menos ganado.
Entonces ¡celebrémonos!
Hoy, mañana y todos los días de nuestra vida celebremos las que somos y las que no son como nosotras. Las que deciden seguir el camino y las que buscan trazarse uno alterno. Las que sueñan con ser profesionales y las que decidieron ser amas de casa. Las que ven la luz a través de sus hijos y las que no quieren ni de fundas ser mamás.
Sin caer en sentimentalismos o entrando en ellos, creamos o no en el Día de la Mujer, tenemos que celebrarnos con ardor. En un mundo donde las libertades se ven amenazadas, la conciencia de nosotras mismas en nuestro mayor poder.
Si esto te gustó, te invitamos a leer mucho más sobre mujeres Fucsia y su poder de acción.
en estilo de vida y lujo digital.
Foto: Ana Lorenzana