Editorial

Las cosas que aprendemos al llegar a los 30

María José Marroquín, 11/1/2017

Tener 30 hoy en día es complejo para una generación que se siente en el limbo. Afortunadamente hay cosas como estas que comparte nuestra editora que nos alegran de tener esta edad.

Hace poco en la peluquería conocí a Katherine, una dura del pelo de 27 años y con una hija de 7 que me contó un poco de su vida. Nunca se me van a olvidar las palabras que pronunció y que me dejaron pegada a la silla: “estoy dándole duro porque si uno para los 28, no tiene casa propia, carro (o al menos moto) y un proyecto de marido es que no ha hecho nada con la vida”.

Primero sentí un escalofrío. Tengo 30 y ninguna de las anteriores. Cuando era chiquita siempre pensé que para los 30 tendría mi vida arreglada y hoy la verdad es que arreglado a duras penas mi cuarto. Después me reí, pues así mi nido amado sea arrendado, mi corcel una simple bicicleta (divina y con canasta, eso sí) y no tenga ninguna intención de casarme por el momento, puedo decir que soy genuinamente feliz y que los años no han venido en vano.

Entrando en esta década me di cuenta de que cada vez tengo más claras ciertas cosas de la vida y que por mucho que me haya divertido en mis veintes hoy hay certezas que no cambiaría por nada del mundo.

Esto es algo de lo que he aprendido:

Comparar su vida con la de los demás es un esfuerzo inútil y muy poco sano

No vale de nada andarse comparando con los demás ni tomar decisiones de la vida basándose en lo que “debería ser a mi edad”. Tengo amigos que no saben qué hacer con la plata que han hecho y lloran tristes en la soledad del domingo. Tengo otros que se casaron porque “ya les tocaba” y viven con la vena brotada pues no se aguantan al que duerme a su lado (y a veces ni siquiera a sus propios hijos). Mejor construir hacia adentro y mirándose a uno mismo, nadie más va a vivir la vida por nosotros.

No hay que demostrarle nada a nadie

Definitivamente adiós a los días en que se busca quedar bien con todo el mundo. ¿De qué sirve tenerlos a todos contentos si uno mismo se enreda sintiéndose infeliz en medio de tanta apariencia? No tiene que ser la más bonita, el más millonario ni vestirse a la última. No tiene que tener el trabajo perfecto ni la situación sentimental ideal a ojos de los demás.

Mejor levantarse feliz y acostarse en paz signifique lo que esto signifique para usted. Que nunca se nos olvide que hagamos lo que hagamos la gente siempre va a hablar, así que a vivir por nosotros mismos. Y al que no le guste… que no mire.

Tener un hombre al lado ni nos define ni es una necesidad: es una elección

Si a veces cuando tenemos 20 sentimos que la vida no está completa sin un hombre al lado, para los 30 se aclara el panorama y se alcanza a entender que una pareja es una elección, una apuesta consciente y no un “deber ser”. No necesito a alguien en mi vida para completarla, no me defino a través de otro ni me pongo o me quito valor por tener a un hombre al lado. Qué delicia y qué gratitud tener alguien que nos completa y saca lo mejor de nosotros. Alguien que nos deja ser y con quien la atracción va de la mano con la complicidad y la tranquilidad. Ante todo esto antes que un simple “estar por estar”. Bastantes sapos deben pasar por la vida y bastante “voltaje” se debe aguantar para entender el verdadero significado de las sabias palabras “mejor solo que mal acompañado”.

Este es el cuerpo que me tocó y lo voy a amar por encima de todas las cosas

Qué delicia no vivir con el pajazo mental de que si me pongo muy pila y le dedico todas mis energías puedo llegar a tener el cuerpo de Gisele Bündchen porque ese es el que quiero. Reality check: eso nunca iba a pasar. ¿De dónde iba a sacar los diez o quince centímetros que me faltaban de pa´arriba, de cuantas delicias me hubiera perdido y cuántos recuerdos menos tendría por estar metida en un gimnasio? Pongámonos serias.

Honestamente, no fue algo que me preocupara mucho en mis veintes, ni sacrifiqué mucho en pos de lograrlo, pero lo que si me rondaba como a la gran mayoría de las mujeres era una cierta inseguridad de la que hoy me he librado en gran medida. Amo mi cuerpo y así me lo gozo.

No hay tormenta que no pase

Sí, es cierto que el tiempo todo lo cura y nos deja solo aprendizaje. Esa tusa que creímos que nos iba a comer vivas, esos errores y “osos” que tanto nos atormentaron, esas situaciones de angustia y pánico, esa vez que estuvimos en la olla total, esos malos momentos que no queremos recordar… todo pasa y aquí seguimos ¿no?

Lo que no sirve que no estorbe

Esas cosas a las que nos aferramos y no entendemos por qué no terminan siendo sino dolores de cabeza y vampiros-chupa-energía-vital. Esa amistad que dejó de serlo hace años y no le genera más que culpabilidad y compromiso, esa relación que usted sabe que no va para ninguna parte y que muy adentro de su corazón sabe que no es para usted, ese trabajo o proyecto que solo lo hace llorar… ¿Para qué? En palabras del hit entre los hits de la nueva generación: “let it go… let it gooo”.

Tener plata aguanta pero definitivamente no lo es todo

Nada que hacer, “los ricos también lloran” y a veces mucho más que el resto de los mortales. Es verdad que con los años se vuelve uno más exigente con sus gustos y estándares. Pasar unas vacaciones con 20 personas más durmiendo en el piso no suena ya como un gran plan, pero que le sobren a uno los billetes no le va a comprar la felicidad. Si usted gana muy bien pero tiene un trabajo que detesta, literalmente va a sufrir y sudar cada peso. Hay huecos muy profundos que el dinero no puede llenar y por eso creo, y esto es completamente personal, que es más un medio para vivir tranquilo y no un fin en sí mismo.

Basta poco, muy poco para ser feliz

Esta es una de esas cosas que siempre supimos, que vivimos desde niños pero que tal vez empezamos a pensar y asumir conscientemente cuando baja la euforia de los veintes. Un buen momento con la familia, un gran viaje, la satisfacción del trabajo bien hecho, pasar tiempo de calidad con los amigos de siempre, un buen libro, un té, un vino, una conversación, conocer el amor incondicional, pensar en dar antes que en recibir, verlo a él caminar por el monte... usted escoja. Eso es por lo que vale la pena vivir.

En pocas palabras...

Sea feliz, no dé explicaciones innecesarias, deje de sufrir por lo que piensan los demás, dese gusto en lo que realmente disfruta y oiga a su corazón. Básicamente, mientras no tenga responsabilidades superiores y no le haga daño a nadie, haga lo que le dé la gana. ¡Qué vivan los 30!

Por: María José Marroquín editora Fucsia.co

Instagram: @mightyjosephine

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