"Hay que despegarse de internet y salir a la calle. Parar de buscar memes para pasar el rato, de dar y repartir odio en Twitter, de alardear y de envidiar la vida de los otros en Instagram".
El asunto es no depender de un tercero para tener ganas de vivir, porque si sentimos que necesitamos de alguien para salir a comernos el mundo es que no hay en nosotros la suficiente energía para ello. Por eso vemos tantas personas que no pueden estar solas, que saltan de una pareja a otra, que busca planes todo el tiempo y con cualquiera. Lo que sea con tal de no quedarse a solas con ellas mismas.
Quizá le ha pasado a usted. Tiene un amigo con quien termina agotado, desgastado, como si le hubieran chupado toda la sangre y lo único que quiere es irse a la casa a descansar. En otras ocasiones ha sido usted ese amigo que se pega como garrapata a alguien hasta succionarle toda la energía vital porque de alguna manera necesita recargarse. Pero son solo paliativos, porque si para seguir tirando necesita de la fuerza de los otros, el día que se quede solo se va a querer morir. Mucho se habla de la importancia de ser económicamente independiente, cuando tan o más clave es ser emocionalmente autónomo.
Pero pasa que en ocasiones no viene mal un compañero, un cómplice, porque aunque nazcamos y muramos solos, la vida es más llevable de a dos. A veces la salida es dar con alguien con quien nos dé ganas de hacer de todo. Y es raro, porque el mundo está lleno de cosas bellas, pero también de peligros, dolor y desencuentros; de cosas que dan miedo y de gente que no te mueve. Todo eso sumado hace que salir de la cama sea una misión imposible. Te tienes a ti, pero a veces ni tú mismo te alcanzas para derrotar los obstáculos del día.
Por eso, si hemos de encontrar a alguien que sea para que nos haga parar de la cama un domingo. Desear una familia, una casa, un perro y una vida juntos está bien, pero todo eso puede esperar. Empezar por lo pequeño es lo que nos hacer llegar lejos. Si encuentras una persona y una excusa para salir de la cama puedes descubrir que afuera hay un mundo maravilloso y que toca verlo todo, hasta lo feo. Esa sensación de lujuria por la vida es incomparable, y aunque no siempre pueda sentirse, cuando está te sientes imparable.
Me pasa contigo. Eres maravillosa y si no te hablo más seguido es para no enamorarme más, porque cada vez que abres la boca me dejas pasmado. Hablamos y me conecto, y mientras a mí me dan ganas de contarte cualquier tontada, tú siempre sales con algo simple y maravilloso, como tu miedo a los fantasmas o la tarde en que murió tu abuela. Apareces y me dan ganas de pararme de la cama y no volver a ella hasta que el cuerpo suplique por un descanso. Contigo se me van la tristeza y la rabia que puedan quedar en mí. Eres mejor que adoptar un perro, que he oído que es de las mejores terapias que existen.
Y te encontré natural, andando por la vida sin buscarte. Nada de esto ocurrió en una red social ni en una cita arreglada por alguien dándoselas de cupido, lo que le da más valía al sentimiento. Hay que despegarse de internet y salir a la calle. Parar de buscar memes para pasar el rato, de dar y repartir odio en Twitter, de alardear y de envidiar la vida de los otros en Instagram. El amor de tu vida acaba de pasar al lado mientras tú mirabas el celular.