La diseñadora de joyas de ascendencia pakistaní eligió para su boda este vestido tradicional como un homenaje a sus raíces.
Aysha llevaba dos años de noviazgo con el consultor caleño Jaime Eduardo Zawadzki cuando decidió viajar con él a Pakistán; quería que su papá lo conociera. Lo que no sabía era que su novio tenía planeado proponerle matrimonio antes de su partida. En octubre de 2016 fueron a Barcelona al matrimonio de un familiar ya comprometidos, y luego llegaron a Karachi, la ciudad más poblada de ese país, donde él vive actualmente.
Antes del viaje la joyera tuvo una gran idea: aprovechar su estancia en Pakistán para mandar a hacer el sari de su boda. No era la primera vez que usaba uno de estos vestidos tradicionales; siempre los ha heredado de sus primas y ella los lleva con frecuencia a las bodas a las que es invitada. “Siempre tengo un sari que le pertenecía a alguien de mi familia. Allá lo usan pocas veces porque llaman mucho la atención”. Por supuesto, Aysha quería uno nuevo para la suya.
Fatima Hamid, prima hermana de su papá y quien es artista, pinta sedas y tiene un taller de bordado en Islamabad, capital del país, le ayudó en esta tarea. Primero fueron con ella y su madrastra a ver telas. “La primera que me mostró fue la que me gustó. La verdad soy bastante sencilla y no quería nada de complique”.
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Luego, Fatima le encomendó a los hombres de su taller (en Pakistán son ellos quienes realizan estas labores mientras las mujeres se dedican al cuidado de la tierra, los niños y los ancianos) el bordado de la tela, después de que ella misma hiciera una muestra para Aysha con hilos metálicos. “Mi sari está formado por un top y una tela de tres metros en la que uno se envuelve y que incluye el pallu (la parte que queda colgando sobre el hombro); todos fueron bordados mano”. El trabajo completo le tomó al equipo de Fatima 15 días.
Aunque el color que Aysha eligió no se usa en las bodas en Pakistán (el tono varía según el rito y se realizan 5 como parte de la boda), ella quería una opción más moderna. Para complementar el look compró unos stilettos plateados de Jimmy Choo y adaptó unas joyas que su abuela le dio como regalo de bodas para llevarlas con ella ese día. “Una amiga joyera que trabaja con diamantes me ayudó a darles una nueva forma, y convirtió un broche y unos aretes de diamantes y esmeraldas en dos aretes largos, un anillo y un ear cuff”. Además, una de sus hermanastras le hizo el día anterior a la boda un tatuaje de henna (mehndi) en las manos y los dedos, una tradición en Pakistán que favorece la felicidad y la fertilidad y protege contra el ‘mal de ojo’.
Para cerrar con broche de oro (blanco, en este caso) la argolla de matrimonio fue diseñada por ella misma en forma de espiral. “El diseño tiene una razón: mi esposo y yo queremos que nuestro matrimonio siempre esté en constante evolución”.