Frente a la aparente molestia por su invitación a tan digno evento vale la pena preguntarse: ¿Es acaso que no se lo merece o es nuestra hipocresía dando pataditas de ahogado?
Ofendidos parecen estar muchos en las redes sociales con el tema de que a J Balvin, lo hayan invitado a la exclusiva presentación de la colección Métiers d´Art 2016/17 de Chanel en el lujoso y emblemático Hotel Ritz de París.
Parece que a esos muchos les hirvió la sangre al ver al reguetonero acompañado de personajes de la talla de Pharrel y Karl Lagerfeld departiendo en una escena a la que muchos de nuestros grandes de moda no han llegado aún.
Vivimos la vida pidiendo que se nos dé el reconocimiento cultural que merecemos, que se nos trate como iguales ante los ojos del mundo; nos ofendemos cuando un payaso como Donald Trump propone hacer un muro para evitar la entrada principal de la migración latina a los Estados Unidos, pero nos ofendemos igual cuando a uno de los nuestros le ofrecen un lugar honorario en uno de los desfiles más importantes del mundo.
Armamos campañas y gritamos a viva voz el orgullo de ser latinos, se nos eriza la piel con nuestro himno y lloramos cuando a nuestra Miss Universo le quitan la corona. Sin embargo, cuando le dan reconocimiento y protagonismo al que miramos por debajo del hombro y creemos que no nos representa, ¡uy! quién dijo miedo.
Entonces, ¿a qué jugamos?
Tenemos que empezar a superarlo: la percepción de lo latino en el mundo se ve y se conoce en gran medida hoy en día a través del reggaeton y su estética a pesar de que muchos todavía nos cueste entenderla y asimilarla.
Se trata de una forma de identidad que mal que bien está ganándose un espacio y un reconocimiento global y que J Balvin representa -seamos honestos- con mucho más estilo que otros de su género.
Que sus letras nos ofendan, si. Que sean denigrantes para la mujer, en muchos casos también. Eso no excluye que se este tipo de personajes se estén convirtiendo en referentes de moda para muchos.
Para que hoy en dia haya un glamuroso Jay Z en su momento hubo un transgresor Tupac que le abrió camino. ¿Alguien le ha parado bolas a las letras del hoy referente de la moda Puff Daddy? No nos digamos mentiras, tampoco ellas brillan por su elegancia, profundidad y clase. Así que démosle su tiempo a la cosa, así es que se empiezan a abrir nuevos espacios para culturas marginadas. Y ni tan marginadas, porque si somos honestos, después de una copita o dos son pocos los que se resisten a la música de ese señor que aparece con Pharrel y Lagerfeld.
Vale la pena mencionar que pocos artistas latinos han tenido el honor que se le dio a Balvin en esta ocasión desde la invitación extendida a Jennifer Lopez en 2002 (que aunque latina, sigue siendo mitad gringa). ¿Por qué en vez de alegrarnos como cuando uno de nuestros deportistas gana en arenas internacionales, nos vamos encima de un colombiano de pura cepa cuando le dan ese chance?
Como anécdota...
Hace poco fui a un desfile de diseñadores locales, muy importantes ellos, de esos que todo el mundo alaba y llama estrellas del diseño colombiano. Si entendí bien, la idea del desfile era emular una feliz representación de nuestro trópico, tan bonito y orgulloso. Para mi sorpresa, no encontraron una mejor manera de hacerlo que poniendo a un negro de pantalón blanco, descalzo y sin camisa, al mejor estilo de un esclavo colonial, a repartirles Coco Locos a las modelos mientras se tomaban selfies y reían envueltas en sus elegantes vestidos. Ahí sí volaron las ovaciones, los aplausos de pie, el orgullo por nuestros representantes de la moda ¡bravo, bravo!
Yo no sé nada de reggaeton y si logro ubicar la cara de J Balvin, estoy muy de buenas, pero siendo así la cosa no me parece tan, tan, tan grave que me represente él.
Maria José Marroquín, editora Fucsia.co