Con su arquitectura, espíritu resiliente y una vibrante esencia cultural, nhow Rotterdam invita a sentirse en casa pero a otro nivel.
“Para alguien dichoso, todos los países son su patria”, decía Erasmo de Róterdam, y aquí, en esta ciudad de cielos amplios y perfiles imposibles, es fácil sentir que esas palabras cobran vida. Róterdam no es solo una ciudad; es un mundo dentro de otro mundo, donde cada paso se siente como una invitación a quedarse. Quien la camina no ve únicamente edificios, sino ideas que flotan, relatos que respiran en las calles y el reflejo de un pasado que se convirtió en fuerza.
Al llegar, Róterdam parece susurrar su historia. Como un ave fénix que renació de las cenizas, se ha reconstruido a sí misma con una valentía inusual. Devastada en 1940, la ciudad, en lugar de lamentarse, eligió desafiar el pasado y abrazar el futuro. Hoy, sus rascacielos de formas caprichosas y su puerto —el más grande de Europa— son emblemas de una visión que no se conforma. Aquí, lo histórico y lo moderno coexisten en perfecta armonía.
Nuestro refugio por un día en esta vibrante metrópolis fue el nhow Rotterdam, un hotel que, más que un alojamiento, se convierte en un portal hacia el alma de la ciudad. El nhow es una torre de 274 habitaciones, todas con vistas hacia el mundo exterior. Desde sus ventanales, la ciudad aparece como un mosaico de luces, agua y estructuras. Cada habitación tiene su personalidad: desde las acogedoras individuales hasta las dobles, perfectas para quienes buscan una experiencia cómoda sin renunciar al estilo.
En las plantas superiores, las habitaciones superiores ofrecen vistas privilegiadas, y para quienes desean un toque de lujo, la suite se abre como un escenario privado. Allí, el amanecer trae un café, y al caer la tarde, una copa de cava se convierte en el preludio perfecto para otra noche en Róterdam.
En la planta baja, el hotel es un hervidero social. Su bar, siempre animado, es punto de encuentro de locales y turistas. En la terraza, el Puente se extiende como un gigante de acero que conecta tiempos, espacios y personas. El sauna invita a un respiro en medio de la vida urbana, y el ambiente chic que envuelve el lugar convierte a nhow en el rincón ideal para quienes buscan disfrutar del lado cosmopolita de Róterdam.
Pero para entender verdaderamente el espíritu de esta ciudad, hay que subirse a una bicicleta y perderse en sus calles (así lo vi mientras caminé sus calles). La ciudad es completamente llana, perfecta para pedalear, y aquí la bici es más que un medio de transporte: es una forma de vida. Una ruta arquitectónica se convierte en una aventura, permitiendo descubrir desde las icónicas Casas Cubo hasta el imponente Market Hall, ese espacio que, en su impresionante estructura, fusiona mercado, residencia y arte. Es obligatorio hacerlo, sin importar si el día se presenta lluvioso o soleado, porque cada recorrido es una lección sobre la conexión de la ciudad con su entorno y su gente.
Para quienes prefieren otro ritmo (como nosotros), los “taxibotes” ofrecen un paseo pintoresco por los canales, donde se observa la arquitectura desde otra perspectiva, flotando entre puentes y reflejos. Y al final del día, al regresar a nhow, la sensación es la de llegar a casa, un hogar temporal donde el lujo se convierte en un aliado del descanso.
El nhow Rotterdam se encuentra en un barrio que es un crisol de creatividad. Aquí, donde el arte y la innovación parecen brotar de cada esquina, los artistas, diseñadores y creadores han encontrado un refugio para sus ideas. Cafés, galerías y estudios de diseño dan vida a un vecindario que vibra con una energía especial, especialmente cuando cae la tarde y la ciudad se enciende para revelar su rostro más bohemio.
Esta Róterdam, la de Erasmo, la de los sueños reinventados, es una ciudad donde la diversidad y la sostenibilidad van de la mano. Sus festivales, exposiciones y eventos culturales son un homenaje a la pluralidad, un reflejo de su espíritu inclusivo. Desde el arte hasta la moda y el cine, cada espacio celebra la creatividad en sus formas más diversas, y es aquí donde cada visitante encuentra un lugar propio en este tapiz multicultural.
Es un destino que no solo se ve; se siente. En cada calle y en cada edificio se revela un lugar que ha aprendido a levantarse y transformarse. En el nhow, con sus panorámicas inigualables, su ambiente social y sus detalles pensados para el bienestar, cada instante se convierte en un recuerdo para atesorar. Porque, al final, Róterdam es más que un lugar: es la expresión de una identidad que no teme al cambio, una ciudad donde la historia y la modernidad se abrazan, invitándonos a ver el mundo con nuevos ojos.
Aquí, entre los ecos de la resiliencia y la fuerza, Róterdam nos recuerda que el hogar puede estar donde uno elija, porque al final, en cada rincón se vive esa conexión humana y el arte de descubrir lo extraordinario en lo cotidiano.