Poco a poco, la moda responsable toma protagonismo en el país.
Como en la moda, todo se mueve por tendencias. En las últimas décadas, se ha vuelto más usual encontrar a una sociedad preocupada por el impacto de nuestras actividades en el medioambiente y por darle la vuelta a nuestros estilos de vida, así sea de mentiras, como el cuestionable greenwashing de algunas empresas.
Por ello, más allá de que esté de moda la ‘moda verde’, es importante verla desde el lado responsable, desde una obligación que deberíamos tener con el planeta, teniendo en cuenta que la industria textil y manufacturera es responsable de hasta un 10 % en las emisiones de carbono en todo el mundo, superando el impacto de vuelos internacionales y marítimos, de acuerdo con cifras del Programa Medioambiental de Naciones Unidas (UNEP).
Hemos visto cómo algunas de las grandes casas de moda en el mundo como Prada, Valentino y Gucci han deconstruido su proceso textil para introducir esquemas sostenibles en la producción de prendas, pero ¿qué se está haciendo en Colombia?
Pensemos en las marcas de la industria fast fashion que, con culpa, visitamos con cierta frecuencia. En las etiquetas de la tienda que se te ocurra, encontraremos pequeños símbolos que indican si la prenda ha sido fabricada reutilizando otros materiales y en algunas aparece la cantidad de veces que se ha hecho el proceso, como en los empaques.
Sin embargo, esto no es tan frecuente y en nuestro país no es una obligación. El abogado Felipe Pulido, consultado por Fucsia, explicó que aún hay mucho por hacer y las leyes nacionales no han tomado con seriedad el impacto de la moda en el medioambiente:
“La norma sigue siendo rígida, conservadora, sin mucha proyección en los temas que ahora son populares y necesarios al mismo tiempo. Para que una marca como Zara, por ejemplo, entre al país, lo único que se requieren son reglas de papel: registro, subpartida arancelaria, trámite con MinComercio, identificación del producto, etc. Nada de sostenibilidad”.
Es decir, para ser responsables, cada marca debe hacerlo por convicción y, lastimosamente, no porque le toca. Lo mismo sucede con los emprendimientos en el país. Es esperanzador ver que las nuevas empresas textiles ponen en práctica términos como la economía circular, en la que se aprovechan los recursos y los desechos para sus creaciones.
En el país encontramos algunos establecimientos que permiten adquirir prendas usadas o incluso alquilarlas. Además, las nuevas marcas se han enfocado en prestarle atención a cómo se hacen los empaques, a los materiales reciclados, pero también a las condiciones laborales de quienes fabrican las prendas. La sostenibilidad es una mesa de tres patas, con lo ambiental, social y económico.
Alejandro Crocker es un diseñador venezolano que reside en Colombia; él no compra ni un solo material para crear sus prendas: “Ni los bonotes, ni las cremalleras, ni la tela. Cada una de mis colecciones son hechas a partir de la reutilización de otras prendas y de todas sus partes, nada se echa a perder. Eso es lujo consciente, ya no tenemos tiempo de pensar, sino de actuar”.
A grandes rasgos, la ley en Colombia intenta tomar partido. A mediados de este primer semestre del año, diseñadores colombianos como Ricardo Pava, Juan Pablo Martínez y Sandra Cabrales se reunieron con Juan Carlos Losada, representante a la Cámara, para construir un proyecto de ley que obligue a las marcas colombianas a implementar procesos sostenibles en su actividad textil.
“Vamos a llevar de la mano de los diseñadores un proyecto de moda sostenible para Colombia, que le permita ponerse a la vanguardia no solamente en el mundo de la moda y que demos como colombianos el ejemplo que esta industria se puede transformar y aportarle a la conservación de nuestro mundo”, dijo Losada en su momento. Amanecerá y veremos.
Mientras tanto, hay muchos emprendimientos colombianos que, literalmente, se ponen la camiseta por el medioambiente. Baobab es una marca de prendas resort, vestidos de baño y prendas de clima cálido, que reutiliza sus propios desechos para crear nuevas prendas, planta un árbol por cada pieza vendida y su empaque es cáscara natural de coco.
Los desechos que ellos no puedan reutilizar son donados a otras marcas, quienes también pueden intercambiar sus desechos, entendidos no como basura, sino como recursos aprovechables. Hasta en el lenguaje se entienden las nuevas dinámicas sostenibles.
Viviana Junca, desde la Secretaría de Ambiente de Bogotá, explicó para Fucsia que lidera un gran proyecto para acompañar a los empresarios capitalinos con el fin de que cada proceso industrial tenga de por medio “la concientización del consumo eficiente de los recursos, que con el megaconsumo de todos nosotros se vuelve muy difícil, pero allí entra la economía circular, en eso estamos trabajando, todo debe ser aprovechable”. No todo está perdido.