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Carta abierta a una sociedad que permite que todos seamos Yulianas en potencia

Camila Serna, 7/12/2016

Recibimos una consternada carta de una lectora cuyo marido conocía al agresor de Yuliana Andrea Samboní. Su reflexión sobre lo que privilegiamos y permitimos como sociedad definitivamente vale la pena ser compartida.

Recibimos una conmovedora y poderosa carta de Camila Serna, mujer, madre, ciudadana horrorizada con los sucesos de la última semana que quisimos compartir pues estamos de acuerdo con ella cuando dice "esto ocurrió mientras todos observabamos".

Sobre la noticia más dolorosa de la semana, por Camila Serna.

¿Cuántas pequeñas niñas tendrán que sufrir estos azarosos destinos?
 

Escribo esto porque me siento afectada por la noticia. Este hombre, ha cometido un crimen indecible, hoy vive su infierno, la pesadilla de estar vivo y la pequeña niña esta muerta. Tiene que responder, y lo hará, tendrá que responder si quiere respirar dignamente otra vez.
 
Siento dolor y quiero que me atraviese, no quiero anestesiarme ante él. Tampoco me quiero sumergir con él, porque no me dejaría ver claramente. Solo quiero ser lo suficientemente valiente para sentarme con ese dolor y ver qué tiene para decirme, quiero vivirlo como mío. Las lagrimas corren y pienso en esta niña y su familia. Me alegro que ella ya este en un lugar en donde no podrá ser dañada ni lastimada nunca más. Si, ella esta a salvo. Ella ahora pertenece a la vida misma, dejó su cuerpo y ahora es inmensa y lo abarca todo. Ella nos observa con compasión, espera el desenlace.

Pero nosotros no estamos a salvo. Ahora siento miedo, por mi hijo, por mi familia. Mi pequeño es inocente y quiero que permanezca así, no quiero que la locura adulta lo alcance. La sensación de amenaza es inminente. Camino por mi casa y la siento un hogar seguro. Por qué este hogar es seguro, me pregunto. ¿Por qué habría de serlo en este mar de inseguridad? Lo siento así porque todos los días trabajamos por que así sea, todos los días, trabajamos para traer más conciencia a este hogar en donde crece nuestro bebé. Respiro.
 
Pienso en el agresor y su infierno, este hombre necesitaba ayuda hace años. ¿Por qué no la pidió? ¿Por qué nadie la ofreció? ¿Cómo es posible que nadie sospechara nada? Este hombre vivía las pesadillas más espantosas, y al mismo tiempo era normal. Mi esposo lo conocía. Jamás hubiera sospechado algo. Somos tan buenos aparentando. Vivimos en el tierra de las apariencias. Tenemos monstruos en la cabeza, pero tenemos club. El terror nos consume, pero nuestro apartamento es lindo. Esa es la real pesadilla, no sabemos vivir en la verdad, no sabemos cómo presentársela a los demás, preferimos caer a lo más hondo con tal de no mostrar nuestra frágil realidad.
 
Lo más fácil es decir que este hombre estaba irreparablemente dañado, pero no creo que sea así. Creo que hemos creado una sociedad enferma que permite que estas cosas ocurran. Creo que el dolor es intenso y tenemos que sentirlo, no lo hagamos a un lado, sintámoslo porque también nos pertenece, tenemos un lugar en esta pesadilla. Esto no le ocurrió a un hombre sin alma que nada tiene que ver con nosotros, esto ocurrió mientras todos observábamos.

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