Las relaciones de hoy tienen un nuevo ingrediente: el amor también se exige por contrato.
Definitivamente, nunca dejan de surgir cosas nuevas en materia de relaciones humanas. Mientras que la salida a la Bolsa de Facebook es un tema que produjo muchos titulares en los medios, la prensa publicó los detalles del matrimonio de su fundador, Mark Zuckerberg, con Priscilla Chan, una estudiante de origen chino, recién graduada de Medicina. Una sorpresa para todo el mundo que pasó un poco inadvertida por cuenta del comportamiento de la acción, que hasta el momento no ha hecho otra cosa que perder valor. Un aspecto de la historia de los amores del millonario más joven del mundo con una hasta ahora desconocida jovencita asiática, ha sido tema en las redes sociales. Un contrato de relaciones que se filtró. Ya nos estábamos acostumbrando a los acuerdos prematrimoniales, pero al menos yo no había oído de acuerdos en lo relativo a las relaciones. Según un artículo que publicó el New York Times, hace unos años, cuando Priscilla se fue a vivir a Palo Alto, California, para estar cerca de su novio, suscribieron un acuerdo. En este decía que tenían que salir a comer o de rumba por lo menos una noche a la semana y que Mark se comprometía a estar con ella al menos 100 minutos a la semana, pero no en su apartamento ni en las oficinas de Facebook.
Parece que este tipo de acuerdos no resultan tan extraños para las nuevas generaciones, ya que cuando muchas parejas deciden asumir una relación seria, discuten y algunas veces firman contratos en los que consta cuánto tiempo van a pasar juntos, cómo se van a dividir los gastos si conviven, cuál de ellos se encarga de cocinar y cuál de hacer el mercado, quién limpia y quién lava la ropa. En fin, que aunque este tipo de discusiones pone de manifiesto una cierta inseguridad dentro de la pareja, por lo menos deja claro lo que espera cada uno del otro. Algunos buscan consejeros matrimoniales para que les ayuden en esta tarea, otros consultan con abogados.
Lo que resulta exótico es que sea necesario sentar por escrito cuánto tiempo a la semana va uno a compartir en pareja y determinar cuántas son las noches para divertirse. Y aunque todo el mundo tiene derecho a dejar claros sus límites, ya sea en el tema de dinero o de responsabilidades, se desconocía que una pareja enamorada tuviera que dejar por escrito cuántas horas deben estar juntos. Las capitulaciones matrimoniales se hicieron para proteger el capital en caso de muerte o de divorcio, pero cuando uno tiene que reglamentar el tiempo compartido, la cosa es, como dicen por ahí, “a otro precio”.
Parece una simpleza decir que “todo tiempo pasado fue mejor”, pero en este caso es difícil aceptar que sea esta la nueva realidad de las parejas. Uno no sabe si el exceso de divorcios, que ya se acercan a 51% en el mundo, produce este tipo de reacciones que hacen pensar en que lo que se pretende a través de un contrato es que una relación dure. Si ante la ley es difícil defender un acuerdo prematrimonial (en Colombia, si no hay voluntad de parte y parte, en papel y tinta se queda) cómo será un acuerdo para llevar adelante una relación.
Supongo que la idea surge de que, como la gente se olvida rápidamente de sus promesas, el hecho de hacerlas por escrito les confiere cierta seriedad. Según el artículo del New York Times, este tipo de contratos se parece mucho a los que suscriben las parejas gay cuando deciden establecerse como pareja o las de los heterosexuales que cohabitan, una lista de buenos propósitos que desde luego no se cumplen si cada uno de los miembros de la pareja no tiene la voluntad de hacerlo.
Lo que no me queda claro es si manejar una relación con espontaneidad, sin un mapa de ruta preestablecido, es mejor o si definitivamente hay que definir una serie de puntos antes de seguir adelante. Conociendo la naturaleza humana y la fragilidad de las promesas de amor eterno, dudo que la garantía de una relación perdurable sea una lista de requerimientos. El amor no es predecible ni cuantificable. Menos aun se puede imponer a punta de contratos. Puede que Mark Zuckerberg sea un genio para las redes sociales y la Internet, como lo ha demostrado, pero eso no garantiza la inteligencia emocional que se necesita para ser feliz en pareja.
La felicidad se construye día a día y el futuro se hace al andar. Que yo sepa, todavía no existe un manual de instrucciones y espero que así sea, pues si todo se vuelve predecible, hay que decirle adiós al amor, que es, por definición, impredecible.