“Honestamente, no sé qué voy a hacer ahora con mi tiempo libre”, fueron las palabras de una joven durante el estreno del episodio final de la saga Twilight (‘Crepúsculo’). “Esta historia cambió mi vida. Incluso cuando el sol cae, me la recuerda”, comentó al periódico Daily Beast. Como ella, son muchas adolescentes y hasta sus mamás las que se han mantenido fieles a los cuatro libros y sus respectivas películas durante siete años. Algunas inmortalizaron en sus cuerpos el amor de Bella y Edward el vampiro tatuándose sus nombres; otras durmieron en carpas y protagonizaron vigilias con lentes de contacto rojos como los personajes, para no faltar a un estreno, y muchas se sumaron a uno de los cientos de clubes de fans en todo el mundo, como Conexión Vampírica en Colombia o Twilight Moms, para mayores de 25 años. Han surgido bandas de rock inspiradas en el tema, y en Facebook cuenta con alrededor de 36 millones de seguidores. Existen hasta grupos de apoyo en las diferentes redes sociales para superar la tusa por el final: “Estar en Twitter significa que soy parte de una comunidad, de la familia Twilight, y siempre estaré enviando fotos y recordando episodios de las películas y los libros”, expresó una de las despechadas.
Twilight se convirtió en el sueño de muchas jóvenes que suspiran con la ilusión de vivir un romance de película, en un universo fantástico. Curiosamente, durante mucho tiempo, su creadora, Stephenie Meyer, solo tuvo un sueño: ser mamá. Cuando tuvo a su primer hijo, Gabe, alejó de su mente el deseo de estudiar derecho, pues “solo quería ser su mamá”. Antes de dedicarse de lleno al hogar, únicamente había trabajado como recepcionista y no se le había pasado por la cabeza escribir. Quizá porque, como ha revelado su profesor de inglés en su colegio de Arizona, “lo hacía bien, pero nada del otro mundo”.
Cuando tenía 29 años y dos hijos más tuvo otro tipo de sueño. El 1.º de junio del 2003, mientras dormía, vio a una joven que hablaba con un apuesto muchacho que brillaba en una pradera bañada por el sol. Lo más sorprendente es que él era un vampiro que en lugar de quemarse con la luz, iluminaba, y quien a pesar de amarla, temía hacerle daño pues deseaba su sangre. Al despertar, describió la escena tal como la recordaba, con el fin de analizar el sueño. Sin embargo, se obsesionó con esos dos personajes y así nacieron Bella y Edward. Entonces se animó a escribir todas las noches durante tres meses: con una mano oprimía las teclas y con la otra sostenía a uno de sus niños, ya que para entonces tenían menos de 5 años. Aquella vívida imagen se convirtió en el capítulo trece de su primera novela, Crepúsculo, y en parte de las quinientas páginas que produjo casi sin hablarle a su esposo Christian del tema “para que no creyera que estaba volviéndome una loca obsesionada con vampiros”.
Meyer adjudicó su nueva pasión al hecho de que la maternidad se había vuelto un “trabajo” agotador: “Me había convertido en un zombi y Stephenie se había perdido. Escribir fue una liberación”. Aún así, cuando terminó el texto pensó que su destino final sería un cajón. Pero una de sus hermanas la convenció de buscar editores para publicar la novela. Hubo nueve que respondieron negativamente, cinco que nunca contestaron y solo una interesada que dijo que quería leer más. Se trataba de Jodi Reamer, de Writers House, cuya gestión hizo que ocho editoriales se disputaran los derechos del libro. Finalmente, Meyer recibió un anticipo de 750 mil dólares por un acuerdo de tres libros con Little, Brown. “Yo estaba esperando 10.000 para pagar mi minivan”.
Las cifras no mienten
El sueño resultó ser una mina de oro. La escritora continuó la saga a partir del 2005 con New Moon, Eclipse y Breaking Dawn, que para aumentar las ganancias fue dividida en dos partes al ser llevada al cine. Entre venta de libros y taquilla de películas, la franquicia se acerca a los cinco mil millones de dólares. La fiebre no parece agotarse con el “crepúsculo” de la saga, pues en sus primeros diez días en las salas la última película recaudó cerca de 230 millones. Como si fuera poco, el mercadeo asociado ha generado otros 375 millones.
En su lista de éxitos, el 2008 aparece como el año de la suerte de Meyer: fue la autora con más ventas en Estados Unidos, el diario USA Today la nombró como la escritora del año, Time la escogió como uno de los personajes más influyentes y Forbes la incluyó en su lista de las mujeres con mejores ingresos, por sus ganancias superiores a los cincuenta millones de dólares. Su esposo tomó la decisión de dejar su trabajo como auditor para dedicarse a las labores del hogar mientras ella seguía haciendo millones, incluso con una novela para adultos sobre alienígenas, y como productora de cine.
No es casualidad que la bautizaran “la nueva J.K. Rowling”, porque al igual que lo hizo la británica con Harry Potter, inspiró a los jóvenes a leer. Como dato curioso, la tercera novela de la saga, Eclipse, se hizo famosa por ser la que “eclipsó el último libro del mago”, porque se lanzó solo dos semanas después de este y le quitó el primer lugar en la lista de best sellers del diario The New York Times.
Analistas y psicólogos han estudiado el fenómeno, concluyendo que es normal que las adolescentes sueñen con ser rescatadas por un hombre como Edward, que se identifiquen con Bella: “La mayoría de las niñas no tenemos buena autoestima y no creemos que algo extraordinario pueda sucedernos. Pero luego llega el chico perfecto que se fija en una joven común y corriente”, dijo una fanática. Y Crepúsculo no es una historia de vampiros de horror, sino de amor. A Meyer no le gusta el género de terror y no ha visto cine para mayores. Su inspiración han sido autores románticos como Shakespeare y Jane Austen, y ha sido una devoradora de libros desde niña. La música es otra de sus musas. My Chemical Romance, Muse y Coldplay han influenciado su escritura.
Ella es mormona, y aunque dice que sus personajes no lo son, son “zanahorios”, no toman ni fuman y valoran la castidad. “Tuve algunas presiones para incluir una gran escena de sexo, pero hay miles de sitios donde este tipo de cosas se pueden encontrar”. Sus libros más bien tratan “del erotismo de la abstinencia”, como señaló Time. Resistir la tentación es el tema de sus novelas y uno de sus principios: “Tenemos la libertad de elegir, un regalo de Dios. Si uno se ata a algo como la cocaína, pierde la libertad”. Conoció a su esposo, su único novio, cuando ambos tenían 4 años, empezaron su relación en la universidad cuando ella estudiaba inglés y se casaron a los 21. Las feministas la tachan de mojigata, y de promover a una heroína débil que depende de un hombre para sentir que vale. Quienes la conocen aseguran que sigue siendo una mujer sencilla a la que le gusta llevar a sus hijos al colegio, aunque miles de personas hagan fila y esperen doce horas por un autógrafo; y en Forks, ciudad del estado de Washington, donde se desarrolla la historia, se celebre un día en su nombre (el 13 de septiembre, cuando cumple años Bella). “Lo único en que ha cambiado —comentó la mesera de un restaurante que visita la autora— es que pide ensalada con la hamburguesa en vez de papas fritas para mantener la figura, pues dice que en las fotos de prensa siempre sale gorda”.