A veces la segunda esposa se siente precisamente como segundona debido a la interferencia de su antecesora, que se niega a perder su reinado. Problemas sin resolver de la primera unión pueden hacerla sentir que hay tres en su matrimonio.
Un sabio refrán dice que “uno no solo se casa con la pareja, sino con su familia”. Valdría la pena agregarle “y en caso de un segundo matrimonio, también se debe incluir a la primera esposa”. En el cine y en los cuentos de hadas abundan los estereotipos acerca de esa segunda mujer que luce como una depredadora sexual, explotadora del marido o que es una madrastra, con eme mayúscula. Y no se quedan en la ficción, ¿acaso el primer título real de Camilla Parker Bowles, sucesora de la princesa Diana, no fue el de “bruja de brujas”?
Pero aunque “de que las hay las hay”, las caricaturas de las ex les hacen competencia: está la que interpreta el papel de víctima, con muchas lágrimas para que su antiguo esposo corra a su lado, o el de manipuladora, que a través de sus hijos consigue lo que quiere. Para la dependiente, el cambio de una bombilla es un asunto de urgencia que necesita de las habilidades de su hombre. Forman parte de la lista: la rencorosa, que incapaz de perdonar envenenará a quien pueda en contra de su reemplazo, y la abusadora, que con cualquier pretexto dejará a sus niños al cuidado de los recién casados incluso en su luna de miel, pues consiguió niñera nueva y gratis. Se sumaría la perfecta, que estipula hasta las más mínimas instrucciones para el cuidado de los niños, como el color apropiado de chaqueta, y que nadie se atreva a llevarle la contraria. “Con suerte emerge la opción de la civilizada, la que entiende que las cosas se dieron de cierta manera y, pese a que todavía sienta dolor, tiene una relación saludable con su ex por medio de acuerdos que les permitan a todos seguir adelante”, advierte la psicóloga y sexóloga Marta Lucía Palacio.
No se trata de una realidad menor, debido a que la familia de hoy ha cambiado su estructura: en Estados Unidos, por ejemplo, uno de cada dos matrimonios termina en divorcio y el 75 por ciento de sus integrantes conforma una nueva unión. Más de cuatro de cada diez estadounidenses tienen al menos un padrastro, un medio hermano o un hijastro. Y aunque es exagerado generalizar asumiendo que en este panorama la primera esposa es la responsable del caos, la relación mujer-mujer, ex y actual, parece ser la más tensa: “hay una necesidad de posesión y competencia entre ambas.
La nueva quiere saber cómo hacía las cosas su antecesora. Es odioso si su marido habla mal de la primera, pero por lo menos en ese escenario aparece como la salvadora, mientras que si habla maravillas de ella siente que debe superarla”, analiza Palacio. Por otra parte la exesposa puede rivalizar con la nueva y entrar en una lucha de poder en la que la principal arma será “la manipulación por medio de los hijos”.
No es casualidad que existan sitios web de apoyo como The British Second Wives Club, plagados de historias extremas de mujeres que les exigen a sus antiguos maridos tener relaciones sexuales con ellas para dejarles ver a los niños. Sin embargo, la terapeuta de pareja Nelly Rojas de González considera que cualquier ex, sin importar su género, puede llegar a ser una piedra en el zapato: “si ellas amenazan con los hijos, ellos suelen hacerlo con el dinero, especialmente cuando la mujer ha dependido económicamente de su pareja”.
En el imaginario popular está la idea de que un segundo matrimonio tiene la ventaja de iniciarse con más sabiduría y experiencia, pues de los errores se aprende. Pero a veces se llega con rencores sin resolver, miedos, bienes en disputa y lo más determinante: hijos. Los expertos explican que las parejas que contraen segundas nupcias muchas veces no gozan del espacio necesario para la construcción de su intimidad y no viven esa etapa de ajuste que implica estar solos.
Según stepfamily.org, el 66 por ciento de quienes vuelven a organizarse terminan su relación cuando hay niños involucrados. Por eso, la queja más frecuente entre las nuevas esposas es que se sienten desplazadas frente a las obligaciones que los maridos adquirieron con anterioridad. Y acusan a la primera mujer de generar más estrés en el nuevo hogar al caer en conductas como enredar las visitas del padre a sus hijos, controlar su tiempo con ellos o no permitir que la pareja actual esté presente en estas, e interrumpir la cotidianidad del hogar recién formado con excusas relacionadas con ellos. “Es frecuente ver que las ex además se niegan a perder su nexo con la que fue su familia política y se hacen presentes en los cumpleaños y reuniones de quienes fueron sus suegros o cuñados para no ceder su territorio”, comenta Palacio.
La situación puede ser igual de complicada para segundas esposas que no tienen hijos propios, y de la nada se ven confrontadas ante una responsabilidad desconocida, como para quienes ya los tienen de uniones pasadas o de la relación actual. “Es normal que al hombre le dé muy duro convivir en una casa con los niños de su pareja por ser consciente de que los suyos están la mayor parte del tiempo en otro lugar. Entonces se hace evidente su sentimiento de culpa cuando trata de compensarlos de cualquier manera”, añade Rojas. Por eso, si una esposa manifiesta su malestar frente a un adolescente que le hace todo tipo de desplantes, es probable que un padre en exceso complaciente se quede de brazos cruzados por temor a ahuyentar a su “pequeño”, al que nunca ve.
Y es que la culpa es el detonante de estas relaciones de codependencia. “Casi nunca la separación es de común acuerdo, y hay uno que quiere continuar. El otro se siente el malo del paseo y para quitarse ese estigma podría llegar a hacer cualquier cosa por su ex, volviéndose una presa fácil porque esta lo conoce bien y sabe cómo manejarlo”, asegura Evelyn Peckel, psicóloga experta en parejas. El caso se vuelve casi apocalíptico si la nueva relación es el motivo de la ruptura: “ahí la razón tiene nombre propio y es de carne y hueso, y es muy difícil que los hijos del primer matrimonio inicien un vínculo sano con alguien a quien señalan de culpable de que sus papás no estén juntos”, agrega Palacio.
El problema con los ex por lo general es consecuencia de un duelo no resuelto frente a la primera relación, más cuando se inicia una siguiente sin tomarse un tiempo significativo para analizar la situación. “Aunque la persona sienta que ya no ama a su pareja y haya decidido alejarse, si ha evadido el problema, el miedo y el pesar la acompañarán en el nuevo vínculo”, sentencia Rojas, autora del libro Ser amigos para ser amantes. “Por eso recomiendo que, como familia, busquen ayuda para ver si el matrimonio tiene salvación, y si definitivamente no es así, tendrán la tranquilidad de poder decirles a sus hijos que hicieron todo lo posible”. El aspecto legal no es menos importante: “se debe liquidar la sociedad conyugal y realizar el divorcio, o en el caso del matrimonio católico, la cesación de los efectos civiles, para que el patrimonio de la nueva unión no esté comprometido”, explica el abogado de familia Ricardo Barón. Después de todo, una de las críticas que con más frecuencia les hacen las segundas esposas a sus maridos es que su hogar vive con restricciones económicas porque invierten demasiado en el anterior.
Por una mala ruptura, en la separación los antiguos esposos replicarán los roles malsanos que desempeñaron estando casados, de manera que, como explica Peckel, “la dependiente y el que protege por lástima seguirán el mismo patrón de relación”. Y algo que suena como el mundo al revés: hay casos en los que el esposo, por temor a los reclamos de su actual mujer, tiene encuentros clandestinos con su anterior familia y oculta las llamadas que se hacen, de modo que termina siendo “infiel” a su nueva pareja con la ex, aunque los “cachos” no sean sexuales, sino relativos al tiempo y la dedicación que le resta a ella para darle a la otra.
Soluciones para todos
Para la terapeuta Marta Lucía Palacio, la peor torpeza que puede cometer una segunda esposa es “armarle show” a su pareja debido a sus compromisos paternales y acuerdos económicos. “Lo conoció con sus hijos, no debe pretender borrar el pasado de un brochazo. Es más confiable un hombre responsable que tiene detalles con sus niños”. Si estos no aceptan la nueva relación aconseja no poner al marido entre la espada y la pared con el ultimátum “o ellos o yo”. No hay que tomar las agresiones de los hijastros de manera personal ni ponerse a su nivel entrando en una lucha de poder, y nunca se debe criticar a la ex frente a ellos.
“No pretenda hacer el papel de mamá, ni sea acosadora tratando de conquistarlos, y tampoco los juzgue. Pero es indispensable hablar con su esposo para establecer unos límites de respeto de la pareja y del hogar. Puede funcionar escribirles un correo electrónico o buscar un espacio para explicarles que usted también quiere que su papá sea feliz”, insiste la terapeuta.
Por su parte, al esposo le corresponde darle a su actual compañera el lugar que merece. “No tiene presentación que en Navidad se vaya con su anterior familia y la excluya. Todos tienen que aprender a vivir bajo la nueva estructura, pues con su primera esposa su relación es como equipo de padres. Si por miedo quiere tener cada pie en un lado, mejor que no se comprometa y vea a su pareja los domingos”, argumenta la psicóloga Evelyn Peckel. Debe ser claro con sus hijos acerca de lo que espera de ellos y enseñarles que así como las reglas de la casa materna y la paterna son distintas, en la vida deben adaptarse a diferentes ambientes. Es indispensable que proteja el espacio de pareja buscando un equilibrio. En cuanto a las ex, Palacio las invita a reflexionar sobre la importancia de ayudar a los hijos a crecer sin resentimientos.
Víctima paso a paso
Si alguno de los ex no ha superado “la pérdida” y sigue emocionalmente vinculado cuando aparezca una tercera persona en discordia, esta sufrirá cada una de las etapas del duelo. Estas son las consecuencias de acuerdo con una participante de uno de los clubs de segundas esposas:
1. Negación. Al pasar por este estado, la ex tratará de reafirmar su estatus de esposa: “prepárate para reuniones familiares a las que no serás invitada, pero en las que tu nuevo compañero y sus hijos serán la atracción principal”.
2. Rabia. “Todo será tu culpa”. La ex les dirá a sus hijos que la nueva mujer de su papá es la responsable de que no esté en casa y de que el dinero no alcance para pagar sus viajes al exterior.
3. Negociación. Cuando se dé cuenta de que cuanto más agresiva sea más alejará a su ex esposo, optará por aparentar mayor civilidad, “pero tratará de estar tan involucrada como pueda en los asuntos de tu casa y llegará sin ser invitada. En su cabeza, adonde sus niños vayan ella tiene el derecho de ir”. Buscará el consejo de su anterior marido para cualquier cosa, como arreglar el computador “para que los niños puedan hacer tareas”.
4. Depresión. “Para esta etapa ya habrás pensado buscar un hombre soltero sin hijos. Si ella está tomando medicamentos o alcohol para aliviar su dolor, posiblemente tú estarás en las mismas”. Esperará que su exesposo sea su soporte y los niños se sentirán culpables.
5. Aceptación. Hay dos opciones: que la ex quiera empezar una nueva vida y se aleje por completo, con niños incluidos, de manera que el padre quedará devastado. O que caiga en cuenta de que su sucesora se preocupa por sus hijos y es competente. “El problema es que para este punto estarás traumatizada y no confiarás en ella. Serás alérgica a su nombre”.