¿Heroínas o practicantes del vandalismo? En la lucha por la igualdad, ¿el fin justifica los medios? Una nueva película retrata la historia de las líderes británicas que, cansadas de “pedir permiso” para acceder a las urnas, no temieron usar la violencia y hasta se hicieron matar para obtener su derecho... Y ese fue solo el comienzo.
"La batalla por la liberación de las mujeres no se ha acabado”, clamaban en coro las más de cien feministas que irrumpieron en la alfombra roja de la premiere de Suffragette, en Leicester Square, Londres, para protestar en contra de la violencia doméstica. Las bombas de humo que arrojaron sirvieron para lograr su objetivo: acaparar la atención mediática y conseguir que las estrellas que desfilaban, improvisadamente se unieran a su causa.
“Me alegra que estemos teniendo tal impacto. Por eso hicimos este trabajo”, comentó Helena Bonham Carter, para quien la manifestación fue la “respuesta perfecta” al filme que narra la larga y violenta lucha de las sufragistas británicas. Su compañera de reparto, Carey Mulligan, apoyó esa posición: “Nuestra esperanza es que podamos inspirar conversaciones sobre cómo corregir la falta de equidad que hay en la sociedad”.
La toma de las activistas no ha sido el único episodio polémico en torno al estreno. Recientemente, las protagonistas posaron ataviadas con unas camisetas en las que se leía el slogan: “Prefiero ser una rebelde que una esclava”.
En Twitter fueron muchas las personas que expresaron su rechazo al mensaje por considerarlo racista e inapropiado. Pero quien originalmente pronunció tales palabras nunca se distinguió por hablar con delicadeza,sino por los excesos, y solía comparar la situación de las mujeres de su época con los maltratos a los que fueron sometidos los negros durante la esclavitud. Se trata de Emmeline Pankhurst, líder del movimiento que peleó por el derecho femenino al voto en Gran Bretaña, y quien es interpretada en la cinta por Meryl Streep. La revista Time la escogió como uno de los 100 personajes más influyentes del siglo XX en razón de su capacidad de “escandalizar a la sociedad, llevándola hacia una nueva posición a partir de la que no habría vuelta de hoja”.
Y no solo sus discursos fueron incendiarios, sino también sus acciones,pues, de hecho, para hacerse oír instó a sus seguidoras a quemar propiedades privadas, destruir buzones, encadenarse a las vías férreas,romper vitrinas de almacenes y cortar los cables del telégrafo. En 1906 sus tácticas motivaron al periódico Daily Mail a llamarla Suffragette,y no suffragist, que era el término utilizado en inglés para sufragista, y que entonces se usó exclusivamente para referirse a lasque, a diferencia de ella, optaban por la vía pacífica.
“¿No te gustaría ser un hombre?”, increpa un transeúnte al personaje interpretado por la actriz Anne Marie-Duff mientras milita en las calles en una de las escenas del largometraje. Su respuesta: “¿No te gustaría a ti serlo?”. Y es que la película retrata cómo en aquel entonces las mujeres no eran consideradas ciudadanas reales. “¿Qué tan correcto es que la mitad de la raza humana permanezca en un estado de subordinación forzada frente a la otra mitad, cuando la única razón para ello es que así les conviene a los hombres?”, había escrito en el siglo XIX la filósofa inglesa Harriet Taylor Mill, pues las casadas cedían a sus maridos el privilegio de ser dueños de la propiedad y los hijos(hasta 1925 las madres no tenían derechos legales sobre ellos).
La película retrata esa realidad, cuando el esposo de una de las activistas da en adopción a su niño sin siquiera consultárselo. Por si fuera poco,a las damas del Imperio británico les parecía inconcebible que una de sus colonias, Nueva Zelanda, se convirtiera en 1893 en el primer rincón del mundo en el que se autorizara el sufragio femenino.
Emmeline Pankhurst, interpretada por Meryl Streep.
En 1903, a los pocos años de enviudar, Emmeline Pankhurst fundó, junto a su hija Christabel, la Unión Social y Política de las Mujeres en su residencia de Manchester. Su esposo había sido un prestigioso abogado defensor del sufragio femenino, por lo cual ella enfatizaba en que no era “anti-hombres” sino “pro-mujeres”. La publicidad negativa que las rodeaba las mostraba como “panfletistas con sombreros pomposos”,asexuadas, desagraciadas, malas madres y esposas. En un corto de cine mudo podía verse a un padre que sostenía en cada mano a uno de sus hijos, pues su señora había abandonado el hogar para dedicarse a hacer campaña.
También había un cartel que presentaba a un hombre que llegaba a casa después del trabajo y encontraba a los niños durmiendo en el piso, la casa sucia, y la cena sin servir. Una imagen dantesca acompañada de la nota: “Vuelvo en una hora”. “Siempre se ha enfatizado que las suffragettes eran, en su mayoría, de clase media, pero esa visión ha probado ser poco rigurosa.
Las de clase trabajadora también se unieron a la organización y apoyaron a sus ‘hermanas’ más adineradas; y la cinta refleja ese nuevo hallazgo”, explicó a FUCSIA la profesora June Purvis, experta en historia de género, quien asesoró a las realizadoras de la producción Sarah Gavron y Abi Morgan.
En un principio, las acciones del partido se limitaban a reuniones que coincidían con las sesiones gubernamentales oficiales, la publicación de un boletín informativo, y a repartir afiches y pancartas que eran diseñadas por Sylvia Pankhurst, la hija artista de Emmeline. Sin embargo, en 1905 cuando la Cámara de los Comunes dilató, según relató la propia líder en sus memorias, la discusión de un proyecto de ley a favor de “la liberación femenina, a punta de chistes tontos”, ella decidió que las vías convencionales no bastaban: “Obras, no palabras”,sería su consigna. “Usaban técnicas imaginativas muy visuales para publicitar su causa, como cruzar en bote el Támesis, participar en coloridas procesiones al son de la música de las bandas que las acompañaban, y esconderse en las reuniones políticas para de repente emerger gritando: ‘¡Voto para las mujeres!’”, recuerda la catedrática.
Cuenta la leyenda que estas heroínas aprendieron artes marciales con la idea de defenderse de los ataques que estaban seguras iban a recibir. No podía esperarse otra cosa, cuando estaban dispuestas a meterse con futuros Primeros Ministros: una militante atacó a Winston Churchill con una cadena para perros y otra le lanzó un pedazo de hierro a su carro.Además, un grupo de radicales quemó la casa en construcción de David Lloyd George. Las fotos de las integrantes fueron repartidas en museos,pues existía el rumor de que atacarían una obra. Eso no impidió que la feminista Mary Richardson rasgara con un hacha la Venus del espejo, en la National Gallery.
Cuando eran puestas tras las rejas, para demostrar su talante, iniciaban huelgas de hambre que enviaban el mensaje de que no eran criminales,sino presas políticas. Las autoridades las forzaban a comer introduciéndoles tubos hasta la garganta, un acto que ellas comparaban al de ser violadas. El 18 de noviembre de 1910, Pankhurst organizó una marcha a Parliament Square, y relató que las participantes fueron acosadas sexualmente por la policía. Como dos de las suyas murieron a causa de los golpes recibidos, aquel día fue llamado “Viernes negro”.Sin embargo, el episodio más dramático tuvo lugar en 1913 durante el Epsom Derby, cuando la manifestante Emily Davison, cargada con banderas sufragistas, se le atravesó al caballo del Rey y fue mortalmente arrollada.
Emmeline Pankurst lideró el movimiento sufragista británico con sus hijas Chrisabel y Sylvia. Imagen: AFP.
¿Qué necesidad había de incurrir en tales métodos?, las cuestionaban los políticos que con sorna les sugerían que “por las buenas” sus deseos se habrían cumplido. “Cuando éramos pacientes y creíamos en los argumentos, nos decían que si de verdad quisiéramos el voto, haríamos algo peculiar para mostrar nuestra determinación. Ahora que hacemos algo peculiar nos dicen que nuestro mal comportamiento prueba que no somos aptas para tenerlo. Caballeros, ustedes saben perfectamente que si la situación fuera al contrario, si ustedes no tuvieran derechos constitucionales y nosotras fuéramos las ciudadanas orgullosas y decidiéramos nuestro destino y el suyo, con la excusa de saber qué es lo mejor para todos, no lo soportarían ni un solo día”, respondió Pankhurst en un discurso.
Aun así, algunas integrantes de la organización, entre ellas su hija Sylvia, se alejaron de sus filas convencidas de que la violencia no era el medio. Hoy, la nieta de esta última ha dicho que la cinta idealiza el vandalismo. En 1918 se permitió el voto parcial a las mujeres, siempre y cuando fueran mayores de 30 y tuvieran alguna propiedad, entre otros requisitos. Solo una década después, el mismo año de la muerte de Emmeline Pankhurst, la lucha dio frutos. En un gesto simbólico, el día de su funeral fue otorgado el consentimiento Real al proyecto de ley.
“Algunos misóginos han tratado de desacreditar el papel de las mujeres en la historia. Este ha sido marginalizado en la educación y básicamente la que se cuenta es la historia de los hombres en las guerras, los negocios, la diplomacia”, asegura la profesora Purvis. Tanto es así, que las realizadoras de la cinta creen que la industria cinematográfica se ha contagiado del mismo mal y presenta más héroes que heroínas. La experta concluye que las aventuras de estas sufragistas británicas merecían ser llevadas a la gran pantalla, debido a que fueron diferentes a las de otras partes del mundo: “Eran militantes firmes y no estaban para pedir cortésmente sus derechos. Querían poner fin a las desigualdades que experimentaban en la ley, sus hogares y empleos. Esperaban una transformación radical del rol femenino, y al haber sido asertivas en sus demandas le han hablado a las demás mujeres a través de las décadas”.
Las activistas que se tomaron la premiere de Suffragette no comparten el ambiente victorioso que rodea a la cinta. Después de todo, el acceso a las urnas es solo el comienzo: en Arabia Saudita se acaba de permitir el sufragio femenino para elecciones municipales, pero solo los hombres pueden manejar carros. En el mundo, las empleadas reciben el 77 por ciento de lo que ganan sus colegas masculinos. Cada año, 15 millones de menores de 18 años son casadas a la fuerza, y las mujeres entre 15 y 44 tienen más riesgo de ser violadas o ser víctimas de violencia doméstica, que de sufrir de cáncer o tener un accidente automovilístico. Solo en el Reino Unido, en promedio, dos son asesinadas a la semana por su compañero o ex pareja. Como bien lo gritó una de las manifestantes tirada sobre la alfombra roja: “Las muertas no pueden votar”.