Desde su nacimiento, el
27 de octubre de 1971, María Consuelo, a quien todo el mundo conoce
como “la Conchi”, ha estado rodeada del ejercicio de la política. Su
abuelo, su padre, sus hermanos y sus tíos han ocupado cargos públicos y,
en medio de ese ambiente, ella no pudo escapar a esa inclinación
natural que bullía dentro de sí misma: “Haber nacido en el seno de una
familia de Valledupar, aferrada y orgullosa de la cultura Caribe, ha
sido un gran privilegio.
Somos gente espontánea y alegre, y eso facilita
sin duda la posibilidad de relacionarse con personas distintas de una
manera similar, es decir, con seguridad y respeto”, cuenta esta costeña
de pura cepa que tuvo que mudarse a Bogotá a los 4 años y que terminaría
estudiando Finanzas y Relaciones Exteriores en la Universidad Externado
de Colombia.
A partir de haber sido directora del Jardín
Botánico José Celestino Mutis durante la alcaldía de Enrique Peñalosa,
quien fue su profesor cuando estudiaba en la universidad, su carrera ha
estado llena de éxitos y de momentos inolvidables, como la vez que bailó
vallenato con Hugo Chávez, cuando ella era canciller. En los cargos de
ministra de Cultura y de Relaciones Exteriores proyectó la imagen de
trabajadora inalcanzable.
“Son muchas más las satisfacciones que los
sacrificios. Nada conecta más a una persona con su entorno que la
responsabilidad de un cargo público. Ver patente el resultado de
programas en los que participé me llena de alegría. Cuando observo, por
ejemplo, los árboles sembrados en las calles y parques de Bogotá dentro
del programa de arborización de la ciudad, o el uso que hace la
ciudadanía de las bibliotecas públicas dotadas durante el gobierno en el
que participé, pienso que cada esfuerzo valió la pena. El mayor
aprendizaje es que el tiempo es limitado y las oportunidades únicas, por
eso hay que gerenciar bien cada día, teniendo siempre presente que
somos aves de paso”.
A partir de 2011, la Conchi, madre de Susana
y esposa del argentino Ricardo Mazalán, asumió la presidencia de la
minera canadiense Gran Colombia Gold, que opera en Antioquia y Caldas y
que registró un aumento del 1,9 por ciento en su producción durante el
año pasado. La conquista de un nuevo espacio que la sitúa en uno de los
cargos más importantes dentro del gremio de la minería, le ha
significado también un gran aprendizaje.
“Este sector puede ser el gran
aliado del desarrollo en nuestro país. El desafío es hacer minería de
una forma responsable frente a las comunidades y el medio ambiente. Para
esto se necesitan reglas claras, instituciones fuertes y empresas
comprometidas. A través de mi experiencia he podido conocer en detalle
la realidad de la minería del oro en Colombia y la faceta de ejercer
esta actividad apegados a la legalidad, asumiendo los retos
institucionales y, desde luego, atendiendo las necesidades de las
comunidades mineras dentro de las cuales se ha transmitido por
generaciones esta tradición. Porque ser minero es un oficio duro que
requiere de tenacidad y valor”.