Muchas veces creemos tener un control completo sobre nuestro cuerpo; sin embargo, no estamos tan entrenados como pensamos para entender sus signos. Por ejemplo, con frecuencia la sensación de sed puede llegar a interpretarse como de hambre. De hecho, el mecanismo que produce la sed en el cuerpo es tan débil que, según estadísticas del Observatorio de Hidratación y Salud de España, el 37 por ciento de los seres humanos lo confunden y piensan que deben comer algo. Son tan cercanas estas dos sensaciones que a veces le damos agua al cuerpo cuando en realidad tiene hambre, pues el líquido genera volumen y al entrar en el estómago disminuye el apetito. Un vaso de agua puede calmar el hambre a media noche en casi un ciento por ciento de los casos, según un estudio realizado en la Universidad de Washington.
“Las señales que nos da el cuerpo cuando hay la necesidad de comer o hidratarnos son muy parecidas. La sensación de hambre produce decaimiento y náuseas, la boca se seca y se eleva la salivación cuando se piensa en comida. Cuando hay deshidratación, las personas se irritan fácilmente, se sientes débiles, los labios se fisuran y la boca se seca. Son síntomas y sensaciones parecidas porque, al fin y al cabo, el cuerpo no puede pedir específicamente sólidos o líquidos”, explica María Paula Estela, nutricionista, entrenadora personal y creadora del centro de nutrición personalizada Live Life Nutrition for The Soul.
Sin embargo, hay casos en que, más que una cuestión de percepción, puede tratarse de un asunto relacionado con el estado de salud de las personas. Según explica Gabriel Niño, médico homeópata de la Universidad de Pekín, así como el cuerpo tiene sensores de carbohidratos que se activan cuando se bajan los niveles de glicemia y se empieza a sentir hambre, hay sensores que vigilan la hidratación y se pueden ver alterados en su funcionamiento por enfermedades como la diabetes, que se caracteriza por tres síntomas: aumento anormal de la sed, muchas ganas de comer y ganas constantes de orinar. Por eso quienes padecen este tipo de enfermedades son más propensos a sufrir esta confusión. A estas personas les resulta difícil identificar qué es lo que realmente les está pidiendo el cuerpo, pues los sensores pueden llegar a enviar estímulos simultáneos desorientando por completo la necesidad real. En estos casos, es recomendable hacer anualmente un chequeo de los niveles de azúcar para permanecer en sintonía con el cuerpo.
La nutricionista María Paula Estela recomienda mantener en ambos casos una buena hidratación, con el fin de que cuando aparezcan estos síntomas se pueda identificar con claridad que se trata de hambre y, de paso, evitar esos kilos de más por no entender las señales exactas. El cuerpo necesita constante hidratación. Si han pasado menos de cuatro horas desde la última vez que se comió, lo más probable es que la cuestión sea de sed y no de hambre.
Nuestro cuerpo está compuesto por un alto porcentaje de agua, exactamente un 70 por ciento. Podríamos vivir meses enteros sin comer, pero sin una gota de agua moriríamos en cerca de siete días. El agua es vital por cuanto es el refrigerante natural de los órganos. Además de sus ya conocidos beneficios como reguladora del funcionamiento adecuado de los riñones, de los procesos de metabolismo y la eliminación de toxinas, garantiza la elasticidad y suavidad de la piel, unos músculos fuertes e incluso afecta directamente nuestra capacidad de recordar y pensar, pues también es responsable de un cerebro lúcido, como quiera que este es uno de los órganos que contienen mayor cantidad de agua.
En 2009, algunos estudios científicos determinaron que el 79 por ciento de los estadounidenses sufría de deshidratación crónica. Quizás ese hecho fue el detonante para que los beneficios de una buena hidratación comenzaran a constituir un motivo de preocupación entre nutricionistas y expertos.
De la mano del propósito de mantener hombres y mujeres mejor hidratados nacieron aplicaciones para el control de la hidratación del cuerpo que comenzaron a figurar en la tiendas digitales de iTunes y Google, a fin de ayudar a controlar los niveles de agua que necesita a diario cada persona según su actividad física y recordarle cuándo es hora de levantarse e ir por algo de beber.
No se trata de obsesionarse con la hidratación ni con cuántos vasos de agua se beben al día, es cuestión de convertir la hidratación en un hábito, tomar líquidos siendo conscientes de lo que entra al cuerpo, la forma en que lo afecta y estar atentos a las alarmas que envía este para avisar que necesita agua.
¿Más o menos agua?
Los rangos tradicionales de nutrición recomiendan beber dos litros de agua al día, un volumen aproximado de tres botellas comerciales de 600 mililitros. Sin embargo, la medicina complementaria y homeopática recomienda determinar la cantidad de agua que se debe tomar basándose en las particularidades de cada cuerpo. Lo importante es controlar la cantidad para evitar llegar a extremos que pueden derivar en una hiperhidratación. El doctor Niño cuenta que tuvo que tratar a dos jóvenes pacientes intoxicadas por agua, quienes en un intento desesperado de adelgazar excedieron el límite de este líquido que su cuerpo podía recibir y llegaron al hospital intoxicadas, presentando pérdida de conciencia, serios problemas a nivel sanguíneo, dermatológico y arritmia.
Por eso en lugar de autoformularse cantidades de aguas basados en rangos genéricos, el doctor Niño recomienda adquirir el hábito de beber agua durante todo el día a pequeños sorbos y tener en cuenta factores como la profesión, el entorno en el que nos desenvolvemos y las fallas particulares de cada organismo para definir el consumo de agua promedio que cada uno necesita.
Si usted es una persona sedentaria que pasa la mayor parte del tiempo frente a un computador, su cuerpo exige menos hidratación que la que puede necesitar una persona que mantiene una abundante actividad física. Estar por largas horas expuesto al sol y a altas temperaturas implica una hidratación constante.
Sin embargo, la radiación eléctrica concentrada en un mismo lugar puede causar más deshidratación que el sol. Por eso, si usted trabaja en un espacio repleto de computadores, asegúrese de tener todo el tiempo un termo con agua en su escritorio. Si sufre de alguna enfermedad relacionada con los riñones o la tensión, debe racionalizar el consumo de agua para evitar fatales consecuencias en la regulación corporal y determinar con su médico de cabecera la cantidad de agua que se puede ingerir al día. Los frutos secos en general y las semillas le roban un poco de agua al organismo por tratarse de alimentos altamente deshidratados. Por eso, si se sigue una dieta con este tipo de alimentos y altas porciones de proteínas, el cuerpo tiende a deshidratarse y a exigir más cantidad de agua.