Por centurias enteras los vestidos tuvieron que acomodarse a cada uno de los cuerpos, a sus curvas, sus redondeces y sus diferentes tamaños. Por eso los sastres, que gozaban de alta reputación, hacían la ropa sobre medidas y debían ir de casa en casa acomodando con telas y alfileres un diseño a la fina cintura femenina.
Para entonces, las mujeres desconocían el concepto de talla, pues esta fue una idea que nació en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, ocasionada por una necesidad básica: ante la escasez propia de la posguerra era necesario inventar una manera más efectiva para usar el aldogón, una de las fibras naturales que más le representaba (y le representa) riqueza al país del norte.
Talla 7. Jeans y camisa de Tennis. Foto: Paloma Villamil
El proceso de hacer ropa era largo y dispendioso, por eso,
el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos mandó emisarios por todo el país para que midieran el cuerpo de la gente y trataran de encontrar un cierto patrón. Después de recorrer el vasto país armados con metro, papel y lápiz, los emisarios encontraron que, efectivamente, la mayoría de los cuepros de las personas se ubicaban en en un grupo de medidas que dividieron en tres letras: s (small), r (regular) y t (tall). Así, parecía evidente que había gente pequeña, mediana y grande. Además, como había diferentes contexturas, dependiendo del grosor de la persona, a cada letra se le agregaba un signo: “+” para los más rellenos, “-“ para los más flacos y sin signos para aquellos que eran promedio.
Fue así como en 1949 nació la primera idea de talla, un concepto que marcaría no solo la nueva forma de producción industrial de ropa, sino que además transformaría radicalmente la idea misma del cuerpo.
Talla 4. Jeans y camiseta ambos de American Eagle. Foto: Paloma Villamil
A diferencia de lo que sucedió históricamente, las mujeres de los años cincuenta vieron cómo, por primera vez, no era el vestido el que tenía que acomodarse a su silueta, sino que, alentadas por la publicidad y las imágenes de moda,
eran ellas las que tenían que trabajar intensamente para caber en los estándares que proponían los trajes. Ahora era el cuerpo el que trabajaba para caber en el vestido, a fuerza de ejericio y dietas tenía que domarse para cumplir con los rígidos estándares de un pantalón o una falda.
Desde entonces, la talla ha sido usada como un indicador que mide el cuerpo, sobre todo el femenino, y que dependiendo de las modas celebra los más gruesos o los más delgados. Lo cierto es que hasta nuestros días todo el sufrimiento que conllevó estandarizar cuerpos tan diferentes sigue aún vivo. Tanto, que es común escuchar en los pasillos de colegios y universidades cómo las jovencitas se quejan porque no caben en el pantalón talla 6 que compraron hace un par de temporadas, o cómo se reúsan a comprar jeans talla 10 y prefieren no ir de compras hasta bajar de número.
Talla 6. Jeans y saco, ambos de Rapsodia. Foto: Paloma Villamil
Como la cultura empezó a ligar inevitablemente unas ciertas tallas, las que demandaban una mayor delgadez, a la belleza y al cuerpo deseado, empezó a ser potestad de los diseñadores determinar los estándares de esa belleza.
Cómo olvidar al polémico Karl Lagerfeld diciendo que si antes las mujeres tenían que buscar incansablemente caber en una talla 6, ahora era menester trabajar por bajar a la 4.
Ante la problemática, muchos países han regulado las medidas del tallaje de la industria, pero en Colombia, como lo explica Martha Calad, de Inexmoda, esto no ha sucedido. “En el país cada marca tiene su propio estándar de tallas y molde, en Colombia desafortunadamente no se cuenta con una estandarización del tema”. Esto tiene una razón de ser, así al menos lo explica la diseñadora Julieta Suárez, quien advierte que
es muy difícil tener un único sistema de tallaje, porque cada diseñador, así como cada marca, va ajustando sus medidas dependiendo del tipo de público que va creando. “De hecho, las tallas dentro de una marca todo el tiempo se van ajustando, porque los cuerpos también van cambiando con el tiempo, por ejemplo, ahora, como nunca antes, estamos en una era del ejercicio que hace que muchas mujeres estén más delgadas pero también más musculosas”.
Talla 4. Jeans y buso de Naf Naf. Foto: Paloma Villamil
Teniendo esto en la cabeza quisimos enviar a nuestra propia emisaria a recorrer importantes marcas de jeans del país. Así,
Carolina Retar, una de nuestras productoras de moda, encontró que su cuerpo es de muchas tallas diferentes dependiendo de la marca que elija, en un amplísimo rango entre las tallas 5, 6 y 8. La única conclusión que podemos sacar de este ejercicio es decirles a nuestras lectoras que hay que dejar de sufrir por la talla, porque, así como sucedió en los años cincuenta, esta no es más que una estrategia inventada por la economía y la industria para producir ropa más fácilmente, y no podemos seguir permitiendo que sean unos números los que determinen la forma de relacionarnos con nuestro cuerpo.
Talla 5. Jeans y camisa, ambos de Chevignon. Foto: Paloma Villamil
Talla 8. Jeans de Americanino. Foto: Paloma Villamil
Talla 6. Jeans de Mango. Camiseta de American Eagle. Foto: Paloma Villamil
Talla 6. Jeans y saco de Diesel. Foto: Paloma Villamil