En Internet existen páginas dedicadas exclusivamente a la cara que Claire Danes hace cuando está a punto de llorar. “Da la impresión de que su boca girara y quedara al revés”, comentaron en Saturday Night Live, programa que parodió el gesto de la actriz. Que pareciera estar mirando en cinco direcciones a la vez, que podría tener músculos extras, que sus ojos actúan y que tiene un rostro maleable, son elogios que le han hecho a su característico contorsionismo expresivo.
Basta con que sus labios tiemblen para que los espectadores perciban que Carrie Mathison, su personaje en
Homeland, está viviendo un “tsunami de emociones”, como la describió uno de sus colegas en la revista
The New Yorker, porque lo que es capaz de reflejar termina siendo un termómetro de su temperatura interior en cada episodio. “No sé cómo sucede. Es divertido cuando todo se traduce en lo físico”, reconoció a esa publicación. Su única explicación es que el entrenamiento como bailarina desde los 6 años le dio las herramientas:
“danzar es como dibujar. Represento con mi cuerpo lo que estoy oyendo. Al actuar se hace lo mismo”.
Esa habilidad le ha generado un cierto favoritismo hacia papeles de personas con algún tipo de perturbación o discapacidad:
encarnó a la científica autista Temple Grandin, a una esposa maltratada en The Rainmaker, y a una paralítica en la pieza de baile Christina Olson: American Model, antes de ser una espía de la CIA que sufre de trastorno bipolar. “Estoy recorriendo mi camino a través del Manual de enfermedades mentales”, fueron sus palabras al recibir el premio a la mujer del año de la Sociedad Teatral de Harvard, otorgado por su más reciente interpretación.
Gracias a esta, también se ha hecho merecedora de dos Golden Globe y dos Emmy, además de contar con una resonancia mundial de la que no gozaba quizá desde su época como Julieta en el drama shakesperiano protagonizado junto a Leonardo DiCaprio en 1996. Más de un millón y medio de televidentes vieron el primer capítulo de la segunda temporada del programa el año pasado, y para el final esta cifra superaba los dos millones. El inicio de la tercera, en la que la colombiana Martina García formará parte del elenco, generó una avalancha mediática en torno a Danes. El propio presidente Obama ha sucumbido a los encantos de esta heroína torturada, pues admite que cuando la primera dama y sus hijas van a jugar tenis los sábados en la tarde, él se encierra en la Oficina Oval, pretendiendo trabajar, mientras ve un nuevo episodio.
“Eres mejor actriz que yo, presidente”, le habría confesado el mandatario a la estrella neoyorquina de 34 años.
Pero el halago más representativo le llegó por cuenta de una verdadera exagente encubierta de inteligencia. Valerie Plame, quien fue la encargada de escribir sobre Danes en la edición de las cien figuras más influyentes de 2012 de la revista
Time y se refirió a su actuación como “exquisita”. Pese a que considera que la bipolaridad, que debe esconder de sus jefes, haría de Carrie una oficial improbable, manifestó que ella “le da vida y realismo a un personaje que, por primera vez, va en contra de los clichés de cómo se supone debe lucir una analista de la CIA.
No hay vestidos de lentejuelas ni tiroteos casuales. El retrato que Danes hace, finamente calibrado y matizado, es impresionante”.
Se trata de una mujer tan brillante como obsesiva y paranoica, que debido a su diagnóstico es incapaz de tener una vida social y romántica normal, y en cambio, se blinda afectivamente cayendo en la promiscuidad.
“Hay pocas oportunidades de tener un rol tan rico y activo, es un filet mignon de la actuación”, reflexiona la actriz. Si bien la mayor parte de la crítica aplaude que en la caracterización de los episodios maníacos no luzca caricaturesca, algunos la tildan de exagerada.
En su papel de agente bipolar en 'Homeland'
Greg Dixon escribió en su reseña para el periódico
The New Zealand Herald: “Homeland es la mejor metáfora del post 9/11, en la que Carrie es Norteamérica, y Norteamérica es una loca y sobreactuada rubia”. Lo cierto es que la serie, en la que intervienen escritores del drama de acción 24, y está basada en una producción israelí, transmite la ansiedad de los tiempos modernos. “Su fortaleza consiste en tratar un tema muy sensible en Estados Unidos: la seguridad nacional, la traición a la patria, el temor al terrorismo y a lo que sea musulmán. Todo hábilmente matizado con una historia de amor, que aunque predecible (una agente enamorada de un sospechoso) funciona a la perfección y está muy arraigada en el imaginario popular”, opinó a
FUCSIA la libretista colombiana Cecilia Percy.
Danes advierte que los personajes son ambiguos en este thriller psicológico en el que cualquiera puede ser el enemigo. Es por eso que todo comienza con las dudas de Carrie de que un marine, considerado héroe de guerra por haber sido prisionero de Al-Qaeda, sea un peligro para su país. Se llegó a decir que Líbano pensaba demandar a sus creadores por la imagen negativa que da de la región y, sin embargo, cuenta con una audiencia fiel que “baja” capítulos por Internet.
“Estamos en la era de la postelevisión. En el siglo XXI, la moda es hacer series con escenarios y estéticas tipo cine, con protagonistas más atrevidos moralmente en contraste con los programas que se emitían por televisión abierta y que no se salían de los valores colectivos de unidad familiar, poco sexo y violencia”, explicó a esta revista el crítico Ómar Rincón. “Antes era muy clara la división del bien contra el mal, pero con los canales por suscripción se empieza a cuestionar el sistema y el discurso conservador”.
El papel que la hizo famosa en 'Romeo y Julieta'
Por eso en la actualidad a los “chachos del paseo” no solo les toca resolver problemas externos sino también desactivar bombas de tiempo internas. “Durante años tuvimos detectives, médicos y abogados a prueba de debilidades humanas. Ahora, para un escritor, un personaje con matices, defectos y miedos genera una posibilidad extraordinaria a la hora de plantear conflictos con los cuales el público puede identificarse”, agrega Percy.
Doble vida
Claire Danes ha manifestado que, de no haber escogido la actuación, sería psicóloga. Se preparó para su papel como si lo fuera, pues además de entrevistarse con miembros de la CIA, vio videos de pacientes bipolares y así construyó la historia clínica de Carrie con una terapeuta. “Era como jugar con las Barbies”.
Además, admite que no ha sido ajena a la locura: de niña era muy solitaria, y las constantes visitas de unos seres fantasmales imaginarios la obligaron a ir al psiquiatra. Ante la impotencia que le generaba no poder defenderse del maltrato de sus compañeros de colegio, su mamá le enseñó una técnica que, sin saberlo, sería clave en su carrera: “Puedes hacer lo que quieras en tu imaginación”. A la pequeña, la idea de comportarse como una buena persona y a la vez ser capaz de los actos más violentos en su cabeza, le pareció una liberación. Quizá por eso, durante un receso de la actuación, cuando tenía 20 años, empezó a estudiar el comportamiento humano en Yale. Para entonces, ya había hecho trece filmes en solo cinco años y había sido dirigida por cineastas de la talla de Oliver Stone, Francis Ford Coppola y Baz Luhrmann. También
se había dado el lujo de rechazar la oportunidad de volver a ser pareja de DiCaprio en Titanic. Simplemente quería encontrarse y tener una vida normal.
El capricho le duró poco. Descubrió que el mundo que conoció en la adolescencia, cuando estudió en el Lee Strasberg Institute y tuvo su primer protagónico en la serie juvenil
My So-Called Life, era al que pertenecía. Regresó a este con
The Hours para luego protagonizar
Terminator 3. Pero la oportunidad de demostrar por qué Luhrmann la había llamado “la Meryl Streep de su generación” le llegó en 2010 en el papel de
Temple Grandin. Con su meticulosa disciplina de nerd se acercó a la experta en comportamiento animal para que le explicara cómo se sentía ser autista. La grabó, estudió su voz y sus movimientos rígidos y al final no solo recibió cuatro premios sino el reconocimiento de la científica: “A través de ti me he convertido en una mejor persona”, le dijo.
Pero la vara con la que se medía le quedó muy alta y durante dos años no encontró un proyecto que la satisficiera, hasta que apareció
Homeland para salvarla. Sus creadores habían trabajado en los guiones con la actriz en mente. “Los actores deseamos sorprendernos”, expresó Danes alguna vez. “Hacer algo muy bueno que nos trascienda y eso pasa con poca frecuencia, muy, muy raramente”. Este es su momento.