A sus 42 años, este artesano nacido en Galapa se dedica en cuerpo y alma a construir carrozas para la Batalla de Flores. Reconoce que estas estructuras le dan un toque muy especial a las fiestas del rey Momo.
Dicen que nacer en Galapa, Atlántico, es como nacer en un paraíso donde abunda la creatividad. Hernando Arteta, artesano de este municipio ubicado a tan solo 20 minutos de Barranquilla, gozó de ese privilegio.
Quién creería que un taller ubicado diagonal al polideportivo de dicha población es la cuna de enormes estructuras alegres y coloridas que, por así decirlo, cobran vida cada sábado de Carnaval en el imponente desfile conocido como la Batalla de Flores en plena Vía 40.
Entre poliestireno expandido o icopor, como le dicen comúnmente, Arteta pasa sus días creando. Desde ya está calentando motores para lo que será su participación en el primer gran desfile de las carnestolendas que reúne al pueblo, su reina y los invitados que llegan de todas partes del mundo a contagiarse con la alegría de las fiestas del Momo.
Este artista plástico carga en sus hombros la responsabilidad de dejar en alto el nombre de una tierra reconocida por sus maestros artesanos. Para el Carnaval que se aproxima, el galapero elaborará la carroza de Tecnoglass que estará inspirada en el pintoresco personaje conocido como la marimonda.
De acuerdo con Carnaval S.A.S, para el 2023 se espera que desfilen por el cumbiódromo de la Vía 40 cerca de 15 carrozas inspiradas en personajes y elementos representativos del evento cultural más importante del Caribe colombiano. Por su puesto, Arteta no es ajeno a ese “gen carnavalero” y desde hace cinco años está vinculado a la fiesta como constructor de carrozas, aunque dice que desde hace más de 15 años ya ha trabajado en diferentes frentes del Carnaval.
“Comencé haciendo decoración, máscaras y todo lo relacionado con la parte artística. Obviamente es una influencia fuerte”, explica.
Galapa queda a tan solo 20 minutos de Barranquilla por lo que asegura que es casi imposible no contagiarse con la celebración y fue entonces que luego de haber estudiado en Bellas Artes y siendo de una tierra de vocación artesanal decidió vincularse a la celebración por medio de su talento.
Para este artesano de 42 años, las carrozas son una manera diferente de ver el Carnaval de Barranquilla. De cierta manera, la mente del creativo se debe convertir en una “ventana al mundo” para detallar otros símbolos de la fiesta por medio de las gigantes estructuras que desfilan por el cumbiódromo.
“La carroza muestra una vista creativa del Carnaval. La carroza marca la diferencia porque nunca se repite”, señala.
“La mayor parte de la gente que vive en el municipio devenga su sustento gracias a la elaboración de artesanías”, refiere el artista plástico. Junto a sus amigos montó un taller en el municipio donde trabaja todos los días del año. Si bien no se dedica los 365 días del año, cuando llega el Carnaval, las 12 personas que trabajan en el taller se ponen en función de la expresión cultural, y es que mientras a unos desde que llega octubre “las piernas le bailan solas”, a ellos desde que suena la campanada que le da la bienvenida al nuevo año las manos le “pican” porque saben que terminada la Navidad empieza la temporada de Carnaval.
“En la temporada se triplica el número de personas que vinculamos directamente, incluso indirectamente quedan vinculadas muchas más (…) llegamos a ser un grupo bastante grande”, afirma. Y es que además de los artesanos también están quienes los transportan, los alimentan y ayudan con insumos como flores.
Reconoce que, aunque las jornadas durante la temporada pueden llegar a ser maratónicas, son muy satisfactorias. Por poner un ejemplo, un viernes antes de la Batalla de Flores se realiza la Guacherna, un desfile nocturno que baja por la carrera 44 hasta llegar a la Casa del Carnaval. Es una noche donde los faroles son los grandes protagonistas y la “brisa es un derroche de sones cumbiamberos”, como diría la fallecida Esther Forero. Al finalizar este evento, Arteta y su equipo deben viajar a Santo Tomás, transportarse hasta allá puede tardar entre media y una hora.
“Uno salta de Santo Tomás a Sabanalarga, de Sabanalarga a Baranoa, son unas jornadas maratónicas donde queda muy poco tiempo para dormir”, dice.
Nacer con vocación para el arte en una tierra alegre es un privilegio del que muy pocos gozan, de ahí que se hable de ese gen carnavalero por el que dicen que un atlanticense cuando nace no llora, sino que grita “guepaje” anunciando la llegada al mundo de un nuevo “cambambero”.