¿Has sentido palpitaciones, sudoración, ganas de salir corriendo y miedo sin una razón aparente? Podrías tener una fobia.
Si te encuentras sola, en medio de la selva frente a una serpiente o un león, tu cuerpo liberará una cascada de sustancias y reacciones. La adrenalina hará que tu corazón bombee más sangre y respires más rápido preparándote para huir o luchar.
Estas respuestas tienen lugar antes de que seas plenamente conscientes del peligro y evolucionaron hace millones de años para garantizar nuestra supervivencia.
Pero, ¿qué pasa cuando estos mismos mecanismos se desatan sin un peligro real? A esto se le conoce como una fobia.
Una persona con una fobia siente un temor tan extremo que puede llegar a alterar su vida para evitar los objetos o situaciones que son fuente de su ansiedad. Muchos admiten tenerle un miedo irracional a algo, pero ¿de dónde viene? ¿Se puede hacer algo al respecto?
Las fobias son comunes. Según el Estudio Nacional de Salud Mental-Colombia, el 19,3 por ciento de las personas entre los 18 y 65 años reportan haber tenido alguna vez un trastorno de ansiedad y estos son más frecuentes en las mujeres.
Existen tres tipos de fobias: las específicas, las fobias sociales y la agorafobia. Esta última no consiste solamente en temerle a los espacios abiertos sino que describe el miedo frente a cualquier situación en la cual escapar sea difícil o en la que la ayuda pudiera no llegar fácilmente.
Las fobias específicas son las más reconocidas y consisten en un miedo irracional frente a una cosa o situación concretas. Dentro de estas se encuentran las fobias situacionales como el miedo a los espacios cerrados o claustrofobia; a un ambiente natural como los espacios abiertos o acrofobia; a un animal como las arañas (aracnofobia); e incluso el miedo que padecen muchas personas a las inyecciones.
Aunque la ansiedad que aparece frente a las agujas es muy común, diariamente nos enfrentamos a verdaderas situaciones que pueden ser potencialmente fatales como manejar un carro, sin embargo, quienes les temen a las inyecciones prefieren soportar la fiebre o el dolor de una enfermedad que un pinchazo de unos segundos. He allí la naturaleza irracional del miedo.
Por otro lado, las fobias sociales consisten en tener un miedo irracional a cómo reaccionará la gente durante una situación en público. En este padecimiento, la persona le tiene miedo al rechazo o a ser juzgada por otros. Este sentimiento, que es normal en los seres humanos ya que la gran mayoría “calibramos” nuestro comportamiento según lo que piensen los demás, hace que quien sufre de esta fobia organice su vida para evitar situaciones públicas.
La razón de lo irracional
Una de las explicaciones del miedo es el condicionamiento: si experimentamos algo malo que involucre una situación o cosa específicas, en el futuro la asociaremos a sentimientos negativos y, por tanto, nos generará miedo. Pero los humanos también aprendemos por observación. Si de niños presenciamos que nuestra mamá entra en pánico al ver una cucaracha es probable que en el futuro estos animales también nos produzcan aversión.
Otra forma de desarrollar miedo es que se nos de la información suficiente – y tal vez incorrecta – y por lo tanto lleguemos a asumir que algo es potencialmente peligroso. Algunas películas de terror son particularmente buenas presentando cosas o situaciones de la vida cotidiana como peligrosas. Estas asociaciones pueden quedarse en la psique de las personas por mucho tiempo.
Sin embargo, algunos estudios sugieren que el ser humano evolucionó para “adquirir” algunas fobias. Los primates aprendemos a temerles a las serpientes a muy temprana edad, esto les ayudó a nuestros antepasados a sobrevivir en lugares como la selva o la sabana africana, aunque no aclara muy bien la aerofobia o el miedo a volar. Es más, existen fobias tan bizarras como la dendrofobia que es el miedo a los árboles; la itifalofobia o el miedo a tener, ver o pensar en una erección del pene; y sí, la fobofobia o el pánico a desarrollar una fobia.
¿Qué se pude hacer?
Aquellos que padecen una fobia suelen estar conscientes de ella. Es más, uno de los criterios para su diagnóstico es que la persona esté consciente de la naturaleza irracional de su miedo.
Existen varios métodos para tratar las fobias cuando estas afectan la vida de quien las padece. Por ejemplo, a través de la desensibilización sistemática la persona se expone gradualmente a la fuente de su medio en situaciones controladas. También está la terapia conductiva y comportamental y algunos medicamentos que actúan sobre las regiones del cerebro que están involucradas en la respuesta al miedo.
La buena noticia para aquellos que sienten pánico frente a las serpientes o las arañas es que en las zonas urbanas no tenemos que preocuparnos mucho por este peligro. Sin embargo, cuando se trata de miedos extremos a situaciones como hablar en público o a estar en espacios abiertos, los expertos recomiendan buscar ayuda ya que estas fobias pueden representar un verdadero deterioro en la calidad de vida.