Esta es la premisa básica que todos deberíamos tener para lograr relaciones saludables con otros. Descubre cómo, a partir de esta dimensión, es posible equilibrar tu vida y alcanzar la verdadera felicidad, dando y recibiendo amor.
•El amor real. Es ese que solo sentimos por las personas que consideramos nuestra familia, compartamos o no lazos de sangre con ellas. “Siempre está listo para transmitir grata energía, sin importar el tiempo o la distancia”, afirma Pulecio. La principal extensión de esta dimensión es el amor incondicional, y debe ser expresado de una manera natural y sin esperar nada a cambio. Si este no cumple con dicha característica es muy improbable que se trate de amor real. Aprende como se puede decir adiós con amor.
• El amor abierto. Es el que dirigimos hacia todo lo que nos rodea, ya sea físico o material. “Ese que debemos expresar al universo y a la vida”. En ese orden de ideas, nos ayuda también a sentir gratitud por todo lo que recibimos día a día, desde las cosas más sencillas, como poder disfrutar de la luz del sol.
Si vivimos el amor abierto, tendremos la capacidad de perdonar con mayor facilidad, al entregar en manos del universo los sentimientos negativos que tenemos cuando alguien nos ocasiona algún daño y, por ende, tener paz interior, así que probablemente sepas por qué el segundo amor es mejor el primero.
• El amor íntegro. Según la autora, “es el más difícil de alcanzar”, ya que se construye entre dos personas totalmente distintas en su naturaleza (amor de pareja). Para que surja, tienen que coincidir dos energías en un mismo espacio, tiempo y lugar.
Es necesario que, para practicar este tipo de amor, las personas no dejen de lado al amor interno y, además, establezcan parámetros en los que primen valores como el respeto, la comunicación y la comprensión. Otro punto indispensable que señala la autora, para lograr un verdadero amor íntegro, es que la pareja tenga una amistad, previamente, pues esta es la base de la relación, antes que la atracción.