Cuando se trata de comer saludable hay muchas opciones en el camino.
“Tuve una época en la que me dejaba convencer de la publicidad. Quise reducir medidas y los productos light se convirtieron en mis mejores amigos, pero me salió el ‘tiro por la culata’”. Sandra López es una mujer de 47 años que sufrió de sobrepeso por confiar en estos alimentos y los consumió en exceso.
Cuando estás en el supermercado, seguro te has sentido tentada a comprar dichos productos que prometen tener menos calorías, menos grasa, o menos azúcar que sus derivados originales y podemos encontrar una gran variedad de ellos.
Su popularidad empezó en los años 80, cuando surgió el famoso edulcorante para reemplazar al azúcar convencional y los productos que se hacían llamar light era porque tenían este componente en su preparación. El cambio en las costumbres alimenticias se volvió llamativo entre la gente de la época e incluso la marca Coca Cola lanzó al mercado su propia versión ‘más saludable’.
Los conocemos, los hemos visto, los hemos comprado. Pero, ¿qué significa en realidad tener un producto catalogado como light? Según la nutricionista Ana María Rivera, la etiqueta de este tipo de comida “responde a la declaración de propiedades nutricionales, pero en comparación a un alimento base o de referencia. No hay productos light per se. Es así en cuanto a calorías o sodio”.
Esta definición está establecida por la ley. Sin embargo, la resolución 810 del 2021, que empezará a regir en diciembre de este año, establece que los únicos productos que pueden tener la etiqueta de light es porque están reducidos solo en calorías. El resto de disminuciones o aumentos, en grasa, azúcar y demás estará especificado con una etiqueta especial.
La ley previa, la resolución 333 de 2011, establecía que estos alimentos debían tener una reducción del 50 % en los componentes específicos. Ahora solo se exigirá un mínimo del 25 %, la mitad. Pero, ¿esto sí se cumple?, ¿se ha cumplido? Nos dimos en la tarea de comparar tres productos de marcas diferentes con etiqueta light y de alimentos distintos entre sí. La comparación se dio respecto a la tabla nutricional de su alimento base y allí se miraron cuatro categorías: sodio, carbohidratos, azúcar y grasa.
Con la marca A, que comercializa leche, notamos que el envase normal tenía 14 gramos de azúcar, 10 gramos de carbohidratos, 8 gramos de proteína y 7 gramos de grasa. El mismo producto en su versión light no mostró gran diferencia, tenía 15 gramos de azúcar, 9 gramos de carbohidratos, 9 gramos de proteína y 5 gramos de grasa.
La marca B, que vende galletas, presentó diferencias similares. El empaque base tenía 8 gramos de azúcar, 14 gramos de carbohidratos, 8 gramos de grasa y 2 gramos de proteína. El empaque de galletas ‘más saludable’ tenía los mismos valores excepto en azúcar (6 g) y en carbohidratos (16 g).
Por último, la marca C, que corresponde a pan, tenía 2 gramos de azúcares, 25 gramos de carbohidratos, 1.5 gramos de grasa y 6 gramos de proteína. El pan fit contaba con 0 gramos de azúcar, 9 gramos de carbohidratos, 0 gramos de grasa y 2 gramos de proteína.
Aunque los productos anteriores no son una muestra representativa de un problema, permiten ver que hay ocasiones en las que no podemos confiar ciegamente en ellos. Según la doctora Rivera, hay que revisar con detenimiento las etiquetas y hacer comparaciones prudentes.
Porque estos productos, al parecer, sí son una ayuda. Según los dietistas Angie Osorio y Guillermo Mora, la comida light “nos permite tener un mayor control sobre las calorías o energía que consumimos a diario. Estos serán una buena opción siempre y cuando estén acompañados de una alimentación completa y equilibrada”.
Entonces, funcionan, pero hay que enfatizar en que son solo una ayuda extra entre otros métodos más saludables y necesarios para una vida saludable, como el ejercicio y la buena alimentación. Además, no hay que romantizarlos. Lo que le pasó a Sandra le puede pasar a cualquiera. Las personas se confían y piensan que al ser un producto light pueden consumir grandes cantidades y aquí está el gran problema: todo está en el manejo de las porciones.
Por otro lado, la doctora Rivera comenta que los empaques son engañosos: “Hay que revisar que los valores dados por la tabla nutricional son por porciones y a veces estas porciones no corresponden al valor total del producto”. Por ejemplo, un vaso de yogurt de 60 gramos dice tener 15 gramos de azúcar. Puede parecer poco, pero en la etiqueta dice que esa cantidad de azúcar es por porción y cada porción es de 30 gramos. Así que si consumimos toda la botella, no estamos ingiriendo 15 gramos de azúcar, sino 30.
Los dietistas consultados concluyen con algunas recomendaciones adicionales. Es importante preferir productos con etiquetas de Bajo en Grasa, Bajo en Calorías, light, pero controlar las porciones y leer bien las etiquetas, además de no olvidar las comparaciones.
Además, para una dieta efectiva, aseguran que más allá de optar por un producto light, nunca será bueno restringir completamente un grupo alimenticio: cero grasas, cero carbohidratos o cero azúcar no es lo correcto. Tampoco se debe copiar dietas de moda ni seguir planes de alimentación que no se adaptan al contexto individual del paciente.
Por último, ellos enfatizan en que los productos bajos en calorías, grasa o azúcar no son una opción que hay que ignorar, pero tampoco es la primera opción para ver resultados saludables: “Incluso los snack de frutas deshidratadas no son muy recomendables”.