"Las tendencias y en particular algunos estilismos pueden llegar a hacer sufrir a la mujer", ha explicado la diseñadora madrileña, quien asegura que
"para presumir no hay que maltratarse, unos tacones de vértigo y un cinturón que oprima resulta desagradable".
Ruiz de la Prada habla de "ropa feliz", una moda que yuda a ser optimista, a no tener depresiones. "Si por un precio módico puedes ser feliz y optimista, es preferible a pagar por una ropa que lleva en sí un halo de infelicidad".
Su universo, construido a base color, estampados florales, rayas, lunares y corazones, habla de prendas cómodas, ponibles y funcionales, una moda que no pasa de moda, sino que se declina y que ofrece libertad.
"Hago ropa versátil, ponible, tremendamente funcional y democrática, una moda para que la lleve mucha gente".
El color es su bandera, el pilar en el que se sostienen todas sus colecciones. Desde sus inicios decidió presentar batalla al negro y treinta años después no se ha dado por vencida.
"Cuando veo a alguien vestido de negro es como si me dieran una patada, siento dolor físico, más aún si es un hombre", explica la creadora, quien considera que "el negro lleva implícito la uniformidad y la falta de imaginación".
Su personalidad está teñida con una paleta optimista, luminosa y colorida, la misma con la que crea sus colecciones. "Siento pasión por el color, es mi personalidad, va en mis genes, gracias a mi padre y a mi abuela".
Son más de treinta años lo que lleva esta diseñadora en este mundo, un escenario que "adora" y que le ha permitido tocar muchos campos. "He diseñado desde relojes hasta bolígrafos pasando por lavadoras, maletas y puertas blindadas, además de diversos vestuarios para obras de teatro".
Pero ahora, lo que de verdad le interesa, es "hacer mejor las cosas y cosas mejores, vivimos un momento interesante en el que lo fundamental es sobrevivir".
Cuando la diseñadora echa la vista atrás y recuerda sus treinta años en el mundo de la moda, dice que sigue siendo "la misma joven que creaba vestidos pintados" y mantiene las mismas ganas "de hacer cosas y cosas, así como la tendencia a ser feliz" con lo que hace.
Inquieta y divertida, Agatha Ruiz de la Padra asegura que el secreto de su éxito radica en la ilusión. "Estoy igual de contenta que el primer día, un don que me ha regalado Dios".
Alejada de los convencionalismos, la diseñadora dice que su trabajo le apasiona y le divierte. "Me mantiene en un estado de creación constante, además de trasladarme a un mundo en el que las ideas jamás se agotan".
Más ahora, cuando trabaja junto a su hija, Cósima. "Mi hija me aporta mucho y me encantaría que recogiera mi testimonio con la misma ilusión y el mismo entusiasmo que yo tengo".
Ahoram acaba de llevar a Gambia sus creaciones. "He desfilado por todo el mundo, no me da pereza hacer la maletas y trasladarme a cualquier rincón, es más, considero que es una experiencia que me enriquece y la disfruto muchísimo, sobre todo porque no voy con pretensiones económicas".
En su filosofía de trabajo y, también de vida, le gusta sembrar. "Nunca se sabe lo que el destino te tiene preparado, es más j
amás me hubiera imaginado que en Gambia pudiera encontrar una mesa construida con azulejos diseñados por mí hace más de doce años", dice sorprendida.
Tras un día en este pequeño país, también llamado "la sonrisa de África", la creadora "tiene confianza en que el siglo XXI" sea de ese continente.