Estas dos mujeres enfrentan una misión que no es fácil pero tampoco imposible: lograr que una mujer llegue por primera vez al cargo político más importante de Colombia. FUCSIA habló con ellas sobre lo que quieren para el país, para sí mismas y para sus congéneres.
Martha Lucía Ramírez
“Hay que ser capaces de sacar la mejor versión de nosotros mismos para sacar la mejor versión de la Colombia que todos queremos”.
¿Cuáles son los desafíos más urgentes del país?
Fortalecer, tanto al Estado como a las instituciones, para que se nos asegure a todos el acceso a las oportunidades, a la educación y al trabajo; se nos garantice la seguridad no solo física sino también económica y jurídica a los ciudadanos y a las empresas, y se nos protejan nuestras libertades y el ejercicio pleno de la democracia.
¿Qué la hace realmente única como candidata?
Soy una mujer preparada, en lo público y en lo privado, que lleva 40 años trabajando en cargos de dirección y de nivel medio, y que ha sabido lo que es salir adelante viniendo desde abajo. A mí nadie me dio un cargo por ser parte de la cuota política de alguien ni por pertenecer a las familias más ricas del país ni de las que lo han dirigido siempre; cada paso que he dado en mi carrera profesional y cada peldaño que he subido, lo he hecho con trabajo, con esfuerzo, preparándome.
¿Cómo transmitir a los jóvenes esa confianza que tiene en sí misma para que vuelvan a creer en la política?
En este camino en la política electoral, en el cual llevo diez años, siempre he trabajado con jóvenes. ¿Qué he hecho? Empoderarlos, decirles ‘piensen, escriban, aporten ideas, construyamos juntos un proyecto político`. No los utilizo para que me peguen afiches, para que llenen auditorios o que estén conmigo en el comité de aplausos; los promuevo y los reto todos los días intelectualmente para que de verdad no sientan que el país les queda chiquito, para que sientan que son constructores de una Colombia que quieren ver diferente.
¿Cómo cree que se ha manejado el tema del matrimonio y la adopción igualitaria?
Tengo una posición muy liberal en esas materias. Uno tiene que aceptar que la sociedad ha ido evolucionando. La homosexualidad no puede tener, por ningún motivo, crítica o represión alguna. Respeto totalmente las uniones homosexuales y sus derechos económicos. Distinto es el tema de la adopción. ¿Por qué? No porque tenga nada contra los homosexuales, es porque tengo todo a favor de un niño o una niña. Creo que la huella que deja el papá en una criatura es distinta a la que deja la mamá; un niño tiene derecho a recibir ambas: del papá que le da una formación, unos valores y una orientación, y de la mamá que le da otros, que son complementarios.
¿Y del proceso de paz?
En este asunto hay una división artificiosa: el Gobierno, buscando su reelección, dividió al país entre los supuestamente buenos que querían la paz y que la identificaron con firmar un acuerdo —cualquier acuerdo a cualquier costo—; y los otros, los supuestamente malos y enemigos del proceso, que queríamos también un acuerdo, pero que garantizara el respeto a la Constitución y el fortalecimiento de la democracia en el futuro. ¿De qué nos sirve decir que logramos la paz, si mañana se nos deteriora la democracia? En mi caso, siempre que hice críticas a ese acuerdo, estuvieron acompañadas de propuestas; por ejemplo, cómo lograr un mínimo de justicia para los principales responsables de crímenes de lesa humanidad en las Farc, porque aquí lo que estamos viendo es que pueden aspirar a ser presidentes de la República, y la Constitución colombiana prohíbe que quienes hayan tenido condenas, y sobre todo por crímenes graves, aspiren a los cargos de elección popular. Pero en el caso de las Farc todo eso se les dio. Y ahí estamos viendo las consecuencias… Estados Unidos dice que este es un acuerdo que las Farc no está cumpliendo; mañana, cuando incumplan también en otros campos, ¿de qué nos vamos a quejar?
¿Qué hace cuando tiene tiempo para usted?
Estar con mi esposo y con mi hija —cuando tengo la oportunidad porque vive fuera del país—. Me gusta hacer ejercicio, en especial caminar; trato de meditar, pues me ayuda a bajarle un poquito al acelere. Creo mucho en Dios y tengo mucha fe, así que me gusta tener también un espacio con él. La suma de todas estas cosas sencillas y poco mundanas son las que me hacen disfrutar y vivir la vida en paz. Estoy consciente de que tenemos un paso corto por este mundo y trato de hacerlo todos los días lo mejor posible, siendo la más coherente, tratando de que mi existencia sirva en algo a los demás.
¿Le gusta cocinar? ¿Lo hace a menudo?
Me gusta mucho y lo hago frecuentemente, sobre todo entre semana cuando estoy en Bogotá o cuando voy a la finca con mi esposo. Le enseño a quien me ayuda en la cocina y ella me enseña a mí. Me agrada, además, inventar mucho; tengo nociones básicas porque mi mamá cocinaba muy rico (mi abuela era italiana y ese era también el fuerte de mi mamá). Las recetas que aprendí a medias de ella las complemento con cosas nuevas, y lo hago bien.
¿Qué prefiere hacer en sus días de descanso?
Estar donde mi hija esté, si es posible. De lo contrario, me gusta viajar con mi esposo o ir a la finca. Prefiero lugares en los que pueda caminar, leer y hacer ejercicio, y recordar la época en que jugaba bádminton, deporte en el que antes me sentía muy buena (ahora no tanto). Además, conocer sitios y culturas distintas.
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Claudia López
“Buena parte de mi capacidad para enfrentarme a cosas muy duras en lo público se basa en que tengo una vida simple y alegre en lo privado... Amor es lo que me ha sobrado en la vida”.
¿Cuáles son los problemas más graves de Colombia?
El primero era el conflicto armado, porque en la mitad de una balacera es difícil construir equidad, desarrollo e inversión. El segundo, derrotar la corrupción y el clientelismo, esa manera de gobernarnos que reproduce violencia. El tercero, la economía precaria, rentista y dependiente de productos primarios como el petróleo, el carbón, el níquel y el café. Y el cuarto, que somos una sociedad desigual que nos marca desde cuando nacemos: es la lotería de la cuna y no del mérito la que determina el desarrollo de los colombianos.
¿Tiene una propuesta para evitar el embarazo en las adolescentes?
La educación. Vamos a acoger a los niños que están en el sistema público y cuando entren a sexto de bachillerato haremos un contrato con ellos, sus familias y el Estado. Van a tener la certeza de un futuro, les vamos a asegurar los seis años de bachillerato y por lo menos dos años de educación superior. Pero a cambio pedimos tres compromisos: que no deserten de la vida ni de la escuela, que tengan rendimiento académico y extracurricular y que conozcan su cuerpo, se respeten y reduzcan los embarazos. Lo que más nos importa es la escolaridad de la mujer; vamos a educar a las mamás para que lleguen a un punto en que sean autónomas y consigan empleo. Mujeres que no dependan de un marido y menos de un cheque del Estado.
¿Qué la hace única como candidata?
Mi historia de vida. Soy una colombiana humilde, como la mayoría, de un padre que no había terminado el bachillerato, una madre que estudiaba para ser maestra y una familia de seis hermanos con los que compartía la ropa. Con mucho esfuerzo alcancé a engancharme en la educación y eso fue lo que me sacó adelante. Mi propuesta educativa no es pura teoría: yo soy el ejemplo de que todo lo que he dicho funciona.
Ha dicho que no tiene nada que ver con la política tradicional…
Soy el modelo viviente de que con amor y educación uno sale adelante. Mis padres me enseñaron a ponerme en el lugar del otro y que hay personas en peores circunstancias. Aprendí las bondades de estar al servicio de los demás y eso me marcó para siempre. Así fue como me gustó la política, lo que pasa es que está tan desprestigiada y torcida que perdió ese carácter... La disciplina y la ética son méritos propios y por eso nunca he estado en la política tradicional.
¿Cómo recuperar la confianza de los jóvenes en la política y, de paso, bajar el abstencionismo?
La única manera de construir confianza es con el ejemplo y la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. A la corrupción no la vamos a derrotar quejándonos ni en Twitter ni en Facebook. Eso se logra en las urnas: ¡si está muy mamado de la corrupción, pare de sufrir y vote libremente! El 55 por ciento de la gente no vota y se desentiende. Del 45 restante, la mitad vende el voto. Yo digo, en chiste pero también con fines pedagógicos, que la mayoría de los colombianos tienen dos sueños: ganarse el Baloto y cerrar el Congreso. No se van a ganar la plata fácil, trabajen. Y el cambio del Congreso puede cumplirse cada cuatro años, ya que los ciudadanos tienen el poder de elegir pero no lo usan.
¿Cómo cree que se ha manejado el tema del matrimonio y la adopción igualitaria?
Es un logro de nuestra sociedad, pero la población LGBT no es la más discriminada en Colombia; son las mujeres, los afros e indígenas, y los pobres. Uno de los males que hace a las sociedades muy atrasadas es la discriminación institucionalizada. Colombia tuvo esclavitud y la erradicó en el siglo XIX. También ha tenido altísimos niveles de discriminación y violencia contra las mujeres: hasta 1957 no podíamos votar, hasta 1970 no podíamos divorciarnos y hasta 1980 no podíamos ser titulares de propiedades. Pero aún hoy, por el mismo trabajo nos pagan 30 por ciento menos de salario que a los hombres; y somos el 52 por ciento de los votantes, pero solo el 20 de los gobernantes.
¿Cuál es su postura frente al proceso y la firma de la paz con las Farc?
En 2013 estaba en Chicago haciendo el doctorado de Ciencias Políticas y pasaron dos cosas que me motivaron a meterme en la política. Una para el país: el proceso de paz iba andando y era una oportunidad de oro para apoyarlo. Y otra para mi vida: en el mismo mes (agosto) el señor Kiko Gómez, a quien había denunciado, casi me mata; y además me dio cáncer en el seno izquierdo. En ese momento pensé que podía morirme y aún tenía muchas cosas por hacer. Terminé el semestre en la universidad y les dije que me iba a Colombia a tratar de ayudar. Vine y me abrieron las puertas del Partido Verde, que tiene la capacidad de acoger gente diferente, y unos electores muy generosos que me dieron 81 mil votos para llegar al Senado.
¿De dónde nació su gusto por la cocina?
De mi abuela Concha. Ella me enseñó a hacer arepas que era todo un proceso: la compra del maíz peto, molerlo, mezclarlo con el queso y aprender a hacer las bolitas... era un programa muy divertido. El placer de invitar amigos para cocinarles y hacer asados lo heredé de mi papá. Mi plan favorito de cumpleaños es pedirle a alguien que me preste una finca y celebrar con un asado. También hice un par de cursos de cocina y aprendí a hacer estofados, ensaladas y platos con cordero.
¿En qué invierte su tiempo libre?
De lunes a sábado estoy muy ocupada, pero es importante iniciar el día con un tiempo de conversación y abrazos. También trato de salir por lo menos una vez a la semana a caminar a la montaña con mi perrito Lucky. Aprovecho ese espacio para desconectarme y entrar en contacto con la naturaleza, disfrutar del sol, del aire puro y del silencio. Son dos horas en las que nadie me habla y no digo una sola palabra. Los domingos nunca contesto el teléfono y voy a cine, porque ese es un mandato de Angélica.
¿Cuál es su plan ideal de vacaciones?
Más que el bullicio de una ciudad prefiero irme a una reserva natural a hacer kayak. Pero también me gusta salir a conocer ciudades: hace un par de años me fui manejando desde Barcelona hasta Roma... ¡Un viaje feliz de tres semanas! También me encanta Chicago, una ciudad que tengo que visitar debido al doctorado, y que es una delicia para montar en bicicleta; siempre me quedo un par de semanas más.
¿Cómo va el doctorado?
Va bien. No voy a abandonarlo aunque me demore diez años. Tiene cinco requisitos: dos años de clases, dos exámenes y la tesis. Cuando regresé a Colombia para lanzarme al Senado acordé que cada año, en el mes en el que el Congreso está en receso, voy y avanzo. El primer año les dije que quería terminar un libro sobre la investigación que hice acerca de los procesos de paz en Colombia, Adiós a las Farc. Al siguiente presenté el examen de métodos y econometría. Este año ya pasé el de política comparada. Este diciembre debo terminar la propuesta de tesis, que en parte es mi libro. Cuando salga de la campaña me dedicaré a la tesis.